CORONAVIRUS PROLONGADO
Entre un 10 y 20% de los pacientes tienen síndrome poscovid. Algunos de ellos cuentan aquí sus historias de angustia y sufrimiento. ¿Cuáles son los síntomas y cómo es el tratamiento?
Giovanna Paracampos dio positivo de coronavirus el 6 de marzo de 2021 y, un año después, sigue sufriendo de agotamiento y palpitaciones ante el mínimo esfuerzo. “Tiendo la cama y me canso. Me baño y termino agotada, las tareas más sencillas me cuestan”, relata. Ella siempre fue una mujer activa, pero —a los 56 años— el covid le cambió la vida porque la persistencia de los síntomas no le permite reintegrarse a trabajar ni realizar tantas otras actividades diarias. Algo tan sencillo como usar tapabocas no la deja respirar bien.
Giovanna es inmunodeprimida a raíz de la medicación que toma para tratar su artrosis y se contagió de coronavirus 20 días antes de recibir la primera dosis de la vacuna. Durante la infección tuvo fiebre, dificultad para respirar, dolor de cabeza y de garganta, dolores musculares, pérdida del gusto y olfato, tos y mucho pero mucho agotamiento. Lo curioso es que todavía no se ha podido recuperar de algunos de esos síntomas y los médicos le dicen que debe tener paciencia. Ella padece el síndrome poscovid.
Hasta el momento no se sabe con precisión qué provoca este síndrome, lo que sí se estima —en base a estudios internacionales— es que entre un 10 y un 20% de los uruguayos que tuvieron coronavirus quedaron con síntomas 30 días después de haberse contagiado.
Este síndrome poscovid incluye a quienes sufren covid prolongado o persistente, conocido también por su anglicismo long covid, y a quienes quedaron con secuelas de la enfermedad. Son dos situaciones muy diferentes, según explica Ernesto Cairoli, especialista en Medicina Interna y encargado de la Unidad Post-Covid 19 del Casmu, quien lideró un estudio realizado de manera honoraria por un grupo de médicos uruguayos sobre 161 pacientes que persistían con síntomas en setiembre de 2021, cuando el total de casos era de unos 384.000, por lo que se calculaba que entre 40.000 y 60.000 personas padecían poscovid.
Una secuela es demostrable y queda orgánicamente establecida, en algunos casos de por vida, por ejemplo en pacientes que hicieron un ACV o una embolia pulmonar mientras estuvieron internados en CTI. El poscovid, en cambio, puede aparecer en pacientes que transitaron la enfermedad en su casa y que a las cuatro semanas de haber sido diagnosticados siguen teniendo síntomas de la enfermedad. Estos pueden ser fluctuantes o con intervalos asintomáticos y no siempre asociados a daños observables en estudios clínicos.
Isabel Varela, por ejemplo, recuerda que los síntomas que sufrió luego de haber tenido coronavirus fueron peores que los que padeció durante el transcurso de la enfermedad. Después de 10 días de internación, tres de ellos en cuidados intermedios, su médico le dijo que regresaría a casa sin covid, pero dice que la recuperación fue “espantosa”, con síntomas que persistieron durante meses.

Isabel, de 66 años, estuvo internada del 16 al 26 de diciembre de 2020 —cuando en Uruguay aún no había vacunas— y durante el primer semestre de 2021 sufrió fatiga, el síntoma más frecuente entre quienes tienen el síndrome poscovid.
“El cansancio era de caminar hasta la puerta de mi casa, tenía que volver al sillón a tirarme”, relata. “La primera vez que salí a caminar la media cuadra que me había recomendado el médico, me pareció que era un kilómetro”.
Este padecimiento le duró unos seis meses y durante los primeros tres, los más intensos, no tenía capacidad ni para hacer las tareas del hogar que había hecho siempre: “Mi situación para aquel momento era muy nueva, yo le preguntaba cosas a los médicos y no sabían qué responderme, me decían que el tiempo lo iba a curar todo y yo confiaba, no tenía otra”. El estrés que le causó la situación le hizo perder el cabello. “Me quedaba con los mechones en la mano, nunca me había pasado, me peinaba y era un desastre”, cuenta. Luego de haber hecho un tratamiento, el pelo volvió a crecer, pero lo recuerda como un evento traumático.
