Retorno de cerebros

| La fuga de cerebros tiene su contracara positiva. Los emigrantes altamente calificados que vuelven al país dicen que el motivo primordial es el vínculo con su familia, pero también planean devolverle algo al país en que crecieron.

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Paula Barquet

Se fueron del país. Tenían oportunidades de crecer y triunfar en puestos de primer nivel y mercados grandes. Aspiraban a una vida mejor, mejores salarios, mejores trabajos. Y lo consiguieron. En el primer mundo los recibieron con los brazos abiertos. Son los cerebros que se fugaron y hoy deciden volver al país en que nacieron y se criaron.

Juan Dubra asegura que nunca vio algo igual, por lo menos en los últimos 10 años. Muchos de sus amigos o conocidos están retornando y vienen, en principio, para quedarse. Él es capaz de nombrar al menos cinco hombres de negocios que decidieron volver a Uruguay. Sus allegados, a su vez, también mencionan dos, tres, cuatro emigrantes en esa situación.

Además de ser uruguayos, entre los 30 y 40 años, y haberse ido a probar el primer mundo en la década de 1990, tienen en común otra condición: son altamente calificados en cuanto a su formación y experiencia laboral. Sus currículums hacen gala de masters, posgrados, doctorados, puestos gerenciales en reconocidas empresas multinacionales. Y ene sus discursos, además de palabras en inglés que se cuelan naturalmente, se encuentra otro denominador común: haber visto cómo se pueden hacer las cosas bien, y tener ganas de que en su país ocurra lo mismo.

No vuelven porque les haya tocado de cerca la crisis financiera. No conocen a casi nadie que se esté volviendo por ese motivo. Tampoco vuelven con ayuda del Estado, como sí lo hicieron 75 núcleos familiares repatriados en 2008 por indigencia en el exterior.

En el círculo en que se mueven, la decisión de migrar otra vez tiene mucho más que ver con lo emocional, los vínculos, la cercanía, la familiaridad. Después de haber triunfado, las raíces apremian.

CAMBIO DE VIDA. Martín Naor (37) estudió administración de empresas en la Universidad Católica. Antes de irse a Estados Unidos hizo un MBA en el Instituto de Estudios Empresariales de Montevideo (Ieem). Hoy trabaja en una oficina provisoria en Microsoft Uruguay. Llegó de Fort Lauderdale, Estados Unidos, hace sólo 15 días.

Con apenas su laptop y un teléfono fijo-de última generación, que obedece únicamente a sus huellas digitales y por el cual también escribe mensajes en una pantalla- hace su trabajo. Naor tiene a 70 personas a cargo distribuidas en 44 países. En realidad todavía es como si estuviera allá. Sigue siendo director de ventas a fabricantes de hardware para Microsoft Latinoamérica, pero desde Uruguay, y dejará de serlo en julio. Renunciará a Microsoft después de 11 años, dos acá y nueve en Estados Unidos.

"Hubo dos razones", explica. "Una, que hace seis meses tuve mi tercer hijo y decidimos venir a Uruguay para que los niños crecieran con sus abuelas, bisabuelas, y estuvieran con la familia extendida. Esa fue la decisión principal".

Su hija más grande tiene siete años. Ya era tiempo de tomar una decisión. "Estábamos en un punto en que o le dábamos raíces en Uruguay, se criaban y hacían su grupo de amigos acá, o encarábamos una carrera más internacional, con cosas que a mí me divertía mucho hacer". Reconoce que esa "carrera internacional" incluía irse a vivir a Singapur o China.

El segundo motivo para volver, cuenta Naor, es que éste era "un buen momento para cambiar de actividad".

Todavía no decidió a qué se va a dedicar. Habla con sus amigos y todos le dan ideas de cómo ocupar su tiempo. Por ahora sólo tiene dos certezas: cuando deje Microsoft estrenará sus palos de golf, y no se dedicará a la política. Considera mejor el canal "comercial o capitalista" porque genera "menos fricción" que el político.

