El niño de barro

Esta coproducción argentino-española nos traslada al Buenos Aires de la década de 1910, cuando se hizo famosa una serie de asesinatos a niños cometidos por un adolescente apodado "El petiso orejudo" (Cayetano Santos Godino). Para contar la historia, en su primer largometraje de ficción el documentalista madrileño Jorge Algora elige a Mateo (Juan Ciancio), un niño que desde hace años sufre unas pesadillas que lo hacen adelantar esos crímenes, lo que lo convierte también en principal sospechoso. Lo defiende su madre (Maribel Verdú), una española en pareja con un policía bastante agresivo, la que se hará oír por el comisario (Daniel Freire) y el médico forense (Chete Lera) que se ocupan del caso. Lo que atrapa del film es la muy buena y cuidada reconstrucción de época hecha en tonos sepia. El problema con la historia es que muchos ya conocen el final pero, los que no, pueden dejarse llevar por un thriller cuyo pecado es caer muchas veces en la artificialidad. Hay explicación para las pesadillas de Mateo, alguna vuelta de tuerca bien resuelta y alguna insinuación romántica. El resultado es, al menos, interesante.

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