Carreteras áridas recorridas en un viejo coche bajo un sol recalcitrante y con las rocallosas como marco es lo que evocan algunas de las canciones de este nuevo disco de esta banda familiar (compuesta de tres hermanos y un primo, de apellido Followill) oriunda de la ciudad de Nashville, Tennessee. Ya en su anterior disco Aha shake heartbreak (2004) e incluso en su trabajo debut Youth and young (2003) habían mostrado las credenciales que hoy ratifican: un rock tan desprolijo y sucio como atractivo, con el sello de Creedence Clearwater Revival pero más cercanos aún a Lynyrd Skynyrd. El country, género en el que los Followill incursionaron antes de llegar al rock, es parte fundamental de su sonido.
Pero ¿nuevamente damos crédito a una banda por sus influencias o por "parecerse a"? La respuesta es no. Eso podría habérsele achacado a los Followill quizá en su disco anterior, donde esas influencias se mezclaban con unas guitarras a lo Albert Hammond Jr. (The Strokes) que coincidían con la época de mayor brillo de los neoyorquinos y el garage rock.
Pero este disco es otra cosa. Más áspero y consistente en los sonidos, aunque menos pop que su antecesor, Because of the times arranca con Knocked up, una composición de siete minutos que ayuda a entrar en clima. Cuando las guitarras caen, por momentos da la sensación de que The Edge (guitarra de U2) se sumó a la sesión. Luego, los desencajados e histéricos gritos de Caleb Followill en Charmer van marcando la identidad que se repite en el disco, aunque después la música acelere y desacelere conforme van pasando las canciones. Así, vamos viendo que las guitarras de Matthew y del propio Caleb exorcizaron ese dejo de sonido stroke para que un diablo distorsionado entre en ellas y las lleve bien al frente. Cada furiosa distorsión entre los gritos del cantante lo dejan claro, como sucede en Black Thumbnail. Ocasionalmente, ese diablo eléctrico se va también al bajo de Jared y termina sucediendo algo como My Party, punto saliente del disco por saltarse con acierto al dance-rock. Una canción que ya quisieran tener los edulcorados Killers y que el mismísimo James Murphy (LCD Soundsystem) seguramente aplaudiría.
A partir de este disco, la música de estos habitantes del suburbio de Mt. Juliet suena "a los Kings of Leon". Y eso, hoy, es suficiente.
Otros discos recomendados
Bonsur
El bajista Andrés Dussel y el cantante Alex Báez formaban parte de la banda de tecno-rock argentino llamada Santos Inocentes. Parte del sonido de esa banda puede verse en Bonsur, su nuevo proyecto. Sin embargo, esas referencias ochentosas y noventosas vía sintes y pc, también cercanas a la new wave, se confunden con un registro de voz peligrosamente cercano a La Ley, que suena a mucha cosa que ha salido últimamente (Belanova y ejemplos similares). De cualquier forma, los resultados son mejores que los de los chilenos cuando apuestan por el rock en lugar de las baladas pop. No está nada mal para ser un disco debut, a pesar de que lo que suena no sea demasiado original.
Brett Anderson
De todas las viejas estrellas del Britpop de los años noventa que han regresado con nuevos proyectos, es probable que Brett Anderson, ex líder de la banda The London Suede, sea el menos agraciado en cuanto a críticas. El motivo está poco claro, ya que si bien Anderson no logra llegar al nivel de las canciones del ex Pulp Jarvis Cocker, su melancólico registro de voz mantiene su intensidad, a la vez que el background musical define un sonido al que se vuelve después de la primera escucha. Quizá el pecado de Anderson sea un exceso de autoindulgencia y victimización ante el mundo en sus letras (Love is dead) pero, igualmente, el disco funciona.
Live to win | Paul Stanley
¿Qué es esto? ¿El chico de la estrella sin la estrella y cantando baladas pesadas al compás de unas guitarras al estilo Linkin Park? Por suerte, el susto pasa cuando llega el tema tres y el cantante de Kiss vuelve a un rock más similar al de la banda de Gene Simmons (Wake up screaming). La balada posterior Everytime I see you around tampoco está mal. En esos temas, Stanley no se miente a sí mismo y por eso convence más, y el disco se empieza a dejar escuchar. Son esos temas de letras livianas y estribillos inocentes (Bulletproof) los que les funcionan. Ahí, Stanley suena como el Starchild. ¿Para qué le vamos a pedir más? Un disco para fanáticos.