Sorprende cuando asegura que le interesa mucho la "filantropía infantil": "¿Qué se puede hacer en Uruguay para ayudar al desarrollo infantil, trabajo con niños carenciados y demás?", se pregunta. "No he podido dedicarle, hasta ahora, más tiempo que el de firmar cheques. Tengo ganas de ponerle un poco más de intelecto y ganas".

Martín Herrera (39) es otro uruguayo -aunque venezolano de nacimiento- que volvió. También trabajó muchos años en Microsoft desde Fort Lauderdale, pero renunció antes de volver a Uruguay y se tomó dos años sabáticos para recorrer el mundo con su esposa brasileña.

En ese tiempo comenzó a dedicarse a la fotografía. Se estableció en Los Ángeles, donde además de sacar fotos trabajó como consultor en temas de negocios. Herrera es administrador de empresas por la Universidad ORT y tiene un master en Psicología de la Universidad de Santa Mónica, de Estados Unidos.

Volvió hace un año contratado por una empresa uruguaya, Infocorp, para la que ya trabajaba como consultor desde Los Ángeles. Asegura que es una excelente empresa pero que trabaja ahí para pagar las cuentas. El resto de su tiempo hace lo que realmente le gusta: fotografía documental y final photography. "Esa es una de las razones por las que quería volver: para reconocer Uruguay desde la óptica de un fotógrafo". Además, aclara, es la óptica de un fotógrafo que cambió mucho.

"Cuando me fui, gran parte de lo que movía mi vida era el trabajo, la carrera. Hoy vuelvo muy distinto, con ganas de encarar algún proyecto en el que pueda hacer fotografía con cierta contribución social. Tengo mucho aprecio por los años que viví en Uruguay, y de alguna manera quiero poder devolver".

Los últimos tres meses Herrera se contactó con organizaciones sociales a las que ha ayudado, a través de la fotografía, a conseguir fondos.

Otro de los motivos por los que volvió, al igual que Naor, fue de índole familiar. La diferencia es que él y su esposa no tienen una raíz en común, por lo que pensaron en muchos destinos antes de éste. Finalmente eligieron Uruguay para criar a sus hijos por a la seguridad -"y sé que muchos uruguayos pensarán que estoy loco, pero comparado con otros lugares, como San Pablo..."- y por el "apoyo". Se refiere a que en Los Ángeles es increíblemente difícil y caro tener una empleada.

"Son momentos distintos de mi vida en los que hoy priorizo mucho más el hacer las cosas que me gustan, tener a mi familia y a mis amigos cerca, y poder tener una calidad de vida que para mí es fantástica", asegura.

Adrián Zak (36) y John Davies (35) volvieron de Londres. Los dos trabajaron en finanzas, el primero en Citigroup, como director de un departamento de inversión, y el segundo en una consultora de riesgo llamada Algorithmics y en un banco londinense.

Zak regresó al país hace un año, después de casi 10 años en el exterior. Primero se fue a hacer un MBA en Chicago, luego se mudó a Nueva York y recién después a Londres, donde vivió ocho años con su mujer.

"Me fue muy bien. Trabajé en dos de las tres capitales financieras del mundo". Cuenta que dejó su trabajo allá para estar cerca de su familia y amigos. Cuando se fueron siempre fue para volver. Cada año decían `el siguiente`, e iban postergando la decisión. El empujón definitivo lo dio el tercer hijo en camino.

Hoy se dedica a la docencia en la Universidad de Montevideo, donde siente que puede devolverle algo al país, enseñando a sus alumnos que, además de lo que dicen los libros, allá afuera pasan "otras cosas".

Tiene otros "proyectos" en el rubro de asesoramiento a empresas y por ahora piensa seguir así. Dice que al volver perdió en cuanto a oportunidades laborales. "Estás muy limitado acá", opina.

John Davies estuvo casi 10 años en Londres. Se fue a hacer un master en finanzas en la Cass Business School, y después se quedó a vivir allá. Volvió hace muy poco tiempo contratado por Dominion Investment Group, un fondo de inversión que tiene como objetivo captar clientes que necesiten una opción para invertir.

"La idea es formar una red de distribución para toda Latinoamérica, con oficina en Uruguay, y mi trabajo es coordinar esa red", explica.