¿Las vacunas protegen contra el long covid?
Una investigación realizada sobre 161 pacientes uruguayos con long covid concluyó que los no vacunados, a tres meses de haber tenido coronavirus, presentaban cinco o más síntomas de poscovid. Y los vacunados con dos dosis tenían tres. Por eso, el doctor Ernesto Cairoli -quien lideró ese estudio con varios médicos uruguayos y dirige la Unidad Post-Covid 19 del Casmu- entiende que la protección contra el poscovid puede considerarse “un beneficio adicional de la vacunación”.
En esa misma línea, un estudio publicado en enero de 2022 y realizado en Israel por The Azrieli Faculty of Medicine, entre marzo de 2020 y noviembre de 2021 sobre 951 personas con coronavirus, también concluyó que la vacunación contra el coronavirus con al menos dos dosis “se asoció con una disminución sustancial de los síntomas poscovid”, por lo que “los resultados sugieren que la vacunación contra el covid-19 puede tener un efecto protector contra el covid prolongado”.
Los síntomas más comunes
La guía de pautas de diagnóstico y tratamiento de la Sociedad de Medicina Interna del Uruguay señala que la coexistencia de más de cinco síntomas durante los primeros siete días de la infección incrementa 3,5 veces el riesgo de desarrollar poscovid. Sin embargo, el síndrome también puede presentarse en pacientes asintomáticos.
Además de los síntomas respiratorios como la tos o la falta de aire, también son frecuentes los síntomas de la esfera psicoafectiva como la pérdida de memoria, el estrés postraumático o la ansiedad y el insomnio. Estos últimos dos síntomas, valorados en conjunto, ocuparon el segundo lugar entre los más frecuentes en el estudio realizado sobre 161 pacientes que tuvieron covid prolongado. La ansiedad y el insomnio fueron detectados en el 46% de ellos, después de la fatiga, identificada en el 70% de los casos.
Cairoli, quien encabezó esta investigación, sospecha que la ansiedad y el insomnio tienen una estrecha relación con situaciones como el aislamiento, la pérdida de familiares y la pérdida de trabajos. El aumento del uso de dispositivos electrónicos genera una inhibición del pico de secreción de melatonina, la hormona que induce el sueño, a raíz de la exposición a la denominada luz azul que emiten las pantallas. Además, las personas que tuvieron coronavirus y pasaron mal o vieron a un familiar padecer la enfermedad, pueden quedar con ansiedad y esto tampoco les permite dormir.
Un 40% de estos 161 pacientes persistía con falta de aire frente al esfuerzo a tres meses de haber tenido covid y un 38% percibió alteraciones en la memoria. Estos dos síntomas son los que padece Carlos Quesada, un paciente de 69 que desde hace años convive con la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), el “regalito” que, sabe, le dejó el cigarrillo. Carlos tiene las tres dosis de la vacuna, pero aun así, al enterarse en enero de este año que era positivo de coronavirus, pensó: “Se me acaba el mundo”.
Desde antes de la pandemia, Carlos, ya jubilado de comerciante, no sale más que al pasillo del tercer piso del edificio en el que vive. Claro, antes de tener covid se ejercitaba caminando todos los días ese pasillo, ida y vuelta, 17 veces. Luego de haber recibido el alta, cuenta que caminaba “dos pasillos” y ya “no podía más”. Su máximo logro hasta ahora ha sido caminar 11 veces ese tramo, pero advierte: “Llegué a eso con mucha suerte ¡y parando dos veces, eh! Tomándome mi tiempo para recuperar la respiración y arrancar de nuevo; antes hacía los 17 pasillos de un tirón”.
Carlos también nota que tiene alteraciones en la memoria. No se muestra preocupado porque dice que no se olvida de cosas importantes, “solo de algún detalle” sobre si ya dijo o ya vio algo, pero es consciente de que esto no le sucedía antes de haberse infectado.
¿Cómo se trata el poscovid?
La especialista en rehabilitación y medicina física Elena Schelotto explica que lo ideal es hacer un abordaje multidisciplinar del paciente poscovid con internistas, cardiólogos, neumólogos, nutricionistas, psiquiatras y fisioterapeutas. Esta modalidad de trabajo fue la que se propusieron implementar diversos prestadores de salud que crearon las denominadas unidades poscovid, en las que médicos especialistas atienden a pacientes con este síndrome.
Schelotto trabaja junto a Cairoli en la unidad poscovid del Casmu y admite que este año se redujo significativamente la cantidad de consultas en comparación a 2021. En esta policlínica especializada en pacientes poscovid, cuenta Schelotto, a quienes presentan fatiga se los deriva a fisioterapia o dependiendo de la actividad física que hacían previamente se los guía respecto a cómo seguir. Se les enseña a descansar para no fatigarse tanto y una nutricionista les indica un plan de alimentación. Además, si corresponde, se realizan estudios y se los deriva a otros médicos.
Según la especialista en medicina física, los pacientes que no estuvieron en CTI no tienen cuadros severos y presentan, por lo general, exacerbaciones de enfermedades respiratorias o patologías cardíacas previas, aunque también advierte que los síntomas se pueden manifestar y dispararse por el covid.
El subsecretario de Salud Pública, José Luis Satdjian, dice a El País que la atención que ya había comenzado con las unidades poscovid, el ministerio la “institucionalizó” en noviembre con una ordenanza que estableció la priorización en la atención de las patologías de las personas que estuvieron internadas con covid. “Desde el ministerio monitoreamos el tema desde los inicios de la pandemia, cuando los expertos alertaban sobre las posibles consecuencias que traería haber padecido covid en forma grave, con algunas complicaciones o patologías para atender”, explica Satdjian.
La ordenanza del ministerio establece que todos los prestadores que integran el Sistema Nacional Integrado de Salud deben asegurar a aquellas personas que estuvieron internadas por haber tenido covid-19 consultas en policlínicas de Medicina Interna, Neumología, Cardiología, Neurología y/o Fisiatría en menos de 10 días a partir de realizada la solicitud.
Cristina Pattarino, especialista en medicina interna e integrante de la unidad poscovid de Crami en Canelones, explica que no solo atienden a pacientes con covid persistente que habían estado en CTI: hubo muchos que cursaron la enfermedad en su domicilio y presentaron síntomas invalidantes que debieron ser tratados. Señala que esto ocurrió fundamentalmente con las variantes P1 y Delta.
Ahora el ingreso de pacientes nuevos es “muy escaso” y Pattarino lo atribuye a que la vacunación mejoró el estado inmunitario de las personas y a que la cepa ómicron tiene una afectación diferente.
Una larga infección.
Un artículo publicado en febrero por la revista científica Nature advierte que las pandemias “incapacitan a las personas” y que la formulación de las políticas debe tener en cuenta esta situación. En este sentido, el texto plantea: “¿Comprenderá la sociedad que el cuerpo puede ser alterado durante un largo período, incluso permanentemente, por enfermedades infecciosas? ¿Y hará las adaptaciones necesarias?”.
Un reciente estudio realizado en Uruguay por investigadores otorrinolaringólogos, residentes e investigadores del Institut Pasteur en conjunto con el Ministerio de Salud Pública, sobre 219 pacientes, concluyó que la anosmia (pérdida total del olfato), la hiposmia (pérdida parcial del olfato) y la disgeusia (trastorno del gusto) son los síntomas de mayor prevalencia para los casos de covid-19 de la variante delta, en un 68% junto con el malestar general.
El 50% de quienes tuvieron un trastorno del gusto y del olfato —o de uno solo de los sentidos— tanto con la variante P1 como con la delta, lo recuperaron en menos de 10 días. Un 25% presentó covid prolongado y un 2,3 permaneció con este síntoma por más de tres meses según el estudio, al que accedió El País. La variante ómicron no fue contemplada.

Morella Miraballes hace seis meses que no puede comer nada que no sean cítricos porque al resto de las comidas le siente olor y gusto desagradable, un problema que le apareció tres meses después de haber tenido coronavirus en mayo de 2021.
