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Etiquetado de alimentos: MSP fiscalizará y multará desde setiembre a los que no cumplen

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Personas de compras en un supermercado
Personas de compras en un supermercado.
Foto: Archivo El País

Salud

Desde febrero rige el decreto que obliga a las empresas a colocar rótulos frontales en productos que tienen exceso de sal, azúcar o grasas. Pero aún hoy no todos lo cumplen. MSP prepara fiscalización.

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A veces parece que solo es una cuestión de aspecto físico. Que los pantalones no cierran, las camisas aprietan, que hay que ir por un talle más. Pero esto no es moda. Ni tampoco es pararse en una postura de “gordofobia”. Estamos ante una pandemia silenciosa y las cifras son contundentes: en Uruguay seis de cada 10 adultos tienen sobrepeso u obesidad. Incluso entre los niños cuatro de cada 10 son obesos. Los adolescentes entran al liceo con un promedio de ocho kilos más de lo que deberían tener. Es el problema de salud pública más grande y se arrastra desde hace décadas.

Lo importante es entender que el sobrepeso y la obesidad son factores determinantes en la aparición a edades tempranas de enfermedades no transmisibles crónicas. Estas son las cardiovasculares, la hipertensión, la diabetes tipo 2, al menos 12 tipos de cáncer, enfermedades hepáticas y respiratorias e incluso puede impactar en la salud mental. En promedio, las estadísticas muestran que los uruguayos año a año engordamos más. Pero la sensación de riesgo que tiene la población sobre esto, es mínima.

Es decir, “tenemos una visión distorsionada de lo que es estar en un peso saludable”, dice la licenciada en nutrición Virginia Natero, coordinadora del Programa de Nutrición del Ministerio de Salud Pública (MSP). Por eso, afirma, “el rotulado frontal es una herramienta importantísima para que las personas puedan tener información clara para tomar decisiones de consumo”.

¿De qué habla? Tras algunasmarchas y contramarchas, desde el 1° de febrero de este año comenzó a regir el decreto 34/021, que obliga a las empresas a colocar rótulos frontales en los alimentos que son envasados sin presencia del consumidor. Son los famosos octógonos negros que informan de forma clara que el producto tiene exceso de azúcar, sodio, grasas o grasas saturadas. Las industrias locales, como los importadores, están obligados a ponerlos en los paquetes.

Virginia Natero
Virginia Natero, coordinadora del Programa de Nutrición del Ministerio de Salud Pública. Foto: Francisco Flores

Pero por ahora no hay mecanismos de fiscalización en los puntos de venta finales, que garanticen que esto pase. Y la realidad muestra que no siempre pasa. Solamente con dar un paseo por un supermercado se ve cómo en las góndolas convienen galletitas con rotulado, junto a otras igual o más altas en azúcar, grasa y sodio sin nada. Lo mismo en cualquier kiosco de barrio: alfajores se exhiben como “sin ningún exceso”, pegados a otros con tres octógonos (que en realidad solo están cumpliendo con la reglamentación vigente).

El MSP comenzó a aplicar el plan de trabajo para la fiscalización en puntos de venta final. Estiman que en septiembre u octubre ya controlarán en los grandes supermercados. Por el momento están haciendo un análisis de la situación, y han realizado pruebas de monitoreo para ver cómo el etiquetado está funcionando.

El plan de fiscalización va a tener prioridades, por el lado de los productos elegidos y también los lugares donde se hará. “El MSP a partir de esta nueva administración, en la Ley de Presupuesto y en la Ley de Urgente Consideración, crea una Dirección General de Fiscalización, que aún está en proceso de reglamentación, por lo tanto no tiene todavía una estructura”, explica el licenciado en nutrición Luis Galicia, coordinador de Programas del MSP, a quien la cartera eligió como vocero para esta nota, junto a la nutricionista Natero.