Davies y su mujer tenían pensado volver al país, pero no ahora. Su hija mayor tiene solamente tres años, por lo que todavía no sentían que era importante que se vinculara con sus parientes. De todas formas, surgió esa oportunidad en Dominion y evaluaron que era muy interesante. Además, afirma que gana mucho en calidad de vida y vínculo con su familia.

"Es más fácil la vida acá. Me subo al auto, me voy a la playa y ya tengo un día de diversión armado. En Europa es más complicado, todo hay que programarlo. Acá la vida es más sencilla, y tal vez más simple", opina.

"¿Devolver algo? Sí, lo pensé muchas veces, pero no me volví por eso, sino pensando en mi familia", reconoce. Dice que ayudar, a gente conocida o no, siempre "está en el tintero" para él, pero que todavía no tiene nada definido.

"Me parece que todos, o al menos muchos, piensan en volver a ayudar. Pero a la hora de decidir mudarse, no creo que nadie venga por eso. A no ser que ya hayas hecho todo lo que quisiste hacer. Pero creo que no es nuestro caso. Nosotros estamos en plena actividad".

QUÉ LINDO MI PAÍS. Naor, Herrera, Zak y Davies son hombres que estudiaron, se especializaron, y vivieron una década en el primer mundo. No son los cerebros recién salidos de la educación uruguaya; ellos tienen trayectoria, y vienen a volcarla acá.

Sus ideas y proyectos, de componente más o menos social, tienen que ver con sacar adelante el país que parece no haber cambiado mucho después de 10 años. "¡Siguen estando los mismos carteles de Lacalle!", comenta Davis.

Con una visión "todavía de extranjero", Naor asegura que los cambios políticos en este país, a pesar de lo que se cree, han sido mínimos. "Variaciones sobre el mismo tema, como se dice en música clásica", ironiza.

A Herrera le sorprendió la mugre de las calles, aunque también notó que la gente viste de forma más colorida, sobre todo los adolescentes. "Parecen más alegres y con más ideas que las que tenían los jóvenes en mi época", dice. Davies destaca lo caro que está Montevideo, teniendo en cuenta su fama de ser una de las ciudades más baratas del mundo.

En cierto sentido su visión del país es patética y optimista a la vez. Hay mucho para hacer, pero el mercado es chico y no les da demasiadas opciones de trabajar en lo que se especializaron.

El departamento de ventas del libro de clasificados de El País hizo un relevamiento para Qué Pasa del tipo y la cantidad de avisos que se publican para este tipo de profesionales.

La mayoría de las ofertas laborales de esta índole aparecen entre julio y setiembre. En los meses que corren figuraron algunos. No se ven más de dos o tres por domingo, aseguran desde El Gallito Luis. Los perfiles requeridos incluyen experiencia y especialización. Los puestos más comunes son de gerentes para las áreas de marketing, ventas, y planificación estratégica, en empresas multinacionales o uruguayas en expansión.

De todas formas, para los profesionales altamente calificados que vienen del exterior, las oportunidades son mínimas.

Davies percibe que Uruguay ha mejorado y hoy tiene algunas propuestas interesantes. Igual, asegura que las ofertas laborales en Londres son infinitamente mayores y mejores.

Pone un ejemplo. Si alguien decide buscar trabajo en Londres, tiene que mandar 500 currículums. "Hay trabajos por todos lados, distintos, en compañías grandes, en compañías medianas. Mucha variedad y mucha especialización. Acá abrís El Gallito y es una tristeza. La ventaja de Uruguay es que te movés por contactos, cosa que en Londres no ocurre. Son mercados completamente distintos", enfatiza.

"Creo que sí hay propuestas muy interesantes en Uruguay, de hecho considero que yo estoy en una", opina Herrera. "Pero cuando miro alrededor, no veo muchas empresas en las que me muera de ganas de trabajar por la visión que tienen, o por cómo planifican", confiesa.

Zak volvió de Londres sin trabajo. Reconoce que tampoco ha buscado mucho, aunque vio "algunos avisos" en el libro de clasificados.