Ella tiene 21 años y este padecimiento le ha afectado su vida por completo, sus salidas con amigos son incómodas porque mientras todos comen y toman ella solo puede comer algunas frutas y beber agua, o con mucha suerte tomar un mojito, el famoso cóctel a base a ron, limón y menta. “Todo lo que tenga frutas es mi salvación”, cuenta.
La situación la tiene angustiada, está haciendo terapia y lamenta que en los momentos de mayor tristeza ni siquiera pueda acudir a comer un chocolate porque el olor y el gusto que siente son intolerables. Morella le siente al chocolate el mismo olor desagradable que le siente al amoníaco, y para ella huelen igual unas papas fritas que un plato de carne. Tampoco distingue el olor a gas del de una cebolla; sufre de parosmia, una enfermedad que provoca una distorsión olfatoria generalmente asociada a olores feos, según explica Carina Almirón, otorrinolaringóloga experta en olfato.
Las parosmias aparecen a raíz del intento que hace el organismo por regenerar la mucosa olfatoria que fue lesionada durante el transcurso de la infección por coronavirus. “La alteración olfatoria aparece en ese intento de nuestro cuerpo por intentar volver a su estado normal, por eso la parosmia no aparece durante el transcurso de la infección sino más adelante”, explica la otorrinolaringóloga.
Almirón fue la doctora que consiguió darle un diagnóstico a Morella y que encontró la vinculación de lo que le sucedía con el covid, luego de que pasara de agosto a noviembre yendo de un médico a otro sin que nadie entendiera qué le sucedía. Durante esos meses sólo comía dos mandarinas de mañana y una naranja a la noche, pasaba mucha hambre y bajó unos 15 kilos.
Su capacidad olfatoria hoy está reducida a la mitad pero ya ha notado algunas mejoras gracias a un tratamiento que está haciendo en el que debe oler varias veces por semana cuatro esencias: rosa, limón, menta y café. “Huelo la esencia de rosa y tengo que pensar en rosas para que el cerebro asocie, pero a veces estás triste y me resulta difícil concentrarme para continuar el tratamiento”, cuenta.
Al menos, ahora distingue la naranja del limón y ha conseguido comer queso magro sin sal, migas de pan y manteca. Morella estudia sociología y trabaja en atención al público, lo que le significa un gran estrés. Por momentos nota que su dieta, que no es saludable, no le brinda las energías suficientes como para hacer frente a esa rutina, no tiene fuerzas.

Patrizio Faroppa dio positivo en un test que se hizo por protocolo al regreso de un viaje en enero de 2021. Fue asintomático y la semana siguiente de recibir el alta se dio cuenta que había perdido el olfato. “Un día estábamos cocinando con mi pareja y se estaba quemando la comida y ella me dice ‘¿no olés que hay olor a quemado?’. Dijo que era fuerte pero yo no olía nada”.
Patrizio tiene 28 años y lo desanimaba que la alteración en el olfato le dificultara sus tareas cotidianas, como por ejemplo no poder distinguir si había quedado bien lavada la ropa. Sin embargo, hizo un tratamiento similar al de Morella y al mes de haberlo empezado ya percibió la mejora y a los dos meses siguientes había restaurado el olfato en más de un 90%.
Hoy celebra su recuperación, sobre todo porque sabe que hay personas que todavía no lo lograron. “Levantarme y sentir el olor a tierra mojada por la lluvia me hace recordar todo lo que no podía sentir y ahora sí”, afirma y dice que agradece haber podido volver a sentir el aroma que sale de la cocina cuando cocina su padre.
Las causas del síndrome.
Qué provoca el long covid, cuál es su causa, es una de las interrogantes que la ciencia aún no ha podido responder con precisión y por ahora solo hay hipótesis.
Una de ellas es la persistencia de reservorios virales: que queden “escondidas” —el término científico es “encriptadas”— reservas del virus principalmente en el intestino, en una cantidad escasa como para infectar pero suficiente para generar síntomas a bajo ruido y en forma crónica.
Otra hipótesis, que a juicio del doctor Cairoli es la más probable, es que se produzcan reacciones cruzadas con el reconocimiento de estructuras normales. Es decir, que se generen anticuerpos contra el virus del covid que después reconocen estructuras de tejidos normales y producen síntomas.
