Guantes de oro

Manny Pacquiao no es solo uno de los mejores en la historia del boxeo. También parece encaminado a un brillante futuro político gracias a su carisma y al contacto directo con las emprobecidas masas de Filipinas.

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Newsweek, Lawrence Osborne

Decirle "boxeador" a Manny Pacquiao es como decirle "abogado hindú" a Mahatma Gandhi: la descripción no tiene vuelo.

El mejor boxeador del mundo ha comenzado la transición de su sangriento deporte de manera imprevisible. En Filipinas, donde nació en la más extrema pobreza, el campeón es casi una figura religiosa, con seguidores que entran en un trance extático.

En Estados Unidos se lo conoce como "Pac Man", el ídolo de las peleas en Las Vegas, el Bruce Lee del boxeo: pequeño, furioso y letal. "Manny Pacquiao", dijo Mike Tyson, "es un fenómeno". Y eso no se discute: está entre los deportistas mejores pagos del mundo.

Las peleas de Pacquiao no son comunes y corrientes. Sus batallas contra Miguel Cotto, Oscar De La Hoya y Shane Mosley, sus idas y vueltas con Erik Morales y Juan Manuel "Dinamita" Márquez -contra quien peleará por tercera vez hoy en Las Vegas- fueron de una intensidad sin parangón. Contra De La Hoya, muy pocos esperaban que la pelea le resultara fácil al filipino. Pacquiao, sin embargo, dominó a un hombre más grande que él gracias a velocidad y precisión.

NACE UNA ESTRELLA. La ironía sobrevolaba la escena: Pacquiao había entrado al boxeo estadounidense en 2001 como un nombre periférico en una pelea de De La Hoya. Desconocido, fue llevado a Las Vegas como sustituto de último momento para enfrentar al campeón sudafricano Lehlohonolo Ledwaba en un enfrentamiento por el título de la IBF en la categoría supergallo (55,3 kilos).

El registro de peleas de Pacquiao indicaba 32 victorias y dos derrotas, pero en realidad nadie sabía quién era (George Foreman comentó el partido y pronunció mal el apellido repetidas veces). Luego, Larry Merchant afirmó que "Ledwaba llegó con la chance de convertirse en una estrella, pero es probable que el que se vaya como una estrella sea Pacquiao".

Sin embargo, no fue sino hasta noviembre de 2003 que se convirtió en una auténtica superestrella en Estados Unidos, luego de once rounds contra el intimidante mexicano Marco Antonio Barrera por el título en la clase peso mosca (50, 8 kilos). Silenció a sus críticos y aumentó su notoriedad y fama más allá de Asia. En ese momento, era campeón en tres pesos distintos. Seis meses después, protagonizó una ya clásica pelea contra Márquez. El encuentro -un empate- fue el mejor de 2004.

En 2005 volvió a subir de peso a 58,9 kilos, para disputarle a Morales el título en la categoría superpluma. Perdió por puntos, pero más tarde ese mismo año obtuvo el título derrotando a Héctor Velásquez. Y un año después, noqueó a Morales en la revancha. Volvió a enfrentar a Márquez en 2008 y ganó por puntos. Ese año, subió otra vez de peso -a ligero, o 61,2 kilos- para ganarle el título de la WBC a David Díaz.

Después se enfrentó a De La Hoya en la categoría welter, o sea 66,7 kilos. El filipino surcaba las categorías de peso a velocidad de carrera, como si éstas no importaran. En 2009 destruyó al británico Ricky Hatton y se coronó campeón en la categoría superligero (63,5 kilos). Parecía que no quedaba nadie para enfrentarlo.

Aunque pronto volverá a enfrentar a Márquez, muchos sienten que el verdadero rival de Pacquiao es Floyd Mayweather Jr, de Estados Unidos. La troupe de Mayweather viene denunciando desde hace años que Pacquiao toma anabólicos, que esquiva los exámenes de sangre para evitar un enfrentar al estadounidense. Una pelea entre ellos sería lo más grande en el boxeo actual.

Ese sueño puede llegar a realizarse, o no. En cualquier caso, el ocho veces campeón del mundo está moviéndose hacia otro tipo de carrera, una muy diferente. El año pasado Pacquiao, quien tiene 33 años, fue electo diputado en representación del empobrecido distrito Sarangani, donde nació y creció.