Pareciera que ninguno de ellos tiene esperanzas de trabajar igual de bien que allá. No sólo en relación a la retribución salarial, sino también en cuanto a los cargos a ocupar.

"No le podés pedir peras al olmo. Uruguay es un país chico y nunca va a tener la diversidad de propuestas que tiene Inglaterra", dice Davies.

Cuenta que se fue del país porque no estaba muy satisfecho con las oportunidades. Hoy, de regreso, es consciente de que acá, aunque tenga ocho años de especialización en Inglaterra, "tenés que venir a hacer algo más simple". "No hay muchos negocios en Uruguay", concluye.

Y además de perder en lo laboral, se pierde mucho en lo cultural. Los cuatro coinciden. Acá no se encuentra la diversidad multicultural en el equipo de trabajo, como encontró Zak en Londres. Ni las ofertas infinitas en cursos, muestras y exhibiciones de fotografía, como tenía Herrera en Los Ángeles.

"¿Qué perdés? Contacto con el mundo", responde rápidamente Davies. "Hay muchas cosas que están pasando en Londres que acá no van a pasar nunca: desde un espectáculo teatral, hasta una oferta laboral distinta".

Estos cuatro emigrantes estuvieron dispuestos a ceder en todos esos aspectos a cambio, básicamente, del contacto con los suyos y de un lugar para que sus niños crezcan con raíces.

"La parte material, la comodidad y la falta de fricción en un montón de cosas es lo que voy a extrañar, pero creo que lo que voy a ganar es mucho más importante, y eso es lo que venimos a buscar", sintetiza Naor.

Nadie puede argumentar con certeza que los uruguayos altamente calificados estén volviendo al país: ni el Departamento 20 de Cancillería -que tiene el registro desactualizado (ver recuadro)- ni los propios emigrantes. Sin embargo, parece un fenómeno en crecimiento.

"Escucho historias de uruguayos que se vuelven. Tengo gente que conoce gente, y algunos amigos personales que se están volviendo. Te diría que hay un interés en considerar la propuesta de volver a Uruguay", opina Herrera.

Zak es aún más contundente: "A grandes rasgos, casi todos los que nos fuimos a estudiar y nos quedamos trabajando tenemos ganas de volver, al menos a la región. De mis amigos uruguayos en Londres que están hace años, muchos están volviendo y otros hablan de volver".

Naor estima que varias decenas de uruguayos con muy buena preparación y experiencia están retornando al país, probablemente entre los últimos 12 meses y los próximos seis.

"Me da la sensación de que hay una cantidad de uruguayos volviendo, y va a ser interesante ver si se junta masa crítica, organización y ganas como para poder hacer algo", plantea, y después agrega: "Hay que ver si tienen manera de influenciar a su círculo cercano como para prender esa llama y generar ganas de cambiar".

2.000 son los uruguayos altamente calificados que residen en el exterior, según datos de Cancillería a marzo de 2008.

32,5% de estos profesionales muy capacitados se desempeña en actividades empresariales.

45,6% trabaja en ciencia y tecnología, categoría que incluye ciencias sociales, ciencias médicas e ingenierías.

66% de los emigrantes altamente calificados son hombres.

50% del total de estos profesionales reside en Estados Unidos.

Las mujeres de los triunfadores

Durante su estadía en Estados Unidos, la esposa de Naor se dedicó a cuidar a sus hijos y a trabajar para una fundación llamada Reaching you, cuyo objetivo es captar fondos de uruguayos en el exterior para invertirlos en Uruguay. La esposa de Davies emigró del país desempleada, pero consiguió trabajo en un banco londinense rápidamente. Le fue muy bien y luego hizo un MBA. Por otro lado, el especialista en finanzas asegura que su mujer tiene varias ideas para ayudar a la gente necesitada en Uruguay. Herrera emigró con su primera esposa, venezolana, que se fue a acompañarlo en su relocation. Se separó, y se casó con una brasileña que viajó con él durante dos años sabáticos y ahora volvió con él a Uruguay. La mujer de Zak es comunicadora. Estando en el exterior trabajó para importantes medios, entre ellos el Wall Street Journal. Hoy es corresponsal en Uruguay para la cadena BBC.

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