De rechazado en el casting a favorito a ganar el certamen: la historia de Alan Lez de "La Voz Argentina"

El participante con mayor repercusión del certamen de canto sigue sumando apoyo del público y ofreció un show en Jackson Bar de Montevideo. "Siento presión pero finjo demencia", dice sobre las instancias finales del programa.

Alan Lez en Jackson Bar de Montevideo. "Los uruguayos son muy cálidos", indica.
Alan Lez en Jackson Bar de Montevideo. "Los uruguayos son muy cálidos", indica.
Foto: Alejandro Alonso

Apareció por primera vez en pantalla el 30 de junio y automáticamente se convirtió en el favorito del público. Su interpretación de Prisionero de Miranda es la “Audición a ciegas” más vista de La Voz Argentina en You Tube con tres millones y media de reproducciones. Y el furor no terminó ahí, porque la repercusión de cada una de sus participaciones en el ciclo es tal que hasta lo convocan para hacer shows en Montevideo. Alan Lez, diseñador gráfico de 29 años, cuenta su historia a El País horas antes de su presentación en Jackson Bar y relata el camino desde que fue rechazado en el primer casting del programa hasta su actualidad como el principal candidato a ganar la competencia.

-Tuviste tu primera participación en La Voz Argentina hace dos meses y te convertiste rápidamente en el favorito del público al punto de que estás haciendo shows hasta en Montevideo, ¿ya tenés un público que te sigue también en Uruguay?

-Sí, me escribe mucha gente de Uruguay. Cuando dije que iba a estar en Montevideo recibí muchos mensajes preguntando en qué lugar tocaba. Hay gente que se acerca por lo musical y también mucha que lo hace por la historia que ve en redes. Lo divertido del programa es que el público no solo conoce lo que cantás sino también de tu vida.

-¿Cómo fue el proceso previo a que te elijan para estar en el programa?

-Primero hubo un casting presencial en Buenos Aires en febrero. Yo fui a las seis de la mañana: me dieron 15 segundos para cantar y yo hice Oh Darling de The Beatles, pero en ese rato uno no puede mostrar mucho y se mezclan varias emociones. No quedé. Después hubo una segunda instancia por Tik tok. Ahí mandé la canción Prisionero de Miranda y quedé.

-¿Qué te pasaba por la cabeza al momento de la Audición a ciegas, tu primera participación en el programa?

-Ahí es a todo o nada. Se prenden las luces y hay que darlo todo. El momento en el que hay que agarrar el micrófono y cantar tiene mucha adrenalina. Uno entra en una vorágine en la que todo puede salir muy bien o muy mal. A mí me pasó que estaba como en un trance. Me metí en la canción y no era consciente de lo que pasaba alrededor. Cuando terminé la audición me olvidé de cuál coach se había dado vuelta, qué me habían dicho y qué había respondido. Fui a ver el video después para saber lo que había pasado. Tuve la posibilidad de que a la gente le guste, y eso es lo más importante. Me encanta ver que hay gente que dice que repitió el video muchas veces o que pide que salga esa versión en Spotify.

-Ya venías haciendo shows y hasta habías lanzado un álbum con temas propios, ¿sentías una presión mayor al exponerte a la posibilidad de que ninguno de los coaches aprueben tu presentación?

-Sí, pero lo principal es que es una oportunidad. Uno siempre puede sacar algo bueno para que le sirva, tenga o no tenga experiencia previa. Ale Sergi dijo que el escenario de La Voz te cambia la vida, así sea para ser un artista reconocido o para trabajar en otros aspectos de la música. Yo creo que es así.

-En la Audición a Ciegas, Soledad Pastorutti “bloqueó” a Miranda para que no puedas ir a su equipo y terminaste eligiendo a Lali Espósito, ¿si no hubieran estado bloqueados hubieras ido con ellos?

-Hubiera elegido a Miranda. La Sole estuvo bien en bloquear. Pero yo quiero seguir el camino del pop y siempre tuve a Lali como la segunda opción. Igual con cualquiera de los jurados hubiera aprendido un montón.

-¿Cómo es trabajar con Lali y compartir grabaciones con los otros coaches?