Esta dirección será la encargada de fiscalizar y sancionará a las empresas que tengan productos sin el rotulado frontal. La Ley de Presupuesto establece cuáles son las sanciones para cualquier empresa que no cumpla con la normativa (no solo el rotulado). Las multas van de 10 a 50.000 unidades reajustables (de 13.460 a 67.300.000 pesos, al valor de junio).

El foco estará puesto en fiscalizar primero las grandes superficies, porque son las que más cantidad de productos tienen y además es donde compra un mayor número de personas. La otra prioridad será el tipo de producto. “Por criterio de riesgos, se eligieron productos que son de mayor consumo, que tienen mayor contenido de componentes críticos, y también los que están dirigidos hacia el público infantil”, cuenta Galicia. Allí ingresan galletitas, barritas de cereales, panes, yogures y otros lácteos, leche saborizada, snacks dulces y salados y bebidas.

Un largo proceso.

Todo lleva tiempo: en 2015 se comenzó a estudiar el rotulado frontal pero demoró en aplicarse. “Fueron dos años de estudio serio, en los que participó el Ministerio de Educación y Cultura, Industria, Desarrollo Social, Ganadería y, claro, el MSP. En conjunto con la Universidad de la República (Udelar), Unicef y tomando en cuenta las recomendaciones de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), se llegó al primer decreto de 2018”, relata la pediatra Cristina Lustemberg. Hoy diputada por el Frente Amplio e integrante de la Comisión de Salud, fue parte activa de este proceso, porque en el período anterior era la subsecretaria del MSP.

Está demostrado por estudios científicos que en Uruguay hay distintos mecanismos por los cuales el rotulado frontal modifica el compartimento de los consumidores. Pero esto no es lineal. Para hacerlo sencillo, podemos decir que hay al menos dos “categorías” de consumidores. “Uno es el que busca un producto saludable, cuando tiene una motivación por su salud. En ese caso esta herramienta le facilita la decisión. Si quiero, por ejemplo, comprar la galletita más saludable, voy a buscar la que no tenga ningún octágono o la que tenga menos”, explica el investigador Gastón Ares, ingeniero en alimentos y doctor en Química. Este punto está direccionado al público que ya piensa y proyecta comer saludable.

El segundo efecto de esta medida se ve en las personas que no están necesariamente buscando el producto más saludable: “Vas y te paras frente a la góndola, y lo que logran estos símbolos es que en ese momento las posibles consecuencias negativas para tu salud por consumir ese producto, están más presentes en tu mente”, cuenta Ares.

Cristina Lustemberg
Cristina Lustemberg, exsubsecretaria de Salud Pública, actual diputada por el Frente Amplio e integrante de la Comisión de Salud. Foto: Leo Mainé

El científico explica que el segundo mecanismo actúa más fuerte en los productos que tiene mayor marketing, que se publicitan como naturales, altos en fibras, con semillas o vitaminas agregadas. “Esta idea de ‘me vendo como un alimento con muchos minerales’ pero en realidad son productos que no van a aportar a tu salud, porque van a tener mucha cantidad de nutrientes que te enferman. Entonces estos logos de alguna manera desenmascaran”, sostiene Ares.

En marzo del año pasado, cuando aún no era obligatorio incluir los octógonos, este especialista formó parte del equipo de la Udelar que realizó el estudio “Efectos del rotulado nutricional frontal en Uruguay”, junto a Unicef. De allí se desprenden números claros. Por ejemplo: que seis de cada 10 personas modificaron el producto que iban a comprar debido a la presencia de octógonos.

Este estudio fue repetido hace un par de semanas y, si bien aún no está publicado, las sistematizaciones arrojan números similares: un 58% de los consultados cambió su decisión de compra al ver los octógonos. A esa conclusión se llega tras realizar una encuesta online, con una muestra representativa de 917 participantes. Estos números son similares a los que reporta Chile, el país del cual Uruguay tomó el ejemplo para utilizar el etiquetado como una medida de salud pública.

Para Ares, estas cifras muestran que “lográs llegar a un porcentaje alto de la población”. Y en el largo plazo “te hace sustituir un producto por otro, o no comprarlo más, o al menos comprarlo menos”, indica el especialista.

