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Hay luces amarillas: ¿cuáles son los posibles escenarios de la pandemia en Uruguay en las próximas semanas?

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Ayer se registraron 42 nuevos casos de COVID-19. Foto: Fernando Ponzetto

COVID-19

Los expertos que asesoran al gobierno ven señales de alerta en los índices que miden el alcance del COVID-19 y coinciden en que la percepción de riesgo bajó entre los uruguayos.

Los números de las últimas semanas vuelven a mostrar que en una pandemia en curso nunca hay ganadores. Que más que un partido en la altura, jugamos a no se sabe qué en un terreno desconocido, con dos o tres certezas en medio de la incertidumbre. Hay récord de personas enfermas, pero sabemos que si mantenemos distancia y usamos tapaboca podemos frenar la propagación del virus. Al mismo tiempo, aparecen focos simultáneos y brotes interconectados.

Cuando logra contenerse la frontera seca, Montevideo vuelve a ser el epicentro de la enfermedad. Entre números, conferencias, medidas e indiferencia, ¿cuál es la situación actual del país frente a la pandemia? ¿Está en peligro el control que nos valió cientos de artículos en medios internacionales, pero sobre todo, la aclamada libertad?

Se prenden luces amarillas, dicen los que saben.

Ayer se detectaron 42 casos nuevos de COVID-19 en 3.073 análisis: 36 de ellos son de Montevideo. Según informó el Sistema Nacional de Emergencias (Sinae), los casos corresponden a los brotes informados en los últimos días.

Algunos especialistas asocian el pico de casos nuevos con la movilidad y las actividades en aumento; otros concluyen que la marcha de la diversidad y el movimiento de personas en las elecciones departamentales fueron cruciales. Pero no hay un génesis claro. Más bien, la respuesta a qué pasó y la respuesta a qué debemos evitar es la misma para todos los expertos: esa sensación generalizada de haber vuelto a la normalidad.

Los focos que empezaron a detectarse en octubre encendieron esas luces amarillas. El promedio semanal de casos ha venido subiendo desde 20 casos promedio en la semana del 20 de octubre hasta 49 en el día 29, tal como data en el COVID Monitor R, desarrollado por los matemáticos Andrés Ferragut y Ernesto Mordecki. “Eso nos coloca, según la escala de Harvard, en la zona amarilla”, señala Mordecki, quien integra además el Grupo Asesor Científico Honorario (GACH).

Este límite entre un color y el otro se define con un caso diario —en promedio semanal— cada 100.000 habitantes. En Uruguay, con unos tres millones y medio de habitantes, se establece en 35 el límite entre la zona de riesgo verde y la amarilla. En la última semana, este promedio estuvo cerca de los 50 casos.

Pero a la vez, Mordecki puntualiza: un promedio de 45 y 50 casos es “manejable”. Además, la cantidad de personas en CTI no es grande, señala el matemático. Entonces, ¿dónde está el peligro?

La respuesta al problema es sencilla, pero el esfuerzo por evitarlo no tanto: el problema está en los contagios que esos casos diarios puedan generar.

Aquí entra en juego quién o qué está generando el “empuje” de la pandemia. En los inicios, el COVID-19 se ensañó con los mayores. Ahora es sabido que, a nivel global, la edad de las personas contagiadas se corrió hacia abajo, hacia los más jóvenes. En Italia, por ejemplo, la segunda ola golpeó más fuerte a personas en torno a los 30 años.

En España, el último informe presentado por la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica revela que la mayor proporción de casos de COVID-19 se produce en el grupo de 15 a 59 años, con la franja de 15-29 años como la más representada. En mayo, la media de la edad era mucho mayor: 60 años.

Pero volvamos al sur. En Uruguay, en concreto, la mayor incidencia acumulada —98,15 cada 100 mil habitantes— recae en personas de 25 a 34 años, según el último informe epidemiológico publicado por el Ministerio de Salud Pública (MSP).

Entonces, dice el virólogo Santiago Mirazo, se puede concluir que el “empuje” de la pandemia está vinculado a personas de mediana edad, entre los 20 y los 50 años. “Eso tiene que ver con que la gente más expuesta empieza a ser ahora la gente más joven”, dice. Pero si esa movilidad de la epidemia a los más jóvenes se acompaña con un aumento en los contagios a los vulnerables, “ahí tenés un problema”, dice Mirazo.