-Que el primer día se haya acercado Miranda a saludarme y decirme todo lo que me dijeron fue un honor. Y Lali es una persona muy cercana y muy cálida. Yo siento que soy su mejor amigo. Me da muchos consejos con la performance y la interpretación, que es a lo que le da más importancia. Pone el foco en comunicar y transmitir la canción de la mejor manera. Yo lo vivo como algo surrealista: un día estaba en mi casa comiendo un guiso con mi vieja y al otro estaba cantando con Lali y La Sole ahí enfrente.

-¿Recordás la primera selfie que te pidieron al reconocerte por el programa?

-Fue en el gimnasio unos días después de que saliera al aire la audición a ciegas. Se me acercó alguien y me dijo “hablamos en el grupo de Whatsapp de la familia de vos y de tu audición, ¿le podés mandar un saludo a mi abuela y a mi tía?”. Fue muy lindo.

-¿Sentís una presión extra en estas instancias finales por ser el participante que tuvo mayor trascendencia? La gente te imagina ganador.

-¡Hay mucha presión! Pero hasta que no suceda puedo fingir demencia como que no sé lo que está pasando. Yo agradezco porque esa presión es el resultado de todo el cariño que me da la gente. Sí se siente la presión de querer impactar en cada canción y está el desafío de alejarse de lo que el público ya vio de mí. Cada vez que hago algo distinto me da miedo, pero es parte de la carrera de cualquier artista.

-Te han vinculado sentimentalmente a Pablo Cuello, el participante con el que cantaste a dúo, ¿tuviste algo con él?

-No, somos muy amigos. Está bueno eso que sucede en redes porque habla de una amistad que trascendió la pantalla. También me shippearon con Santi Talledo y con mi amigo Agustín que me acompañó a la audición a ciegas.

-¿Cuál de los shippeos tiene mayor asidero en la realidad?

-Todos son amigos. Es lindo que la gente me quiera ver con alguien. Además todos son hermosos y los amo.

Alan Lez en Jackson Bar.
Alan Lez en Jackson Bar.
Foto: Alejandro Alonso

-¿Qué te inspira a la hora de componer tus temas?

-Tengo un álbum propio que saqué hace un año. Escribo mucho de lo que siento en el momento. Las canciones narran mi proceso de cuando decidí mudarme de San Antonio de Padua a la ciudad. En aquel entonces estaba saliendo de la casa de mis viejos para irme solo e intentar cumplir mi sueño de vivir de la música. Yo soy diseñador gráfico y laburaba con una productora, pero quería encontrar el equilibrio con la música que es algo que me gustó siempre. Toqué mucho en bares de Palermo, Belgrano y Recoleta, y con mi padre y un amigo guitarrista llegamos a hacer una gira por el interior y algunas zonas de Buenos Aires.

-¿Cómo recordás tu vida en Zona Oeste, en San Antonio de Padua?

-Le tengo mucho cariño a la ciudad. Es donde crecí y donde aprendí música. Mi vieja vendía cosas por internet y mi papá trabajaba de albañil. Después sufrió dos ACV y tuvo que dejar de trabajar. Yo me mudé a Palermo y al año siguiente se movieron ellos también.

-¿Cómo impactó la situación de tu padre a la dinámica de la familia?

-Muchísimo. Mis viejos están separados, pero madre lo ayuda. Yo me cargué un poco la mochila de sacar la familia adelante. Salimos de esa situación juntos. Ahora él se sigue haciendo estudios y está vulnerable, pero es muy luchador. Se levanta de buen humor todos los días. Estuvo seis meses haciendo rehabilitación y se maneja con un bastón porque no puede mover el brazo y una pierna. Lo que me gusta es que pueda disfrutar de lo mío. Que mi papá esté para vivir esta experiencia a mi lado es parte del éxito de esta situación. Voy a su casa y vemos el programa juntos. Eso lo agradezco.

-¿Qué significa el tatuaje de la calavera que tenés en el brazo?

-Es una calavera de cristal. Tiene que ver con la creatividad y funciona como una especie de prisma como el de Pink Floyd. Me lo hice en Nueva York en un viaje con mi papá antes de que le agarraran los ACV, por eso es tan especial. Fue un viaje hermoso que hice para conocer lugares icónicos de la música.

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