Dejen que el pájaro cante

Voy bajando unas escaleras. Me sorprende un austero afiche. Llega el poeta Ernesto Cardenal. Mañana. Un afichito así nomás, y sin anestesia, anunciando que viene el más importante poeta vivo.

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Barilari con el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal en el Centro Cultural Latino de la Universidad de Illinois, en Chicago.

Al otro día llego al Centro y lo encuentro solo. Matando el tiempo. La misma boina horizontal coronando la larga cascada de pelo plateado que le conocemos de las fotos. Camperita de gabardina gris sobre camiseta blanca. Vaqueros bastante usados y unas sandalias como del Chuy.

Es mucho más chiquito que en las fotos. Es realmente petiso, el Poeta. Como Neruda.

Habla poco y en voz monocorde a causa del cansancio. Se reclina insistentemente sobre una baranda, buscando relax para esas espaldas que llevan 83 años a cuestas.

Cuando llega la hora, me pide que lo ayude a subir los pocos escalones hasta el salón de actos.

A escuchar a Cardenal han venido apenas unas cincuenta personas. Y los diarios no se enteraron.

El poeta se instala trabajosamente en el estrado.

Cuando le toca, se acerca al micrófono y ocurre la metamorfosis. La voz se le abaritona y crece en decibeles. De golpe está dicharachero, juguetón y desafiante.

Explica que sus Cánticos Cósmicos combinan poesía y ciencia, política y poesía y las tres cosas entre sí. Y lee.

"En el principio no había nada ni espacio ni tiempo.

El universo entero concentrado en el espacio del núcleo de un átomo, y antes aún menos, mucho menor que un protón, y aún menos todavía, un infinitamente denso punto matemático.

Y fue el Big Bang.

La Gran Explosión.

El universo sometido a relaciones de incertidumbre, su radio de curvatura indeterminado, su geometría imprecisa con el principio de incertidumbre de la Mecánica Cuántica, geometría esférica en su conjunto pero no en su detalle, como cualquier patata o papa indecisamente redonda, imprecisa y cambiando además constantemente de imprecisión todo en una loca agitación, era la era cuántica del universo, período en el que nada era seguro: aún las "constantes" de la naturaleza fluctuantes indeterminadas, esto es verdaderas conjeturas del dominio de lo posible.

Protones, neutrones y electrones eran completamente banales.

Estaba justificado decir que en el principio la materia se encontraba completamente desintegrada.

Todo oscuro en el cosmos.

Buscando (según el misterioso canto de la Polinesia) ansiosamente buscando en las tinieblas, buscando allí en la costa que divide la noche del día…

Esa poesía a veces fluye de manantial sereno, como diría Machado. Otras, se encrespa con ecos bíblicos. Por momentos se hunde en las tinieblas de la guerra contra Somoza. Y asombra todo el tiempo".

Termina. Aplausos. Vienen las preguntas. Aclara que sigue siendo sacerdote pero está suspendido por El Vaticano, no puede administrar sacramentos. "Lo cual no tiene ninguna importancia porque mi vocación no era administrar sacramentos sino predicar el Reino de Dios en la Tierra".

Se identifica con los antiguos profetas. Dice que el Reino de Dios en la Tierra es la Revolución. Alguna gente se mira. Apoya a Fidel Castro y a la revolución bolivariana de Chávez. La gente se sigue mirando.

Cuando lo aprietan con preguntas sobre el fracaso del comunismo y su visión incambiada del mundo, ni se inmuta. Sigue igualito, como si en vez de 2008 esto fuera 1968.

La diferencia es que denuncia a Daniel Ortega como un dictador que ha traicionado a Nicaragua y al Sandinismo.

Según yo, Barilari, de la utopía comunista lo que nos queda es la pantagruélica dictadura china, que esclaviza a su gente y envenena el planeta. Por otro lado, el sueño de Milton Friedman sobre su santidad el Mercado, que todo lo iba a regular, ha desembocado en la debacle de un sistema rapaz que privatiza las ganancias y socializa las pérdidas. Que vende la guerra y depreda los recursos naturales. Onda Bush.

Los ideólogos, los teólogos y los economistas, nos han fallado. Nos queda la poesía.

Como teólogo y como ideólogo, Ernesto Cardenal es un buen poeta. ¡Pero qué poeta!

barilarius@yahoo.com

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