Lo que viene pasando, concretamente, es que con el aumento de casos llegó también una mayor tasa de ingresos a CTI, afirma el virólogo. En marzo, cuando no sabíamos nada, había un 3% de ingresos a cuidados intensivos. Esto es: de cada 100 personas ingresaban tres. Hace 20 días ingresaba uno cada 200 casos activos. Ahora ingresan cuatro. Esto se debe a la sencilla razón de que “hay más casos, tanto sintomáticos como asintomáticos”.

Pese a que el virus se haya “corrido” hacia la población económicamente activa, “a mayor cantidad de casos, más expuesta está la población vulnerable”, afirma.

Test de COVID-19. Foto: AFP
La baja percepción de riesgo es el gran problema que enfrentamos hoy, dicen los expertos. Foto: AFP

¿Culpables?

“Sí —señala determinante el profesor Julio Medina, director de la Cátedra de Enfermedades Infecciosas de la Facultad de Medicina—, podemos decir que los eventos vinculados a las elecciones (no al acto eleccionario en sí mismo, que tuvo un protocolo claro y que se fiscalizó), sumado a la celebración de la marcha de la diversidad, colaboraron claramente en el cambio evolutivo de la epidemia” en el país.

Medina hace la siguiente observación: en Montevideo los casos activos se duplicaron al mes de esos eventos. De hecho, los casos activos en la capital venían en descenso la semana anterior y habían llegado a 114 casos activos el 30 de setiembre. Luego comenzaron a subir, comenta el catedrático. Y para el 24 de octubre ya había 250 casos activos, y el 25 de octubre había 262.

A su vez, Medina descarta que haya un nexo entre el aumento de casos y el Día del Patrimonio o el fin de semana largo del 12 de octubre. Simplemente porque en estas actividades no se puede evaluar el riesgo de la manera que sí se evalúa con las elecciones o la marcha, que es a través de parámetros como tiempo de exposición, la ventilación, el nivel de ocupación de cada actividad, el uso o no de mascarillas, el tipo de actividad en sí, la distancia de seguridad, la existencia del protocolo y el cumplimiento del mismo.

Por un lado está la relajación de esta población joven, dice Mirazo, y por otro, el aumento de actividades. “Son dos cosas que van en paralelo y es difícil discernir cuál da el empuje. Pero claramente las actividades innecesarias como las fiestas y las aglomeraciones empujan la pandemia aún más”, comenta.

En cambio, la matemática María Inés Fariello sostiene que no hay evidencia científica sólida que conecte los eventos mencionados con los brotes que tenemos ahora. “Al mismo tiempo que se dieron esas actividades hubo aumento en la movilidad en general. La gente fue a cumpleaños, fue a lugares donde se encuentra con personas fuera de su burbuja diaria”, señala la especialista.

Pero aunque no haya mediciones que conecten los brotes con esas actividades, Fariello sostiene que después de la Noche de la Nostalgia —concretamente en el mes de setiembre y octubre— hubo terreno fértil para la propagación del virus. Eso parte de “una sensación” de lo que cada uno habla con los que tiene alrededor. Gente que empezó a ir a asados y cumpleaños, a actividades “que pudieron haberse evitado o con protocolos que pudieron haberse seguido mejor”, dice.

Es justamente esa sensación de soltura o superación la que preocupa a Medina. Una marcha no es preocupante solo por la aglomeración de personas, sino por la disminución de la percepción de riesgo que acarrea.

Así lo explica: “Es importante que se comprenda que el aumento de casos no se da solo por los casos secundarios que se generan en esos eventos, sino por las cadenas de transmisión que se dan, que al principio pueden pasar desapercibidas. Y también, porque hay eventos como estos que generan un segundo efecto, y es el de bajar la percepción de riesgo en un sector de la población, con lo cual aumenta la socialización y por ende los casos.”

En suma, dice Medina, eventos como la celebración de la marcha de la diversidad no resultan únicamente en un aumento de casos por COVID-19, sino también “en un preocupante cambio de perspectiva, donde se minimiza la seriedad del virus en la opinión pública.”

Los números.

