Huele a fiera: descuartizar y hablar

Marianella Morena estrenó su última obra en El Galpón. Es un homenaje a Jean Genet y la confirmación de una postura política frente al teatro.

 20130308 342x600

MARIÁNGEL SOLOMITA

FOTOS: AGUSTÍN MARTÍNEZ Y ÁLVARO PERSICHETTI

Yo soy atea. Dios no me alcanza, entonces siento una necesidad constante de...sí, provocar". No crea que la provocación es otra vez un tópico en otra entrevista a un artista. Marianella Morena me pide expresamente que ponga en esta nota lo que no me gustó de su última obra, Huele a fiera. No me gusta que las actrices canten, no le veo el sentido. Por momentos la confrontación entre las sirvientas y la patrona me parece estereotipada. "Me interesa mucho generar ese tironeo, ponelo en la nota por favor". Y así terminó esta entrevista de 48 minutos, en la que Morena, marcando un récord de palabras por minuto, expuso lo que ella piensa que debe ser hacer un teatro uruguayo. Y sin miedo a recalcar u-r-u-g-u-a-y-o. Aunque sea fuera de este país que se comprenden mejor sus intenciones.

"Me encanta observar al público. Es una cosa de, ¿qué miro? ¿La escena o el público? Miro a los dos."

-¿No te da temor ver alguna cara de desaprobación?

-Para nada. Me siento como una niña que observa un espectáculo en su totalidad. Me encantaría saber qué les espanta interiormente. No me afecta que alguien se enoje. Tampoco la crítica. No es mi finalidad, no busco determinadas reacciones efectistas, es imposible ponerse en el lugar del otro, uno trabaja desde lo que le pasa a uno.

Pasa y no pasa. "La gente viene y hay un acuerdo: es ficción pero te involucrás. Te vas a tu casa y sabés que es mentira. Esa dualidad es muy potente". Huele a fiera es un homenaje al dramaturgo francés Jean Genet en el que la ficción pervierte a la ficción a lo largo de todo el espectáculo. Los personajes, en un sentido clásico, no existen. Las tres actrices interpretan a la señora, a Sol y a Clara, a veces de forma simultánea. A veces cantan. Otras, escriben en una pizarra. Por momentos la actuación es sobria y luego exagerada, tal como indica Genet en el texto que inspiró esta obra, Las sirvientas. La escribió luego de que en los años `40 un crimen conmoviera a la población francesa: dos sirvientas asesinaron y descuartizaron a su patrona y a su hija. "El año pasado escuchando el emblemático y mediático caso de las domésticas de Carrasco me vinculé con este texto. Y me pasaron muchas cosas a la vez, me interesó recuperar y traer esa obra al hoy, hacerle una mirada mucho más política, mucho más social, porque Genet no lo hizo, él se desvinculó de cualquier tratamiento político o social. Me interesó muchísimo trabajar sobre las personalidades, en una personalidad como la de Genet, que fue toda la vida un marginal, un delincuente que pudo canalizar sus infiernos, su salvajismo y su crueldad en la escritura".

Fronteras cruzadas. "Yo siempre trabajo con varias plataformas que a su vez son fronteras y las cruzo". El primer cruce se da en el interior de la ficción misma, el segundo entre la creación del presente y la creación del pasado. El tercero tiene que ver con otros temas que atraviesan la obra, en este caso es colocar al lenguaje como el centro del poder en las personas, "y ahí aparece una zona que tiene que ver con hablar del poder en un contexto privado, íntimo. Para mí una obra tiene que ver con descubrir muchas capas." La provocación en esta artista no es un tópico: es la naturaleza sobre la que crece un espectáculo. Un ejemplo del primer cruce son esos personajes desdibujados. Uno del segundo es el texto de Huele a fiera, que retoma algunas frases textuales Las sirvientas y, sobre todo, la manera en que Morena monta en marzo de 2013 una obra de 1946. "Es como la convivencia en las ciudades: convivís con un edificio de 300 años y al lado tenés un kiosco y al lado tenés un afiche. Esa es la convivencia, la tolerancia, también el reconocimiento a quienes trabajaron antes que vos. El punto es qué hacés con eso, cómo te vinculás. Yo no destruyo a Shakespeare, Shakespeare está escrito. El punto es empezar a diferenciar lo que es literatura dramática y lo que empieza a pasar en la escena. Esto empezó a pasar en los últimos años en el teatro en el mundo: el concepto de autoría en la escena".

