Generación analgésico

| Hay una pastilla para cada dolor y para cada problema. Y hay gente que no puede dejar de tomarlas.

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César Bianchi

Si les duele la cabeza, toman un analgésico; si están muy cansados toman un par de comprimidos con cafeína; si están sin sueño toman una píldora para dormir, y si les duele la nuca o la espalda, un relajante muscular.

Analgésicos comunes o con cafeína, estimulantes, tranquilizantes, energizantes, ansiolíticos, antidepresivos y pastillas para asegurarse un buen desempeño sexual. Todo sirve para poder vivir "a full", sin privaciones ni dilaciones, en procura del rédito inmediato.

Esta es la consigna para una generación de jóvenes y adultos que no soportan el menor dolor, ni la más ínfima frustración. La idea es paliar ese dolor incipiente, demostrando así una escasa tolerancia a la espera. Los medianos plazos no existen.

"Los tiempos son breves y hay muchas ofertas. La idea es que hay que experimentar todo o lo más que se pueda. Y eso trae una dificultad: la demora en la gratificación. Para ellos no se puede esperar, no hay tiempo para ser paciente", dijo Lilián Daset, directora de Investigación Psicológica de la Niñez y Adolescencia de la Universidad Católica.

Estas personas que no toleran la más mínima frustración integran lo que el psiquiatra brasileño César Ibrahim llama la "generación analgésico". Daset prefiere hablar de "generación del zapping".

No se precisa tener un amigo médico para acceder fácilmente a las sustancias salvadoras. Las bebidas energizantes, que contienen una cantidad de cafeína equivalente a una Cafiaspirina y media, se venden en supermercados, autoservicios y boliches. Los analgésicos con cafeína se venden libremente en farmacias, y los psicofármacos abundan en las ferias, donde no se pide ninguna receta y están lejos del control ministerial.

Según datos de la Junta Nacional de Drogas, 85.000 uruguayos se automedican, compran tranquilizantes, antidepresivos y ansiolíticos sin receta "verde", tanto en farmacias como en el mercado negro. Más de 890.000 (uno de cada tres) tomaron psicofármacos alguna vez. En el último año casi 90.000 consumieron antidepresivos, ansiolíticos o hipnóticos. Son números del efecto zapping, de los que reivindican el "aquí y ahora".

Energía todo el día

El director de la comunidad terapéutica Izcali, el psiquiatra Fredy Da Silva, nota un incremento importante en el consumo de bebidas energizantes. "No hay números, pero para mí es claro. Hace cuatro años no existían", dijo.

Eduardo Anchoni, importador de la bebida energética Speed Unlimited (cuyo eslogan es "lo más prohibido"), dijo que el producto se vende en el 95% de los boliches montevideanos. "Esto viene creciendo, ya se popularizó porque llegamos al Cerro y a Lezica", dijo. "Es una magia nueva que la gente compra".

Y también los analgésicos han ampliado su oferta para un público ansioso de soluciones rápidas.

La actual oferta de calmantes supera ampliamente a la que había una década atrás. Hoy el laboratorio Bayer, por ejemplo, ofrece: Aspirina común, Aspirina Forte, Cafiaspirina, Cafiaspirina Plus, Aspirineta, Cardioaspirina y Actron.

La línea Perifar, y sus similares, como Privalgia, venden pastillas de ibuprofeno comunes, o con agregados para el dolor de cabeza, para el dolor muscular o para la gripe.

"Esa variedad de una mayor oferta tiene que ver con los tiempos que corren. Los laboratorios han buscado facilitarle la vida a la gente. Entonces aparecieron más drogas, más productos y más presentaciones distintas", dijo Milton Lofredo, presidente del Centro de Farmacias. "La gente, todo el día frente a la computadora o la televisión, casi no hace ejercicios físicos. Pero sí apelan a los fármacos para calmar los dolores".

A Lofredo le preocupa el mal uso de los analgésicos, considerados inocuos por la gente. Él conoció a una persona que consumía un analgésico común al día porque sentía un dolor, y continuó haciéndolo sin consultar un médico hasta que murió de un infarto. Era hipertenso. "Los analgésicos calman el dolor pero no van a las causas", dijo.

El titular del Centro de Farmacias afirmó que los analgésicos con cafeína y las bebidas energizantes son usados para "estimular o levantar", tal como son promocionados en la televisión.

"Los compran para ir a bailar y saltar toda la noche, los ponen eufóricos, pero cuando se va el efecto producen cansancio y depresión", dijo.

La antropóloga social Selena Cheroni coincidió en señalar que es notorio el aumento de los productos que ofrecen un efecto "flex" y "relax". Y cree que es lógico que haya aumentado el consumo de este tipo de medicamentos en los últimos años, "después del efecto Bensión".

Jóvenes omnipotentes

En Brasil, según un artículo del diario O Globo, la "generación analgésico" abarca a jóvenes de entre 15 y 25 años. Para el psiquiatra brasileño Jiosef Fainberg, esta generación recurre a píldoras, gotas o inyecciones porque con estas drogas alcanza una sensación de omnipotencia.

O Globo recogió el testimonio de la joven Ana Karina Gill. "Estamos en el siglo XXI", dijo. "No nací para sentir dolor. Si estoy tensa, tomo un calmante. Si tengo insomnio, tomo alguna pastilla para dormir. Si puedo ir a Europa en avión, ¿para qué voy a ir remando?".

Así pensaban los padres de Matías, un chico de 25 años nacido en el interior que hoy está internado en la comunidad terapéutica Izcali, en Montevideo.

Matías, cuyos padres son médicos, creció con la consigna de que no hay nada mejor que una pastilla para superar rápidamente cualquier malestar. Cuando comenzaba a sentir un resfrío, de inmediato tomaba antibióticos y apenas sentía un dolor muscular, tomaba un relajante. Cuando estaba muy excitado tomaba ansiolíticos para "bajar", pero cuando se sentía "chato" tomaba antidepresivos para "subir". Y cuando no podía dormir, consumía hipnóticos. Todo en forma de píldora.

"En mi casa siempre se hizo apología a lo que venía en pastillas. Mis padres me las proporcionaron durante mucho tiempo, porque estaban convencidos de que los comprimidos daban resultado".

A los 18 años comenzó a mezclar las pastillas con alcohol. Después le sumó marihuana. Se hizo adicto. Llegó a consumir siete psicofármacos por día, todos los días.

Intentó curarse yendo a terapia, pero no dio resultado. Hace un mes que Matías está internado en Izcali. Se siente aliviado y de a poco va dejando atrás su adicción.

Un amigo suyo, de 26 años, tuvo peor suerte. Su adicción a las píldoras de receta "verde" fue tan grande que no pudo soportarla y se suicidó.

El riesgo de la adicción

El problema de un consumo tan indiscriminado de píldoras es la dependencia, coincidieron los profesionales consultados.

Daset, investigadora de la Universidad Católica, dijo que en muchos casos la adicción es psicológica. "Sería bueno que jóvenes y adultos puedan darse cuenta de que ellos pueden solos, que quizás necesiten descansar o tomarse más tiempo, y no precisan una píldora", dijo. "A veces se les asigna una magia que no tienen".

La psicóloga Lilián González Moscato entiende que parte de la culpa de este fenómeno es del sistema mutual. "El médico tiene sólo diez minutos para atender al paciente, entonces no puede estudiar su caso a fondo. Le receta un Plidex para calmar los nervios. De ahí en más, ese paciente usará siempre Plidex y termina por hacerse adicto".

Juan Triaca, psiquiatra de farmacodependencia del hospital Maciel, sostuvo que, en los adictos, las pastillas "dejan a la persona impotente porque sin esa sustancia no pueden vivir, dormir, concentrarse, rendir en la cama, o lo que sea".

"Es mucho más fácil tomar una pastilla que ponerse a pensar cuál puede ser el problema e intentar solucionarlo. Es más fácil que aceptarse y ponerse a elaborar un cambio", dijo.

El psiquiatra ha visto todo tipo de casos. "Algunos no pueden comenzar el día sin un analgésico, otros necesitan una bebida energizante con 50 miligramos de cafeína, como en el otro extremo puede ser la pasta base. El tema es: ¿por qué algunos necesitan pasta base, otros una bebida energética y otros pastillas de éxtasis? Es la cultura del ‘tener’ para poder ‘ser’".

Otra tendencia de la "generación analgésico" es el creciente consumo de sildenafil (Viagra y otras marcas) sin una indicación médica.

González Moscato, psicóloga y sexóloga, asegura conocer a chicos de 25 años sin disfunciones sexuales que los toman "por las dudas", aunque no padecen ningún síntoma de impotencia.

Muchos jóvenes, además, suelen tomar antidepresivos con la finalidad de combatir la eyaculación precoz. Paradojalmente, después de varias repeticiones puede aparecer un efecto secundario indeseable: el descenso del apetito sexual.

Publicidad peligrosa

Pero no sólo el sistema de salud es responsabilizado de este fenómeno.

La antropóloga social Cheroni recordó algunos mensajes "peligrosos" emitidos en piezas publicitarias de grandes laboratorios en televisión. "Había una campaña de analgésicos que decía algo así como: ‘hoy es mi cumpleaños y no quiero arruinarles la fiesta’, ‘por las dudas’ me tomo ‘tal’ analgésico".

En 2004 se vio en televisión un aviso de Cafiaspirina que mostraba a un joven hiperactivo, que al tercer día de salir todas las noches, se sentía muy cansado e ingería un par de "cafias" (así las llaman los jóvenes) para volver a salir.

La psicóloga González Moscato cree que la propaganda de los laboratorios influye sin dudas en el público: "no son instituciones filantrópicas ni benéficas, sino empresas con fines de lucro. Pueden crear estas conductas de dependencia a los fármacos con la propaganda".

La investigadora Daset agregó: "en la propaganda hay un mensaje al individuo para que no deje de producir y no pare". A modo de ejemplo, Lofredo, presidente del Centro de Farmacias del Uruguay, dijo que los relajantes musculares "se venden como consecuencia de los dolores de estar mucho tiempo frente a la computadora. Les duele la nuca o la columna, toman uno y siguen trabajando".

La psicóloga González opinó que "lo ideal es que antes de tomar una pastilla, la persona pueda apagar las luces, bajar el volumen de la tele o la música y recostarse".

Daniella Mosca, jefa de marketing de Bayer, dijo que esto no siempre es posible: "el que no tiene tiempo para apagar la luz y sentarse en un sillón a esperar que se le pase el dolor, se toma un analgésico reanimante".

Mosca señaló que los avisos de la empresa son regionales y provienen de Argentina, si bien cuentan con el aval de Bayer Uruguay.

"Estoy de acuerdo con el mensaje de Cafiaspirina, que es: ‘que nada, ni un dolor de cabeza te impida salir’. Es un analgésico con poder reanimante, de venta libre, aprobado por el Ministerio de Salud Pública, con 500 miligramos de ácido acetil salicílico, como una aspirina, y 40 miligramos de cafeína, que viene a ser un pocillo de café", sostuvo.

Cafiaspirina Plus contiene 650 miligramos de aspirina y 65 de cafeína.

"No creo que las publicidades induzcan a tomar más analgésicos o a abusar de ellos. Son las propias personas las que buscan soluciones de acuerdo a su estilo de vida y a su estrés", agregó Mosca.

Mujeres consumidoras

En Uruguay, a diferencia de lo que ocurre en Brasil y de acuerdo a las impresiones de varios expertos consultados, el fenómeno del consumo constante de medicamentos no se aplica tanto a adolescentes sino a adultos, y las mujeres son clara mayoría.

Las cifras oficiales que existen respecto al consumo de psicofármacos les dan la razón. Según la Junta Nacional de Drogas, el 37% de las mujeres consultadas afirmaron consumir tranquilizantes, antidepresivos o hipnóticos, contra un 19% de hombres. En antidepresivos, por ejemplo, de 27.000 personas consumidoras, el 80% son mujeres.

Triaca apuntó que "las pastillas para dormir nunca faltan en la mesa de luz de la dama".

Nunca faltaron en la de Gladys Hernández, quien tampoco se quedó sin analgésicos en su cartera. Así le fue.

Hernández tiene 71 años, toma analgésicos sólo cuando le duele mucho la cabeza y, por ahora, la mayoría de las noches duerme sin apelar a una pastilla. El aprendizaje le costó muy caro: tiene una gastritis muy fuerte a punto de transformarse en úlcera.

Trabajó más de 25 años como overlockista en fábricas de ropa interior. A los 40 empezó a tomar anfetaminas, que compraba sin receta en la farmacia. Comenzó con Control 7, pasó al Control 12 y como la dosis no era suficiente, llegó a consumir Control 20.

"Esas pastillas me mantenían despierta, me levantaban y me sacaban el cansancio", contó. Las tomaba todos los días para tolerar las jornadas laborales de más de 12 horas.

Pero a la noche, Hernández no podía conciliar el sueño. Empezó a tomar pastillas para dormir. También se hizo adicta a esos fármacos.

"Una noche, de tanto tomar esas píldoras, sentía que caminaba por las paredes, que el corazón se me salía por la boca", dijo. El psiquiatra le ordenó suprimir las píldoras nocturnas. "Casi me arrodillo. Le dije: ‘¡por favor, no me saque las pastillas para dormir!’ Era como una drogadicta".

Tomaba dos o tres antidepresivos o ansiolíticos por día, pero ninguna píldora por la noche. Superó, así, su adicción a "esa" pastilla.

Sin embargo, recién en 2001 Hernández abandonó su otra gran dependencia: los analgésicos. Con el mismo afán de producir que la llevó a abusar del Control 20, Hernández tomó dos analgésicos por día durante más de 25 años, que ingería junto con un café o un refresco.

Hoy, jubilada, reconoce que debería ir al psiquiatra para pedirle una receta verde para "pastillas para dormir". Aquellas que consumen la mayoría de los uruguayos, a ella no le surten el menor efecto. "Puedo tomar un blister entero de Plidex, Gloriax o algo con diazepán, que igual no duermo. No me hacen nada".

Barbas en remojo

Triaca, Daset y González creen que casos como el de Hernández son los que ilustran el fenómeno, y minimizaron la influencia de psicofármacos y otras sustancias en los jóvenes.

Sin embargo, Da Silva no comparte esa opinión. "Se usan de 30 y pico para arriba, sí, pero también y cada vez más en la juventud. Es como el alcohol: si vas a Alcohólicos Anónimos verás que son todos mayores de 30, pero ¿a qué edad empezaron a tomar?".

"Esta no es la realidad uruguaya, por ahora. Pero viene creciendo. Yo estuve entre cinco y diez años antes de 2003 hablando de la pasta base y sus riesgos, antes que explotara en Uruguay. Hace unos años estaba acotada a una población de escasos recursos, hasta que trascendió ese nivel", dijo.

Da Silva, que ya está alarmado por el uso de bebidas energizantes o píldoras "para el aguante" entre los jóvenes, cree que algo similar sucederá con los psicofármacos y estimulantes. Al aumentar el consumo de las drogas "para subir", como la cocaína —dijo— también aumentó el de aquellas "para bajar", como los ansiolíticos.

Le preocupa que el fenómeno de la "generación analgésico" ya esté instalado en los jóvenes de España, Estados Unidos y Brasil. "Estamos en las primeras etapas de un fenómeno que otros países están viviendo, y tendríamos que aprender de ellos y poner las barbas en remojo", dijo Da Silva.

"¿Qué vamos a esperar? ¿Que pase en el Chuy? Ahí vamos a ver de qué lado del Chuy ocurrió, para ver si estamos lejos o cerca". ©

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