Fabián Muro
Desbordado. Así está Antonio, trabajador a domicilio, un "manitas", diría un español. Alguien que tiene la habilidad de arreglar cosas de las casas ajenas. Y que cobra por eso.
Antonio -quien como los otros profesionales consultados para esta nota, prefiere no dar apellido seguramente porque su trabajo no es de los más formales- hace 23 años que repara, instala y mantiene lo que le pidan los clientes. Se lo puede llamar para todo lo que tenga que ver con equipos sanitarios, instalación eléctrica o trabajos de albañilería. Eso sí, hay que esperar. "Hoy tengo los próximos dos meses ocupados, algo que antes no me había pasado. Se ha ido incrementando de manera constante la cantidad de laburo", comenta en una pausa entre un trabajo y otro.
Le faltaron dos años para recibirse de técnico en la Universidad del Trabajo (UTU), pero con lo que aprendió durante el tiempo que estuvo, y varios cursos de capacitación y especialización que hizo por su cuenta, le alcanza para ganarse la vida: saca entre 30.000 y 35.000 pesos por mes. Y eso que nunca tuvo que publicitar su trabajo. "Nunca me faltó laburo, ni siquiera durante la crisis de 2002", afirma.
Al mismo tiempo que desde el gobierno se anuncia un nivel de desempleo históricamente bajo -un 6,3% de acuerdo al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social- también se afirma que sigue la tendencia descendente de subempleo e informalidad.
"Antes de egresar, en las áreas de sanitaria y carpintería, están todos ocupados. No se los encuentra para que vengan a trabajar para uno", dice la directora de la Escuela Superior de la Construcción, de UTU, Carmen Buiño. En lo que hace a albañilería, la relación entre los que ya trabajan y los que no es "60-40" de acuerdo a la jerarca.
Buiño dirige una escuela con 1.650 alumnos que, según ella, es sinónimo de "oficio". "Ya está instalada la idea de que si uno quiere tener un oficio, viene acá. En estos días tenemos un obstáculo: mucha gente quiere entrar, pero como exigimos hasta tercero de liceo y son tantos los que desertan , no pueden ingresar (a la UTU)".
La construcción es un sector particular, dice el director de la Escuela Ma-Pa Homero Mieres, ex candidato del Partido del Sol. Ma-Pa es una institución privada que ofrece cursos para unos 100 oficios con "varios miles de alumnos", según Mieres, quien no quiere dar una cifra exacta. Hay que formar gente rápido, de acuerdo a las necesidades del mercado, dice el director. Agrega que hoy hay mayor demanda por electricistas y que se armó un curso de cuatro meses de Construcción y Revestimiento, "aunque eso apunta más hacia el mercado regularizado".
Lalo no sabe si la tendencia es ascendente o descendente y poco parece preocuparle. Con la cantidad de trabajo que tiene -"en esta época estoy haciendo entre 12 y 15 baños al año"- tiene bastante de qué ocuparse.
Hace 17 años que se especializa en instalaciones sanitarias y revestimientos. Entre el ruido de martillos y otros sonidos típicos de una reforma hogareña, da la misma versión que Antonio en una breve charla con Qué Pasa: "Hacía años que no tenía tanto trabajo. La última vez fue del `98 al 2000, cuando habían terminado la quinta línea de bombeo, que hacía que muchos baños tuvieran problemas. Luego estuvo todo bastante quieto. Hasta ahora". Lalo obtiene entre 20.000 y 25.000 pesos por mes.
Álvaro, en tanto, llega a la casa de un cliente, instala un calefón y un estante en la cocina. Se demora entre 30 y 45 minutos. Por eso cobra, esa vez, $ 800 pesos. "Por suerte, sobra el laburo", dice antes de despedirse y visitar otra casa, sin querer decir cuánto gana mensualmente.
Buena parte de la demanda para esta mano de obra calificada viene de una clase media que hoy ve el futuro con mayor optimismo y que además de consumir fuera del hogar -el rubro hotelería y restaurantes es el que más empuja los precios hacia arriba en el espiral de la inflación- también mira hacia adentro, para arreglar, ampliar o embellecer la casa. "Ahí va, clase media. Así se podría definir a mis clientes. Tengo entre 40 y 50 fijos, y algunos esporádicos. Avenida Italia es lo que separa al que hace del que no hace. Hacia el sur, trabajás. Hacia el norte, no", dice Antonio, que se mueve principalmente en Pocitos, Malvín, Punta Gorda y el Centro.
