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La historia de Rafael Radi: de la infancia con el "Pato" Aguilera y "Pinocho" Sosa a la cara del GACH

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rafael radi
Rafael Radi
Foto Archivo El País

PERSONAJE DEL AÑO

Una charla con el premiado científico, convertido en figura pública tras su rol como coordinador general del GACH. Repasa su trayectoria, cómo fue el trabajo del grupo y los sinsabores que quedaron.

rafael radi

De un lado de la calle está la quinta que perteneció a Vaz Ferreira, donde funciona un museo y también la sede de la Academia Nacional de Ciencias; del otro lado está la casa de Rafael Radi, presidente de esta academia y su exponente más popular entre los uruguayos, a los que la pandemia acercó al lejano universo de los científicos. En los peores momentos del COVID-19, Radi llegó a los hogares como la principal figura del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) que asesoró científicamente al equipo de Presidencia durante 15 meses, en la transición hacia la “nueva normalidad”.

Para conversar sobre este año raro e inolvidable, recibe a El País. Radi lidera la lista de los 10 personajes de 2021. La cita es en su jardín, arbolado, florido, donde reposa Atlas, un avejentado ovejero alemán. Detrás de este paisaje, la casa que el bioquímico levantó de a poco, a lo largo de dos décadas.

Con calidez, Radi conduce la conversación hacia su infancia en Belvedere, el barrio que fue su primer mundo. Padres descendientes de inmigrantes libaneses e italianos que apenas terminaron la escuela para dedicarse “a trabajar y trabajar”. El primer universitario de un hogar humilde, sin libros. La cercanía a la cancha de Liverpool, a la que sigue yendo con su padre, de 90 años. El colegio de la orden franciscana que moldeó sus valores. La pluralidad de esas aulas, con compañeros que recuerda a menudo —entre los que están Carlos “Pato” Aguilera, Ariel “Pinocho” Sosa, Aldo Martínez—, el gusto por la música y el fútbol: deporte que jugó durante 30 años.

Por ahí empieza.

—¿Se hablaba de ciencia en su casa?
?

—Nada. Eso lo obtuve en el colegio. Me gustaba mucho la ciencia. La física me apasionó siempre. En sexto año, cuando me enfrenté a la decisión de qué hacer, opté por la medicina pero podría haber optado por otra carrera científica. Lo que pasa es que en Uruguay no había. Tenías dos licenciaturas y los licenciados terminaban siendo muchas veces docentes, y eso no era lo que quería hacer.

—¿Se veía atendiendo pacientes?

—No lo tenía claro, me veía con pacientes pero también trabajando en investigación médica con pacientes, modelos animales y celulares. Me veía como en un segundo escalón.

—Eligió medicina para poder investigar, entonces.

—Sí. Arranqué sabiendo que la medicina tenía una gran tradición de investigación en Uruguay, e ingresé con el interés de zambullirme en un espacio académico que me alimentara y donde pudiera ver qué opciones tenía. Entré en 1981 a la facultad. Al año siguiente ya estaba en la cátedra de Química, de la que hoy soy director. Y hasta el día de hoy nunca me fui.

—¿Trabajaba mientras estudiaba?

—Toda la carrera trabajé. En aquella época faltaban muchos docentes de biología, química y física en Secundaria, así que di clases en liceos y de forma particular. Luego me fui dedicando cada vez más a la docencia universitaria. Estudiaba por las noches con Gabriel González Rabelino —grado 5 de pediatría—, nos juntábamos en su casa o en la mía.

—¿Cómo sigue su carrera?

—Surge dentro de la Universidad de la República (Udelar), el llamado a dedicación total y opté por eso con la idea de luego irme al exterior para hacer un posdoctorado. Por esa época —1986, 1987— estaba terminado la carrera de médico y me metí a hacer el doctorado en ciencias biológicas en paralelo. Fui de la primera generación de estudiantes del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba), donde elegí la subárea bioquímica. Fueron años muy fuertes. Éramos unas máquinas.

—Pedeciba se creó para formar una masa crítica de científicos en el país, ¿se sentía parte de un proyecto nacional?

—Exactamente. Sentíamos que estábamos haciendo algo súper revolucionario, súper diferente y súper importante. Fuimos una generación incansable. Porque había que armar los laboratorios, que no estaban. Nosotros teníamos esa doble tarea: armarlos y formarnos en simultáneo, con algunos docentes que estaban y otros que volvían, como Ricardo Ehrlich, que fue fundacional de la biología molecular en Uruguay. Fue una época muy fermental, teníamos el convencimiento de que estábamos haciendo algo recontra importante por primera vez.

—Debe haber recibido muchas ofertas para desarrollar su carrera en el exterior, sin embargo siempre volvió.

—Eso le pasó a muchos de mi generación. Tuve un montón de ofrecimientos y sigo teniendo. Pero toda nuestra generación se sentía muy comprometida con el país, porque éramos parte de un cambio social y cultural. Cuando me fui en 1989 a la Universidad de Alabama, donde trabajé re bien y me trataron muy bien, nunca me planteé quedarme. Ahí hicimos descubrimientos muy importantes, generé una línea de investigación con la que sigo trabajando hasta hoy, que fue la que propició mi ingreso a la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (2015).

rafael radi

—¿Cómo se sintió, la primera vez, en esos grandes laboratorios?

—Me explotaba la cabeza. Hasta ese momento era “está roto el enchufe”, “no llega el reactivo”, “no tenemos suficientes animales”, pero ahí no había excusas. Por primera vez dije, ahora el límite soy yo.

—¿Qué importancia tiene el ingreso a la Academia de Estados Unidos?

—Te cambia la vida. Si el Nobel es el honor más grande que puede recibir un científico en vida, hay todo un conjunto de premios, o este ingreso. Estás en un escalón muy alto, estás jugando en las semifinales del Mundial, ponele.

En clave GACH.

rafael radi

En abril de 2020, apenas desembarcó el virus, el entonces presidente del Banco de Previsión Social, Hugo Odizzio, contactó a Radi. El día 16 se concretó el inicio del GACH, un grupo de 60 científicos que trabajaron de forma honoraria bajo la coordinación general de Radi, junto al doctor Henry Cohen y el ingeniero Fernando Paganini con la misión de asesorar al equipo de gobierno encargado, a su vez, de hacer las sugerencias sustanciales para la toma de decisiones finales de la Presidencia de la República.

A lo largo de este proceso, Radi estudió más de seis mil artículos sobre COVID-19. Fue una época de “mucha presión” y “pocas horas de sueño”, pero le trajo al proceso un prestigio internacional y lo conectó de forma masiva con los uruguayos.

—De un día para el otro se convirtió en una figura pública, ¿cómo lo vivió?

—Ha sido impactante. Yo me repito que la fama es puro cuento, que este partido hay que jugarlo todos los días, que no hay que olvidarse del foco. Pero que te digan cosas como “ustedes como científicos nos dieron tranquilidad”, “nos dieron confianza”, son palabras que yo como científico no había escuchado nunca respecto a mi trabajo. Eso fue un descubrimiento en el camino y estuvo bueno. Obviamente me da mucho pudor cuando alguien se acerca, pero lo rescato en clave de valores de la sociedad.

—¿El GACH tenía algún pacto interno para mantener al equipo unido?

—Sí, todo lo conversamos. Con Cohen y Paganini teníamos reuniones semanales… hasta el día de hoy, nos mandamos varios mensajes por día.

—¿Cómo se llama el grupo de WhatsApp?

—Nueva normalidad. Y tenemos el otro que se llama Transición UY; ahí está el equipo de gobierno y el presidente Luis Lacalle Pou.

—¿Y Daniel Salinas no está?

—Salinas no está. Con Daniel tenemos otro grupo; nosotros tres y él.

—¿Cómo organizaban el trabajo?

—Teníamos reuniones entre los tres coordinadores, luego con los subcoordinadores y todos los miércoles teníamos reunión con la gente de Transición. Lacalle Pou venía muchas veces a esas reuniones. Fue un grupo que trabajó de forma desinteresada y honoraria. Fue respetuoso con todos y evitó al máximo la partidización, que era un factor de riesgo en pandemia. En el GACH, nunca a nadie se le pregunto qué votaba.

—La senadora Graciela Bianchi llegó a decir que eran todos frenteamplistas.

—En la tarea que estamos, en lo que hacemos, nuestro cerebro no va por ese lado. Pero obviamente que hay muchas personas que piensan todo en términos de Nacional y Peñarol. No lo vemos así. Y eso fue muy saludable en la interna porque permitió sostener el proceso durante mucho tiempo, porque tironeos hubo de muchos lados. ¿Cómo un grupo de 60 personas tan diferentes, con edades tan distintas, se mantuvo unido tanto tiempo? Los coordinadores teníamos muy claro que no nos podíamos permitir la fractura interna o era el final del equipo.

—En abril de 2021, cuando empezaron a subir todas las cifras, ¿qué hicieron?

—Hicimos algunos plenarios con los 60 miembros del grupo. Las reuniones siempre tenían una agenda. Ahí les dábamos espacio a todos. Las diferencias las analizábamos. Teníamos que estar en la misma página.

—¿Cómo se preparó para comunicar información tan compleja y delicada?

—Me ayudó mucho mi tarea docente. Y luego, cuando hacíamos conferencias, con Henry y Fernando las trabajábamos muchísimo. Si las analizás, vas a descubrir una metodología que se repite.

—Hubo frases que marcaron, como “blindar abril”, ¿cómo definían el tono?

—Todos tenemos amigos que nos decían, “che pasen un mensaje optimista”. Primero, había una serie de elementos que era lo que teníamos que comunicar y después hacíamos distribución de tareas. Fernando se encargaba de los números y los modelos, Henry de lo referente a la salud propiamente dicha y yo de los asuntos más generales y científicos, y también hacía el cierre. Y para terminar armábamos una especie de abogado del diablo entre nosotros: hacíamos una reunión y decíamos “ahora es el momento de las preguntas”.

—¿Practicaban juntos las respuestas?

—Sí. En pandemia la comunicación es central; debe ser limpia, cristalina, sin ruido, porque tiene que ver con el comportamiento de las personas. Los países que comunicaron mal o de forma contradictoria, o en los que hubo partidización, las trayectorias fueron malas, aunque tuvieran sistemas científicos muy superiores a los nuestros. Estados Unidos es el ejemplo paradigmático de esto.

—Un pequeño sector cuestionó a la ciencia, incluso recibió una amenaza de muerte. ¿Esperaba algo así?

—Son situaciones penosas. En la vida científica y en la vida personal aprendí muy tempranamente que está lo importante y está lo accesorio, y me trato de ocupar de lo importante. Cuando empezamos el GACH dije “acá tenemos que tener foco y firmeza, este camino va a ser largo y hay que concentrarse en lo que realmente es importante” y eso es proveer evidencia científica para lograr la mejor gestión posible de la pandemia, o por lo menos aportar elementos al gobierno y al sistema de salud. Eso nos mantuvo firmes. Recibimos de forma muy explícita el apoyo continuo de la población, pero lo otro fue un descubrimiento que no me gustó. Traté de entenderlo mejor, por eso me puse a leer sobre esos fenómenos, que han sucedido con cada pandemia. Aprendí que las sociedades son más complejas de lo que uno desde su laboratorio conocía.

El cierre y el legado.

Entre abril y mayo de 2021 hubo un pico de contagios y muertes, en este contexto resonó la recomendación que el GACH había dado a fines de marzo, y reiteró unas semanas después, sobre la necesidad de “blindar abril”, ampliando las medias para reducir la movilidad y así disminuir el crecimiento de los casos. Esto generó un fuerte debate en torno a qué tanto se acoplaba el gobierno a los planteos de los asesores.

—Hubo diferencias entre los asesores y los decisores. Esto fue universal. Pasó en Alemania, en Estados Unidos, pero también en Canadá con un modelo muy parecido al nuestro. Ahí nosotros nos planteamos que en cualquier escenario el grupo debía mantenerse unido hasta que ocurrieran dos cosas importantísimas. Un hito era que el porcentaje de vacunación superara el 50% y el otro era que hubiera un desacople entre movilidad y contagio, es decir que las vacunas empezaran a hacer efecto. El día exacto en que visualizamos eso fue el 26 de mayo, pero teníamos muchos casos todavía, entonces la bajada era sobre un número muy alto. Tardó casi un mes en bajar a valores que nos hicieran sentir mejor. A partir de ahí si se podía plantear un cierre del GACH.

—¿Tenía que terminarse el GACH?

—Era muy difícil sostener una actividad con ese nivel de exigencia de forma honoraria. Los temas científicos iban a continuar, pero asumimos que, con todas las herramientas que se habían desplegado, el Estado con sus profesionales iba a poder seguir adelante.

—¿Qué decía su familia?

—Todos nosotros somos una caja de resonancia de nuestra gente querida, a mí me decían “loco ya está, te va a explotar la cabeza, vas a desaparecer, largá”. Fueron meses de mucha actividad, mucha presión y de poco sueño. Y nadie tiene la bola de cristal, pero si bien dejamos claro que éramos asesores, como que siempre se nos pedía que de alguna forma el grupo incidiera más y eso también para el grupo era muy complicado.

—¿En qué sentido que incidiera más?

—Como que las recomendaciones fueran tomadas de forma más completa en algunos momentos particulares. Que en muchas ocasiones fueron tomadas de forma muy amplia, porque el gobierno tomó muchas de nuestras recomendaciones.

—¿Y las que no se tomaron?

—El gobierno mira muchas más cosas, y nosotros estábamos más concentrados en el fenómeno COVID-19 y en prevenir hospitalizaciones y muertes. No necesariamente nuestro foco de acción abarcaba exactamente lo mismo.

—Se le recriminó al gobierno priorizar la economía.

—Porque a su vez, si a la economía le va mal, también se te va a morir gente y además había mucha patología no COVID-19 que estábamos dejando de atender. En esta historia cada uno se lleva para sí qué hubiese hecho. Yo sé qué hubiese hecho, pero no era el que tenía que decidir. Nos cuestionábamos mucho a nosotros mismos en qué medida estábamos pudiendo transmitir la situación y cuáles eran las posibles ramificaciones. Una vez que eso quedó claro, el gobierno tuvo todos los elementos e incidió de la forma que creyó más conveniente.

—¿Qué legado deja el GACH?

—La Udelar inauguró hace un mesun laboratorio de bioseguridad de nivel P3que te permite trabajar con SARS-CoV-2, hasta ahora Uruguay no podía hacerlo porque no teníamos condiciones de bioseguridad que te evitaran contagiarte a vos como operador. Si en el futuro queremos desarrollar vacunas, si queremos entender mejor las enfermedades infecciosas, además del laboratorio en Salto tenemos que hacer uno en Montevideo.

—¿Uruguay tiene una oportunidad para dar un paso adelante en la investigación científica?

—Una oportunidad tremenda. Pero cuando se dice que el sector privado tiene que invertir más en ciencia, es verdad, pero hay cosas que no hace. No paga formación, no paga becas, no te pone la infraestructuras de investigación, eso lo tiene que comprar el Estado.

—¿Se va a reclamar una mejora en el presupuesto para la ciencia?

—Sí. Hay una negociación que dar y el 2022 es muy importante para que el gobierno dé ese paso, y uno de los programas tiene que ser en equipamiento e infraestructura. Hay revoluciones científicas que están ocurriendo ahora, de las que podemos participar o no. Nos hemos perdido un montón de oportunidades por estar en un momento de oro, tener a la gente capacitada pero por no el equipo para poder avanzar. No queremos ver pasar otra vez el tren.

ómicron

“Hay que estar psicológicamente preparados para un aumento brusco de casos, pero no va a ser la misma historia”

¿Qué impacto se puede esperar tras el desembarco de Ómicron? “Hay incertidumbre. Lo que uno puede predecir es que circulación comunitaria en San Pablo ya hay, o sea que va a llegar. Probablemente en enero y se expanda en febrero. El impacto sobre el sistema de salud seguramente sea muchísimo menor del que fue, porque hay una comunidad vacunada. En este sentido no va a ser la misma historia, será más benévola. Es importante manejar la protección, por eso hay que tener la tercera dosis. Cuando entre Ómicron, se expandirá muy rápido: hay que estar psicológicamente preparados para un incremento de casos brusco. Creo que, aprovechando el lindo clima que se viene, el aire libre, que tenemos una comunidad vacunada; si hacemos las cosas con prudencia, podemos disfrutar”. Más allá de los contagios, ¿se puede esperar un aumento de las internaciones y muertes? “En el mundo tienen un ratio de 1 a 10, 1 a 15 respecto a lo que eran. Pero si aumentan mucho los casos, vas a tener una entrada importante a salas. Otro tema es que puede generar mucho COVID prolongado. Mucha gente de 30 a 45 años, que no la pasó mal durante la enfermedad, manifiesta que le queda tos, cansancio, diarrea. No sabemos qué tan reversible es.”

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