La sensación no es mera sensación. El número de reproducción diario (R) de la epidemia —esto es, a cuántas personas contagia un positivo— se ubicó en 1,16 al 30 de octubre, lo que significa que 100 casos generan 116 nuevos casos. Esto no es nuevo, dice Mordecki. Desde hace un tiempo este indicador está por encima de 1; esto quiere decir que la epidemia está “en fase expansiva”.

Otro indicador crucial es el porcentaje de tests positivos sobre el total de tests que se realizan en el día. Desde aquellos brotes en centros de salud que se registraron en julio, volvió a haber dos picos de este porcentaje en los últimos meses: uno el 13 de setiembre con un 3,5% de tests positivos sobre el total, y otro el 20 de octubre con un 2,3%.

Para tener una referencia: en la Unión Europea, para calificar el riesgo de un país de destino, se considera el promedio semanal de casos y este porcentaje promediado en una semana. Una de las observaciones que hace Mordecki al respecto es que este número se mantuvo por encima de uno desde el 10 de octubre aproximadamente, y corresponde al aumento notorio de casos diarios.

“Es deseable que ese porcentaje se mantenga en el orden del uno por ciento, sencillamente porque eso es lo que ocurre en los países que están controlando la pandemia”, dice el matemático. “Lo que significaría hacer unos 5.000 tests diarios”, agrega.

Para Fariello esta es una clara luz amarilla. Estuvimos un montón de tiempo debajo del 1% de casos positivos, ahora estamos en el 1%, dice la matemática. Lo que ha pasado en otros países —no es que pasarse del 1% significa que se va a descontrolar, aclara rápido Fariello—, es que cuando empieza a subir el porcentaje de casos positivos sobre casos totales, aparece la posibilidad palpable de que haya un disparo de casos. “No quiere decir que si pasa esto (si sube este porcentaje) se dispararán los casos sí o sí. Pero es una alerta. Se empiezan a prender señales de hay que tener cuidado”.

Sobre esto alertó el infectólogo y pediatra Álvaro Galiana el pasado viernes. “Pensamos que eso no nos iba a pasar y eso está generando la situación que tenemos ahora (...) Lo que estamos viviendo hoy, ese número (de contagios), nos está generando una situación que de acá a 10 o 15 días pienso que vamos a tener más de 100 casos por día”, dijo el director del Hospital Pediátrico Pereira Rossell en una entrevista en radio Montecarlo.

Y esa es otra de las incógnitas que ha surgido cuando crecieron los números en la última semana: ¿estamos frente a un crecimiento exponencial de la epidemia?

No es tan fácil saberlo; menos aún siendo testigos en tiempo real del crecimiento en los números. Pero los especialistas no descartan que sea un posible escenario. “El problema es que solo vemos ‘para atrás’ y la pandemia mostró ser muy difícil de predecir”, comenta Mordecki. “Es claro que a los casos confirmados les corresponde una cantidad importante de infectados que se van a manifestar en los días siguientes, y de casos asintomáticos que pueden infectar sin saberlo”. Sobre estos últimos, los números han revelado que componen el 30% de casos totales desde que empezó la pandemia, según informó el MSP.

“Lo que sí es cierto es que el tiempo de duplicación de casos fue de aproximadamente dos semanas”, agrega Mordecki. Por lo tanto, en el futuro se están manejando dos escenarios posibles. Uno es continuar con el control relativo de los contagios y que otra vez nos situemos en una zona de oscilación, posiblemente en un nivel más alto. En otras palabras, que el porcentajes de casos sin nexo no aumente y que el porcentaje de positivos se mantenga, explica el matemático.

El otro escenario, el más preocupante, es que el período de duplicación de la pandemia se mantenga. “Es decir, que los próximos quince días tengamos una duplicación de casos”, advierte Mordecki.

Transmisión: ¿gotículas o aerosoles?

Si el virus se transmite por el aire o no ha sido una discusión constante desde que empezó la pandemia. La teoría de que el virus se transmite por micropartículas en suspensión, es decir, por aerosoles, ha ganado peso en la comunidad científica, pese a que la Organización Mundial de la Salud todavía no la ha reconocido. También se esparció en la población en general tras una publicación interactiva en El País de Madrid hace dos semanas, donde recrearon posibles escenarios de contagio siguiendo esta ruta de transmisión.

Al respecto, Julio Medina, director de la Cátedra de Enfermedades Infecciosas, comenta que hasta ahora la evidencia indica que la transmisión predominante para este virus es la transmisión por gotas, pero que la transmisión por aerosoles ha ido tomando cada vez mas jerarquía. Así simplifica el infectólogo esta vía de transmisión: “Se trata de pequeñas partículas que contienen el virus y que permanecen en el aire en ambientes cerrados y mal ventilados”. Para tener una imagen más familiar, el concepto se parece al de aire viciado o “de humo de cigarrillo”. Pero, en definitiva, no es una ruta o la otra sino ambas al mismo tiempo. “Es razonable que una ruta de transmisión mixta sea lo más probable en determinados ambientes y situaciones”, explica Medina. “Puede haber incluso diferentes rutas predominantes según las situaciones específicas, y esto es probablemente lo más realista a asumir”.

La evidencia de la transmisión por aerosoles fue publicada por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos a principios de octubre: “Existe evidencia que bajo ciertas condiciones, las personas con COVID-19 parecen haber infectado a otras que estaban a más de seis pies de distancia (1.83 m)”, dice el reporte. “Estas transmisiones ocurrieron dentro de espacios cerrados que tenían ventilación inadecuada. Las personas infectadas estuvieron en el mismo espacio durante el mismo tiempo o poco después de que la persona con COVID-19 se fuera. En ocasiones, la persona infectada había estado ‘respirando fuertemente’, por ejemplo, cantando o haciendo ejercicio”, constata el informe.

Trazar.

Los expertos coinciden: el riesgo de que se disparen los casos en Uruguay existe, es real. De hecho, nunca se fue. La clave para mantener el control, dicen, está en no perder el famoso hilo epidemiológico al que el presidente Luis Lacalle Pou hizo referencia en la última conferencia de prensa, y que empezó a aparecer en los reportes diarios del Sinae.

“Pasás de estar en números bajos a números altos cuando perdés la capacidad de rastrear”, dice Fariello. “Cuando eso pasa es muy difícil volver atrás”. Es que cuando el hilo se pierde, la propagación comunitaria del virus aparece. En Uruguay, por ahora —salvo en contadas ocasiones— el trazo de contactos se realizó siempre en el día.

De todos modos, los contagios sin nexo epidemiológico definido existen: desde hace unos meses esta cifra ronda el 14% del total de los casos. Pero el número se ha mantenido estable, y al lado de países como Alemania, que no puede rastrear el 75% de los casos nuevos de COVID-19 que diagnostica, es relativamente bajo.

Fariello es enfática cuando dice que el trabajo de rastreo para no perder el control no depende únicamente del MSP, sino de la población misma. Y pone el ejemplo de España, que cuando duplicó la cantidad de rastreadores fue demasiado tarde; la propagación comunitaria ya era un hecho en ese país.

“El perder el control es algo bastante extremo y hay muchísima gente trabajando todo el día para que eso no suceda”, dice Medina. “Pero basta con mirar a muchos países que tenían controlada la epidemia hasta que dejaron de tenerla para darnos cuenta del riesgo al que estamos expuestos”. El partido se sigue jugando y en las próximas semanas el resultado puede cambiar (o no) en forma drástica.

La cepa que circula hoy sustituyó a la de Wuhan

“Los Covid y otras familias virales son altamente variables; mutan muchísimo sin ninguna connotación negativa”, dice el virólogo Santiago Mirazo. Hoy en día la variante D614G del COVID-19 se convirtió en la cepa dominante. Aquella cepa original de Wuhan “prácticamente no circula, salvo en algunas partes del mundo”, señala el virólogo.

Hallazgos de la Universidad de Sheffeld sugieren que la nueva cepa se asocia con mayores cargas virales en el tracto respiratorio superior de los pacientes con COVID-19, lo que significa que la capacidad del virus para infectar a las personas podría aumentar. Asimismo, Mirazo puntualiza que no hay ningún estudio o evidencia que sugiera que la nueva cepa esté asociada a una mayor gravedad de la enfermedad. “Aparentemente se transmite mejor, tiene mayor eficiencia, eso explica por qué sustituyó a la otra. Pero nada indica que sea más virulenta o que tenga más patogenicidad que la cepa anterior.”

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