ORIGEN. Sarangani y General Santos son las raíces de Pacquiao. De ahí partió a los 14 años a buscar su fortuna como boxeador en las salvajes calles de Manila, pero siempre ha retornado a la isla de Mindanao para cumplir con su ferviente catolicismo y a devolver algunos de sus millones a los pobres. Eso lo ha convertido en una suerte de celebridad sacra y, al mismo tiempo, en una marca cada vez más lucrativa.

Tiene una marca de ropa propia y un perfume llamado MP8 por los títulos que ostenta en ocho distintas categorías. Desde grandes afiches en centros comerciales o desde loterías "raspe y gane", su cara sonriente se propaga como si fuese la de un santo, reproducida masivamente. Es Pambansang Kamao, el "Puño Nacional". Esta aura religiosa es apropiada porque Pacquiao es intensamente devoto. Luego de ganar una pelea -o sea, siempre- vuelve a la Iglesia del Nazareno Negro en Manila y reza. Los Nazarenos Negros son una secta que adora una imagen de Cristo quemada, una imagen que viajó desde México a Filipinas en 1606.

Es una tontería viajar hasta Manila para tratar de encontrarse con Pacquiao. Como me dijo uno de sus asistentes: "Es como tratar de almorzar con Jesús Cristo".

Aún así, fui. Ir tras Pacquiao en Manila requiere de nervios de acero. Lo perseguimos en auto en medio de un tifón, por ejemplo, para poder entrar con él al estadio Cuneta Astrodome, donde se realiza el programa de televisión. Los ensayos para el programa de esa noche insumieron toda la tarde y uniéndome a su séquito podría ver cómo operaba en su entorno.

Pacquiao parecía disfrutar de que Manny Many Prizes fuera suyo. El programa es una lotería en vivo con 4.000 personas que alzan números en las manos y son seleccionadas al azar para recibir dinero en efectivo que Pacquiao pone de su propio bolsillo. Durante los ensayos esa tarde, Pacquiao fue hasta el piano de la banda y tocó los acordes de Let It Be. Más tarde, tocó la guitarra y cantó. Es importante ser un hombre del Renacimiento si se es el Puño Nacional.

Uno de los asesores más cercanos de Pacquiao es el abogado Franklin Gacal, quien supervisa los negocios del boxeador. "Esta es una sociedad que busca héroes", me explicó mientras tomábamos un trago. "La mayoría de la gente es pobre y extremadamente desesperada. Manny es un símbolo de esperanza. La fama que tiene a nivel global es sin precedentes. Y no se repetirá. Puede ser presidente algún día".

El programa de esa noche fue como una reunión evangelista. La audiencia había llegado desde lejos para ver a su ídolo en vivo, y muchos habían acampado en la calle la noche anterior. Estaban sentados en la platea con sus tarjetas numeradas, bamboleándose, gritando y cantando. Luego de las rutinas de los animadores, "Pacman" finalmente apareció en medio de una orgía de humo artificial y confeti, emergiendo de las profundidades del escenario como un Dios en jeans. Bailó como un compacto John Travolta. Cuando agarró el micrófono y le preguntó, con un grito, a la gente qué quería, la respuesta fue otro grito: "¡Dinero para el transporte!". Así cubrirían los gastos para llegar hasta ahí. Escuché el grito de "ninongó" -padrino- y pronto eso se hizo un cántico. "Lo que ustedes necesiten, mi gente, los escucho", respondió Pacquiao. "Solo díganme". Y fue hasta el cubículo con los números ganadores en la mano. "Todos pueden participar", dijo y me miró: "Excepto el americano".

Llegaron al escenario los ganadores, llorando. Viejas brujas sin dientes, enfermos y pobres. Pacquiao los entrevistaba. Inevitablemente, una mujer anciana que vende galletas de arroz y lavaba ropa ajena para poder llegar a fin de mes le recordó a su madre, que hacía lo mismo cuando él era un niño. Más serio, de repente aumentó la suma del premio en 100.000 pesos.

General Santos es "la capital del atún del mundo", una ciudad tranquila con 700.000 habitantes, una vibrante escena gay y excelente sushi. La gran isla Mindanao, en tanto, ha sido el escenario de una dura insurgencia islamista. Esa misma semana, habían matado y decapitado a cinco marines filipinos.

A la mañana siguiente, lejos del espíritu de esos horrores, Pacquiao inauguraba la construcción de un nuevo hospital en Sarangani, uno que él financiaba parcialmente. La esposa de Pacquiao, María Geraldin "Jinkee" Jamora, madre de cuatro y oriunda de Sarangani, estaba ahí. Jinkee y Manny son la pareja de Filipinas, realezas mediáticas. Tienen un hotel, tiendas de moda, una cafetería, una estación de servicio y varias y opulentas mansiones.

Antes de encontrarme con él esa noche en su mansión de General Santos, conduje hasta Glan, el pueblo al lado del mar donde creció con una playa de arena gris, pequeñas mezquitas descascarándose y casas de bambú tejido. En la pequeña escuela José A.H. Young, me mostraron el salón donde mandaban a Pacquiao en penitencia. Una maestra, Gina Inquito, lo recordaba como un niño sin zapatos. "Causaba problemas, pero uno tiene que acordarse que dormía sobre cartones y comía gachas de arroz".

Esa noche, en la Mansión Número 1 en General Santos, me impresionó cuán sereno parecía ese hogar desordenado. Pacquiao entró con una remera a rayas, Levi`s y pelo engominado.

¿Qué querían decir los filipinos cuando le decían ninong? "Es como ser el padre de todo el pueblo. Cumplo mis promesas, a diferencia de la mayoría de los políticos en este país. ¿Te gustó la ceremonia del hospital esta mañana? Sarangani, el lugar donde crecí, ni siquiera tiene un hospital. Ni uno. 500.000 personas y no hay hospital. Así que construí uno. Recuerda, no necesito meterme en la política. Tengo todo el dinero que necesito. Podría estar pasándola bien y nada más. Pero tengo una obligación con la gente. Quiero ser un nuevo ejemplo, para cambiar a Filipinas".

Parece probable que Pacquiao se postule para gobernador y que acceda al Senado en, dice, 2015. Le pregunté si se postularía a presidente. Hubo risas y golpes en los muslos, pero un brillo en el ojo sugería: ¿por qué no?

"Sabes", continuó, "no es fácil equilibrar boxeo y política y todo lo demás. Tendré que elegir. Voy a pelear con Márquez otra vez, pero luego de eso solo está Mayweather y quién sabe si eso llegará a realizarse". Le pregunté por la pelea que más satisfacción le dio. "Oscar De La Hoya, sin dudas. Fue tan importante ganarle. Lo estudié de pies a cabeza, y le saqué la ficha. Fue una victoria muy dulce". Me habló un poco de Tyson. Sabía que se conocían, eran amigos, y le pregunté si había alguna similitud en sus historias de vida. "Sí, en algunas cosas. Pero él se drogaba. Igual pienso que es un gran hombre". A diferencia de Tyson, Pacquiao también tiene una fe católica y una carrera política. Reza ocho veces al día y alimenta a los pobres. Hay algo encantador en sus risitas y esa muy asiática quietud en la voz.

Los más grandes boxeadores son fríos y metódicos. La ira que despliegan es pura eficacia mental. La brutalidad no es emocional. Son los maestros del control. ¿Por qué no podrían convertirse en excelentes políticos? (Traducción: Fabián Muro).

La pelea más deseada en el boxeo

Floyd Mayweather Jr. es el rival más deseado para Pacquiao por promotores y medios. Exuberante y estridente, Mayweather no sólo se ufana por un registro de peleas que lo tiene invicto. También es el primer boxeador estadounidense en veinte años en derrotar a uno cubano en los Juegos Olímpicos.

Entre el cuadrilátero y el fieltro

Además de puños certeros y furiosos, Pacquiao también se destaca en un juego que requiere más delicadeza: billar. Cuando Newsweek lo acompañó por Manila, fue testigo de dos juegos del deportista. Uno contra el campeón Efran "Tata" Reyes, uno de los mejores del mundo en billar. Pacquiao perdió. El segundo juego fue también por dinero el boxeador ganó 1.800.000 pesos filipinos en apuestas, derrotando a todos los oponentes.

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