Los tres trabajadores consultados comparten varias condiciones: no se recibieron de técnicos, se desempeñan en el sector de la construcción, se armaron su cartera de clientes gracias al boca a boca y forman parte de la informalidad laboral. Las boletas son excepcionales. Lalo es el único que ha abierto y cerrado una empresa unipersonal, en ocasiones que era imprescindible. Los costos de mantener abierta una unipersonal hacen que no rinda estar regularizado, según él.
Como ellos hay muchos. De las 1.700.000 personas que forman la población económicamente activa en Uruguay, un tercio -algo más de medio millón de trabajadores- presenta problemas con el empleo, según los datos más recientes del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Y de ellos, un 30% no aporta al Banco de Previsión Social. Eso equivale a unos 190.000 trabajadores. "Buena parte de los informales trabaja en la construcción", constata un informe de Presidencia presentado a fines del año pasado.
Esos universos -el regular y el informal- no están separados, de acuerdo al presidente del Sindicato Único de la Construcción Oscar Andrade. "El mismo trabajador que durante cuatro meses está en una obra con todo en regla hace changas para los vecinos: le coloca unos azulejos, le revisa la instalación eléctrica, le cambia un vidrio...".
Informal en los papeles no equivale a informalidad en lo profesional. En este negocio, la palabra y el trabajo bien hecho es lo que permite sostener una trayectoria. Antonio llega a su casa y muy rara vez revisa y pone en orden las cuentas. Lalo, por su lado, dice lo mismo. Pero son confiables en lo que hace a sus tareas. "Es que si no lo sos ¿cómo te van a recomendar? ¿Y cómo vas a poder entrar a la casa de alguien?", pregunta Antonio.
Hay un documento elaborado por varias agencias estatales y de gobierno que pretende recortar la cantidad de informales en el mercado laboral. Presentado en octubre del año pasado, el informe da cuenta de varios proyectos para captar a la mayor parte de esos 190.000 trabajadores que hasta hoy eluden impuestos pero también carecen de cualquier beneficio o protección que pueda ofrecer el sistema de seguridad social uruguayo.
"La informalidad no es una opción", dice Andrade. Para él, esa actitud es tácitamente abrazada por una parte de la patronal para eludir tributos y aportes, aunque es consciente de que es muy difícil regularizar a trabajadores que viven de las changas y llegan a ganar unos 35.000 pesos por mes, como Antonio. "No tengo aguinaldo o sueldo vacacional, por ejemplo. Y ahorro para mi jubilación en un seguro privado", explica Antonio, para quien la suerte ya está echada. Hace mucho que es informal y lo seguirá siendo hasta que se retire. Lo importante para él es el trabajo bien hecho. "No se puede ser un chapucero".
Precios
Algunos presupuestos para trabajos en el hogar:
v Baño de 2X2: 32.000 pesos.
v Limpiar grasera: 500 pesos.
v Membrana para azotea: 18.000 pesos.
v Instalación de sistema operativo: 600 pesos.
v Limpieza de virus en PC: 300 pesos.
Perfil. Atienden a clientes de clase media, no están regularizados y trabajan gracias al "boca a boca".
190.000
trabajadores estarían fuera del mercado laboral regularizado, según un cálculo de Presidencia.
35.000
pesos mensuales puede ganar un trabajador que hace el mantenimiento y los arreglos hogareños.
25.000
personas trabajan todo el año en la construcción, según el Sunca. El resto a menudo hace "changas".
1.650
alumnos cursan la Escuela Superior de la Construcción, de donde sale gran parte de los técnicos.
Avance digital
"Nos gustaría tener más alumnos, pero no tenemos lugar. Las salas para informática son muchas y las reformas edilicias serán recién el año que viene", dice Carmen Buiño, directora de la Escuela Superior de la Construcción, donde además de formar a gente en oficios como albañil y sanitario también forma a ayudantes informáticos de arquitectos. A medida que son cada vez más los que acceden a un PC, aumenta la demanda de técnicos informáticos. Mauricio estudió en Bios y se graduó en programación y administración de redes, pero hace de todo un poco. "Desde instalar un sistema operativo hasta limpiar virus. Tengo unos 40, 50 clientes, desde amigos, conocidos y vecinos a gente que me llama porque alguien me recomendó".