No ser una sometida. Marianella Morena primero fue actriz y luego dramaturga, después directora, y docente. Este proceso ocurrió porque quiso tener voz propia y que esa voz propia esté en la escena. Trabajó sobre textos de Molière (Don Juan, el lugar del beso), Florencio Sánchez (Los últimos Sánchez), Shakespeare (Las Julietas), Sófocles (Antígona oriental). Y ahora Genet. "Tengo un pensamiento profundo que vengo desarrollando que tiene que ver con la sumisión, y está muy relacionado con toda nuestra historia de colonización como uruguayos y como latinoamericanos, de eso el teatro no pudo escapar. Durante mucho tiempo el gran teatro era representar un clásico. El espectáculo no es de un autor que escribió un texto y luego viene alguien, hace un casting de actores y trata de que ese texto sea montado de la mejor manera posible. Ese es un teatro de representación y es una mentalidad de sometimiento. Ahí aparece mi confrontación con lo que significa representar. Yo no represento textos, yo trabajo con textos desde el hoy porque el teatro trabaja para el hoy. Yo trabajo para este público, no para la posteridad. Los textos dramáticos que han sobrevivido son semillas que responden a su momentos. Yo me vinculo con sus contenidos pero mi responsabilidad escénica es trabajar para mi público uruguayo porque soy una uruguaya y por lo tanto no puedo pensar desde un hombre que vive en Francia. Hemos crecido mirando al océano y diciendo que lo bueno pasa del otro lado. Por eso nos cuesta tanto reconocer a nuestros artistas y sin embargo desde afuera nos miran con mucho interés. En dos días empiezo una gira de un mes por Europa, me invitaron a dar una charla en La Sorbonne. Visité muchos países gracias al teatro y la gente que se acerca a hablarme le sorprende justamente que una latinoamericana hable de los clásicos desde un lugar tan propio. Eso es lo que el mundo está buscando, que el teatro, como el resto de las artes, tenga una identidad, y creo que esa es la única posibilidad que tenemos de exportación. Que el teatro uruguayo empiece a tener una identidad, como pasó con el argentino, y pasó porque ellos empezaron a trabajar un lenguaje que hablara de sus cosas. El teatro uruguayo qué es: ver a los uruguayos con un proyecto que permita identificarlos".

Resonancias. Es habitual que en el exterior Marianella Morena y su teatro funcionen como una muestra del teatro que se está haciendo en Uruguay. Pero la primera vez que viajó a Francia, becada, sabía más de Molière que de Florencio Sánchez. Y lo quiso cambiar. "Me propuse reconciliarme con un pasado que había desconocido. Soy la creadora que soy porque nací acá, las circunstancias geográficas e históricas te determinan. Me pasó lo mismo con la economía: no puedo depender de un subsidio para la puesta en escena de mis obras. Decidí trabajar con lo que tengo que soy yo, un grupo de actores y la posibilidad de escribir un texto. Estas decisiones que vas tomando respecto a tu realidad hacen que lo superfluo caiga y vaya quedando lo central. Eso potencia una identidad y potencia un lenguaje. Es lo mismo que le pasó al teatro argentino en los `90: no quisieron pagar más derechos de autor, no quisieron más vestuarios caros cuando los actores no podían costearse un café, eso es algo obsceno. Vos producís en función de la economía, siempre es la economía la que determina la estética. Tenés que trabajar desde lo que tenés y desde quién sos."

Como los cirujanos. Lo que se mantiene principalmente de Genet en Huele a fiera, dice la directora, es el concepto de la representación, "y ahí aparece mi zona más política". Genet no hace que las actrices roten sus personajes, Morena sí. Morena potenció los vínculos, fragmentó al texto y a los personajes. Los desarmó y presenta al espectáculo como a un cuerpo que puede ser abierto y expuesto. Ella sería la cirujana. "Vivimos en un momento en que representar es una cosa que está muy instalada. Se representa casi más en el espacio público y social que en espacio de la ficción. Cuando empezamos a naturalizar la representación nos parece natural que se tenga que decir lo políticamente correcto, que no sé lo que es lo políticamente correcto. Hay un corrimiento absoluto, un circuito de representación social constante en el que es difícil diferenciar las fronteras, esa para mí es la forma de descuartizar y hablar. Cuando la representación pasa al ámbito público lo que hacemos la representación tenemos que empezar a cuestionarnos qué hacer ¿Cómo trabajás la verdad de forma contemporánea? Además de los contenidos que elegís es cómo lo hacés, entonces yo fragmento. Cuando crees que un actor es un personaje te saco, te cambio el rol. Y lo visto de una manera pero es otra cosa, y eso es una forma de exponer y de abrir una realidad como si la escena tuviera su propio cuerpo, su propia carne y yo pudiera convertirme en cirujana. Y lo que hago es abrir y mostrárselo al público. Yo comparto preguntas, no tengo ninguna respuesta, como cualquiera. Yo considero que el rol del arte es elaborar preguntas. Uno funciona como una especie de catalizador que vive en determinado contexto, realidad y lugar y de acuerdo a su subjetividad y a sus emociones elabora esos procesos, a los que otros reaccionan. Por eso el teatro es como un mini laboratorio. Hay toda una red en el proceso de creación de una obra, que el espectador muchas veces desconoce, que es algo interno del trabajo que a mí me parece que te da un enorme crecimiento. Por eso el teatro es adictivo y su creación es una provocación en sí misma. Con la puesta del sol no alcanza, ¿no? Algunos se vuelcan por la religión pero el arte es la religión de los ateos. Y yo soy atea".

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar