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Festivales en Semana Santa: un presupuesto millonario pero rompieron récords de asistencia

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Festival Minas y Abril. Foto: gentileza Intendencia de Lavalleja.

REENCUENTRO

Cientos de miles se desplazaron, dinamizando la economía local y dándole un empujón al sector turístico y también al golpeado ambiente artístico.

Después de dos años de ausencia, el Festival del Olimar a orillas del río en Treinta y Tres volvió renovado. Los viejos puestos de chapa se reemplazaron por carpas blancas, se redistribuyó el estacionamiento, se definió una zona peatonal. Pero Horacio Bordón, secretario general de la Intendencia de Treinta y Tres, destaca un cambio en particular: se armó una plaza de comidas, que antes no existía, donde agruparon a todos los puestos que vendían bebidas y alimentos. Al festival se le agregó un día, vinieron bandas de rock, hubo récord de asistencia. Crear esa plaza de comidas, para Bordón, que llevó adelante la organización del evento, tenía un cometido especial: “En este festival buscábamos que la gente volviera a verse. Que pudiéramos volver a abrazarnos, vernos, algunos más viejos, con más barba después de dos años. Y la plaza de comidas hace que la gente se encuentre”.

Un reencuentro: así describen a esta Semana Santa los organizadores de los festivales tradicionales del interior del país: la Semana de la Cerveza en Paysandú; el festival Minas y Abril en Minas, Lavalleja y el festival del Olimar en Treinta y Tres. En estos eventos se rompieron récords en venta de entradas y se superó la expectativa de concurrencia en los gratuitos. Decenas de miles de personas se trasladaron a estas ciudades del interior, colmaron casas particulares, campings y hoteles; cenaron en restaurantes, presenciaron espectáculos de artistas nacionales e internacionales que, a su vez, percibieron el ingreso más importante del año tras la inactividad total.

Identidad.

En el Festival Minas y Abril se batieron todos los récords de venta de entradas, según el intendente del departamento, Mario García. Asistieron unas 70.000 personas. Para la comuna, este evento que ya tiene 35 años “es una carta de presentación” de Lavalleja al país entero. Esta edición de Minas y Abril movió multitudes. Fue el primer espectáculo de este calibre tras el levantamiento de la emergencia sanitaria. El primer día se presentaron bandas de rock nacional como Buitres y El Cuarteto de Nos, y se hizo “una gran apuesta” con una banda internacional como Ciro y los Persas. El segundo día fue tropical y el tercero fue más tradicional, más parecido al Minas y Abril en sus orígenes. La grilla de la primera edición, hace 35 años, tenía entre sus integrantes a José Luis “Pepe” Guerra, Carlos Benavidez, la payadora Marta Suint y a su creador: el médico traumatólogo Carlos Paravis, conocido como Santiago Chalar, su nombre artístico.

Paravis atendía en el Hospital Dr. Alfredo Vidal y Fuentes de la ciudad de Minas. Por la falta de material para atender a sus pacientes, los derivaba a la capital para que completaran su recuperación. Pero él quería que los lavallejinos se atendieran en su departamento, en su propio hospital. En una charla con el poeta Santos Inzaurralde surgió la idea del festival, cuyo propósito se mantiene hasta hoy: donar cada centésimo recaudado por una rifa, la venta de entradas y alquiler de stands al hospital de Minas.

En aquel momento eran Paravis e Inzaurralde, ahora hay una comisión que se dedica a la organización del festival. La intendencia brinda el apoyo logístico. Artesanos, vendedores y carritos de comida se instalan en los puestos, y este año se sumó un concurso de guasquería, actividad emblema de Lavalleja, declarada de interés departamental el año pasado y en vías de declararse de interés nacional, cuenta Dolores García, directora de Turismo de la comuna.

Aún no hay números oficiales, pero se cree que el monto recaudado puede convertirse en récord. Terminada la fiesta, todavía con la euforia de esos días, García asegura que todo este movimiento llegó a los kioscos, las panaderías, las almacenes de los barrios.

Desde Treinta y Tres, Bordón comenta que a falta de espacio en los hoteles, los olimareños se las ingenian para convertir el patio de sus casas en un hospedaje. Quienes tienen una barbacoa o un baño cerca del parrillero, “alquilan” el patio o el jardín para que los turistas pongan una carpa. Así, armaron un camping improvisado con baño. “Es el desahogo que necesitamos porque el camping del parque está a tope”, dice el secretario de la comuna. Ni hablar los hoteles. “Así, los vecinos también se hacen un peso”.

Pizarrón en el Festival del Olimar. Foto: Horacio Bordon
Pizarrón en el Festival del Olimar. Foto: Horacio Bordon

El intendente de Treinta y Tres, Mario Silvera, cuenta que desde el sábado pasado al martes —los días de folclore— asistieron unas 30.000 personas por día. La grilla del miércoles fue una innovación: solo tocaron bandas de rock nacional y las bandas argentinas La Beriso y Airbag. Esa noche asistieron 60.000 personas. El broche de oro fue el jueves, con el cierre del “Chacho” Ramos.

Ni Silvera ni Bordón arriesgan a dar un número final ni tentativo de cuánto invirtió la comuna en el festival, que tiene también colaboración de empresas privadas y estatales. Sobre los números del festival anterior, Bordón dice que la información estaba “muy fragmentada”, por lo que ahora no hay “ni cerca un resumen” de lo que será la inversión total. El intendente asegura que tanto los comercios del predio como los de la ciudad vienen “a muy buen ritmo de venta”, y que más allá del presupuesto final “lo importante es lo que genera para el turismo de Treinta y Tres”. En tanto, Bordón dice que tratan de “equilibrar los números lo máximo posible”, pero que “sin dudas es una fiesta a pérdida”. La razón: los contratos con las bandas de rock y cumbia, sobre todo las internacionales, que fueron traídas “con contratos caros”. En este festival, además, no se cobra entrada.

Para Bordón, la pérdida que puedan tener a nivel económico “redunda en un beneficio social que se nota rápidamente en la ciudad”. Pone un ejemplo: “A veces lo que uno cree ‘a pérdida’ no lo es, porque el que se ganó sus pesos después va y paga los servicios, la contribución”. “Los números no son solo una cosa de pasar raya y sumar. Hay que tener esa habilidad de mirar otras cosas también. Nosotros se lo reclamamos a los economistas”, protesta entre risas.

El festival del Olimar, que se promociona como el “primer festival del país”, tiene 48 años de historia. Hoy quiere ser más popular, más masivo. Silvera insiste en instaurar “la semana de Treinta y Tres” para dar cabida a espectáculos de rock como los del miércoles, que salen un poco de la línea más tradicional del festival. A su vez, el secretario de la comuna cuenta que al ver revistas viejas, de ediciones anteriores del festival, se percató de que la presencia femenina era ínfima. “Ahora tratamos de dar un equilibrio mayor de mujeres en el escenario”. Bordón puntualiza la actuación de la cantautora Catherine Vergnes, de 25 años, que se dedica al folclore. Le tocó cantar después de la agrupación 4 en Línea y “lo hizo maravillosamente”, dice.

“Queremos probar con eso, con el rock, con bandas consagradas”, apunta. Los olimareños saben qué atrae al uruguayo a su departamento. Dice Bordón: “Que vaya tomando dimensión. Las cosas que no crecen tienden a desaparecer”.

Puesto de artesanías en el festival del Olimar. Foto: Horacio Bordón
Puesto de artesanías en el festival del Olimar. Foto: Horacio Bordón

A lo grande.

Fue en 1966 que a un empleado de la Cervecería y Maltería Paysandú, que embotellaba la famosa cerveza Norteña se le ocurrió importar una fiesta así después de haber ido a una en Argentina. A la empresa le gustó la idea, la intendencia apoyó y la celebración se concretó modestamente en la plaza principal de la ciudad. Fue el presidente Óscar Gestido y cantó un jovencísimo Alfredo Zitarrosa frente a los sanduceros. Ahora, en esta Semana de la Cerveza, se espera superar las 200.000 personas, casi el doble de la población de la ciudad.

La fiesta uruguaya que congrega más personas está en su penúltimo día; hasta ayer se habían vendido 110.000 entradas en total para la fiesta en sí y 60.000 para el anfiteatro, donde se concentran los principales espectáculos.
En el predio también hay números musicales y es donde se despliega el corazón de la fiesta: el patio cervecero. También hay casi cuatro hectáreas de predio ferial con artesanos que vienen desde Argentina y Brasil, y aparte de esos puestos hay unos 70 stands —el comité organizador de la Semana de la Cerveza, encabezado por el secretario de Turismo José Manuel Galván, había calculado un mínimo de 50 puestos y un máximo de 60, pero la gran oferta de comercios y servicios sanduceros hizo que se superaran los 70—.

Los gazebos, que utilizan mayormente los feriantes, tienen un costo de 5.000 pesos. Se paga la mitad al empezar y la otra mitad cuando termina la fiesta. La Fábrica Nacional de Cerveza, por otro lado, hace su “aporte significativo” a la organización, dice Galván, y a cambio presenta sus productos. Los foodtrucks son los que pagan más: un puesto de este estilo puede llegar a costar 50.000 pesos. Dicen desde la intendencia que la demanda sobrepasó a muchos comercios, que se han visto obligados a cerrar antes del final de la noche.

Los números definitivos van a presentarse una vez que culmine el evento, pero la comuna maneja una inversión total en el entorno del millón de dólares.

Esta es una semana que “históricamente ha generado empate o pérdida”, dice Galván, que vio los números de ediciones anteriores. Aún así, insiste en que este año en particular “el objetivo no es generar una ganancia, sino que se mueva todo el sector comercial”. Joaquín Inella, presidente del Centro Comercial de Paysandú, dice que los hoteles tienen su capacidad colmada y los restaurantes vienen trabajando “muchísimo en la noche, más que nada de jueves a sábado”.

Inella acota que el éxodo de uruguayos a Argentina que van a comprar más barato por la diferencia cambiaria impacta de manera directa en el comercio local, pero que esta cantidad de turistas que recibe Paysandú en siete días es una suerte de alivio al sector comercial.“Se calcula que lo que se invierte se multiplica entre cuatro y cinco veces por efecto derrame en todo el sistema turístico y cultural”, dice Galván. “Ese es el objetivo de desarrollar la fiesta de esta manera y con esta magnitud”.

El intendente de Paysandú, Nicolás Olivera, dice que al momento de planificar la fiesta se determinó que la intendencia la “subsidiaría”, y pone el ejemplo del costo “módico” de las entradas: 100 pesos al predio y 250 al anfiteatro. “Cuando uno diseña y sueña la fiesta, construye escenarios de mínima, media y máxima. En el escenario de mínima, cubro los gastos. Pero nosotros fuimos al otro extremo. Calculamos una entrada muy baja, asumimos que podíamos tener un efecto de no ganancia o de pérdida o balance negativo”, dice.

No obstante, la concurrencia fue tal que el intendente no cree que se vaya a perder. “Los números vienen bien. La combinación resultó ser perfecta: mucha gente y entradas bajas. El escenario es mucho mejor de lo que preveíamos, aunque no tengamos aún los números finales. Y si perdíamos era a cuenta de que la gente haya ido, que es lo que más queremos en esta fiesta”, dice Olivera.

Y la gente fue.

La gente mayor que se cruza en la calle a Galván le comenta que la concurrencia que tuvo el anfiteatro durante esta semana no se veía “desde hacía décadas”. El icono de Paysandú, inaugurado hace 25 años por el exintendente y exministro del Interior Jorge Larrañaga, tiene una capacidad de 20.000 personas. Con la grilla de la Semana de la Cerveza, que va desde Sonido Cristal y Los Nocheros hasta Los Auténticos Decadentes y Los Palmeras, los asientos se agotaron.

Mañana es el último día. Según la venta de entradas se espera la máxima cantidad de personas. El punto final lo pondrán Los Iracundos.

Aunque tienen su público argentino y brasileño, estas fiestas son más de uruguayos para uruguayos. “Es un derrame de trabajo y movimiento de todo lo que el uruguayo acostumbra: los kioscos, las almacenes, las panaderías, el pequeño supermercado”, dice el presidente de la Asociación de Hoteles y Restaurantes, Francisco Rodríguez. “Eso es lo que tiene el turismo interno”.

En esta semana los operadores turísticos del interior están en una especie de zafra y suele haber un efecto derrame en el trabajo de este sector; se contrata más personal. Pero esta vez hubo cautela. “Veníamos teniendo momentos de sol y playa en enero, pero los altos contagios y los días de lluvia hizo que muchos emprendimientos tuvieran duros golpes”, dice Rodríguez.

Pero hoy, a la vista de los resultados, hay una “gran alegría” en el sector. Concluye Rodríguez: “Es el arranque emocional que necesitábamos para avanzar, para fortalecernos en mayo y junio y que el sector, que sigue tambaleante, no se nos caiga”.

parque del plata

Una fiesta de la cerveza en la costa

Parque del Plata quiere que la Fiesta de la Cerveza Artesanal, que el fin de semana pasado tuvo su cuarta edición, sea un sello del municipio y una más entre los reconocidos festivales de Semana Santa. Entre el 9 y 10 de abril el balneario recibió 35.000 personas. “Estuvimos muy desbordados, estuvo todo muy bien pero esperábamos mucho menos gente de la que fue”, confiesa Tania Vecchio, alcaldesa del Municipio Parque del Plata.

Las primeras ediciones de esta fiesta se llevaron a cabo en el club del balneario bajo el nombre de una cerveza comercial. El alcalde anterior, cuenta Vecchio, la llevó de “comercial” en “artesanal” y la trasladó a orillas del Arroyo Solís Chico. En esta ocasión, la organización estuvo a cargo de la Asociación de Microcervecerías Artesanales del Uruguay y del municipio, con apoyo económico y participación de varias divisiones de Canelones. Ese sábado y domingo se presentaron con entrada gratuita artistas de todos los géneros musicales: Buitres, Eli Almic, Labarnois y Carrero, Sonora Borinquen, Ruperto Roncanrol, entre otros. Las marcas de cerveza artesanal que llevaron su producción al festival eran más de 100 y provenían de todos los departamentos. Los puestos de tortas fritas, por ejemplo, tenían un costo de 1.000 pesos; lo mismo una parilla. A los artesanos chicos se les cobró 500 pesos y el precio se elevaba para los foodtrucks, cuyos puestos tenían un costo de 5.000 pesos. Todo esto se destinó al pago de los músicos, dice Vecchio. El muncipio prácticamente no tuvo ganancias.

Algunos de estos artistas participaron también de los demás festivales de Semana Santa, después de dos años sin pisar escenarios de este calibre. El productor de espectáculos y mánager de artistas Claudio Picerno dice que el mercado musical “está funcionando”, pero no en la venta de tickets a nivel personal sino a través de los grandes festivales. “En este momento, el mayor ingreso de los artistas viene por el lado de las fiestas masivas o de eventos en los que tenga gran incidencia el apoyo de lo municipal, lo departamental o lo nacional”, opina Picerno, que trabaja también en la producción de la Semana de la Cerveza. “Acá casi todos los días estamos sold out”.

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