“Este es un modelo muy próximo al de una enfermedad autoinmune, sería el poscovid comportándose como una enfermedad sistémica de causa posviral, aunque las enfermedades autoinmunes más habituales sean las de origen inmunológico”, explica el médico internista.
Otra hipótesis es que la infección por covid haga aparecer otras infecciones latentes como el del virus Epstein-Barr, que es el que genera la mononucleosis, un candidato a reactivarse luego de haber cursado covid y considerado responsable del síndrome de la fatiga crónica.
Coronavirus y luego mononucleosis fue lo que padeció Romina Guedes, una joven que con 27 años fue de los primeros casos de covid en Uruguay, detectado a pocos días de decretada la emergencia sanitaria.
Romina presentó prácticamente todos los síntomas que se le atribuían al covid en sus inicios: fiebre, dolor de garganta, tos, dolor en el cuerpo, cansancio, congestión y estornudos constantes. A las pocas semanas de haber sufrido covid, tuvo fiebre permanente durante un mes y fue diagnosticada con mononucleosis. “Me dijeron que me lo podía haber agarrado porque el covid me había dejado las defensas bajas”, cuenta.
Las posibles nuevas interpretaciones de su caso, dos años después y ante la hipótesis de que el covid reactive el virus Epstein-Barr, es un ejemplo entre tantos que evidencia la evolución de la ciencia y también del conocimiento respecto al coronavirus.
En un artículo publicado en febrero de este año por la revista médica Medscape, la profesora e investigadora del Departamento de Biología Molecular de la Universidad de Yale, Akiko Iwasaki, explica que determinar las causas del poscovid es “esencial para el tratamiento” porque “si los síntomas persisten debido a un sistema inmunológico hiperactivo, es necesario proporcionar terapias inmunosupresoras, pero no se le debería indicar eso a alguien que tiene restos del virus que permanecen en su cuerpo”.
Fue hace menos de un año, pero quizás parece más. En una sola semana, del 17 al 23 de abril de 2021, murieron en Uruguay 439 personas con diagnóstico de coronavirus y el 1° de mayo de ese mismo año hubo un pico máximo de 559 pacientes internados en CTI con diagnóstico de la enfermedad. Por eso, ser un sobreviviente del coronavirus parece digno de celebración. Pero está claro que decenas de miles de personas que ganaron esa batalla, debieron dar varias otras contra la enfermedad.
A algunos el virus les dejó una marca para siempre en su cuerpo y otros sufrieron durante meses una recuperación tortuosa que los imposibilitó de hacer las tareas más simples dentro de su casa. Los que lograron volver a ser los mismos que antes, conviven a veces con el temor de que una nueva cepa les devuelva aquel sufrimiento pero aprendieron a valorar los momentos más simples de la vida. Como Giovanna, quien ahora agradece poder levantarse de la cama, o Patrizio, feliz por sentir el olor a la tierra mojada por la lluvia.

El covid prolongado ha impedido a muchas personas reintegrarse a trabajar y las ha obligado a mantenerse certificadas por licencia médica. El cansancio extremo, entre otros síntomas (como se da cuenta en la nota principal), les impide realizar las tareas diarias habituales.
El representante de los trabajadores en el directorio del Banco de Previsión Social, Ramón Ruiz, explica que la certificación por síntomas poscovid no está regulada ni prevista y que por eso planteó en el directorio del organismo evaluar la posibilidad de que estas personas tengan consideraciones especiales al momento de certificarse.
“El BPS cubre hasta dos años de certificación médica con subsidio. Si la persona se sigue certificando, por ejemplo por problemas respiratorios, no está previsto que el diagnóstico diga que es a causa del covid, al menos no por ahora”, dice Ruiz.
El representante de los trabajadores en el BPS considera que la herramienta del subsidio por enfermedad ha sido “atacada y desprestigiada” y que esto conspira en contra de darle soluciones a personas que durante el transcurso de la pandemia debieron certificarse.
Ruiz le va a presentar al ministro de Trabajo, Pablo Mieres, un paquete de medidas para que se tenga algún tipo de consideración especial con estas personas y que de esa manera puedan seguir recibiendo el subsidio luego de cumplidos los dos años de licencia médica.