Pero desde la industria uruguaya no ven así la foto. “Nosotros nunca estuvimos en contra del etiquetado. Queremos poder hacer productos de mejor calidad, estamos trabajando en eso. Estamos de acuerdo con la idea de que cada vez se debe ir más hacia lo natural, pero esta medida va por la negativa”, dice Juan Flores, presidente de la Cámara Industrial de Alimentos (Ciali). Y agrega que, si bien quizás en un primer momento los consumidores no comprarán los productos, luego de un tiempo “se van a acostumbrar, y ya van a naturalizar que todo va a tener al menos un octógono”.

Para el presidente de la Ciali, se debería haber ido por otro sistema, como el que usa Brasil, que etiqueta con semáforos. Flores asegura que esto es más claro para el consumidor a la hora de tomar la decisión. Por ejemplo, si el producto tiene mucho sodio, este sistema diría que tan alto o bajo es ese porcentaje, y no simplemente la información de “exceso de sodio”. Pero en lo más importante del asunto, Flores coincide con todos los consultados: “Esto tiene que ser integrado a una política más amplia, se deben unir esfuerzos del Estado y de las empresas. El deporte y la vida saludable es algo muy importante”, opina.

Modelos en la región.

Chile tomó un camino largo para llegar al sistema de octógonos: las medidas se fueron tomando de forma progresiva y llevó unos 10 años. Uruguay es pionero en el Mercosur, en Argentina aún se está discutiendo en el ámbito legislativo y se va por un camino similar al uruguayo. En cambio, Brasil eligió un sistema diferente que además es más flexible: productos altos en grasas y azúcar que acá serían etiquetados, no lo son Brasil. Allí no hay octógonos, el asunto funciona con “niveles de riesgo”.

Desde la Ciali no solo ven mejor el sistema de Brasil, sino que entienden que fueron cortos los plazos dados por el gobierno uruguayo para que la industria pudiera reformular sus productos. Aunque, en realidad, la primera medida comenzó a regir en 2018, hace ya tres años.

Con el cambio de gobierno se produjeron modificaciones en el sistema de rotulado. En primera instancia se cambió la unidad de medición: antes era sobre kilocalorías y ahora sobre gramos. Esto hizo que la administración de Luis Lacalle Pou sacara un primer decreto en setiembre del año pasado, que establecía límites muy altos, pero nunca entró en vigencia.

Cinco meses más tarde publicó un nuevo decreto, que es el que rige ahora. Según explicó el gobierno en ese momento, el nuevo decreto retoma los lineamientos de 2018, del gobierno de Tabaré Vázquez. Ahora, si bien en sodio y grasas los límites son bastante similares, en azúcares no.

Juan Flores
Juan Flores, presidente de la Cámara Industrial de Alimentos.

Varios especialistas y médicos no opinan igual que el gobierno y afirman que el decreto vigente es más flexible que el de 2018. Productos que antes llevaban octógonos, ahora no los tienen: en esta lista ingresan muchos dirigidos al público infantil, como cremas o yogures.

Los expertos afirman que es un retroceso que no toma en cuenta los criterios de la OPS. “Nadie explicó este cambio. Nosotros nos reunimos con los ministros Daniel Salinas y Omar Paganini. Y no hay una razón científica, es porque sí”, dice Diego Rodríguez, integrante de la Alianza de la Sociedad Civil para el Control y Prevención de las Enfermedades no Transmisibles (Alianza ENT Uruguay).

hábitos y gestación

Los primeros años: decisivos en la alimentación

Los hábitos alimenticios desarrollados en los primeros años son determinantes para la salud durante toda la vida. “Está demostrado científicamente que el estado nutricional de un niño depende del estado nutricional que tiene la madre desde el momento de la concepción”, explica Raquel Sánchez, nutricionista e integrante de la comisión directiva de la Asociación Uruguaya de Dietistas y Nutricionistas. Es decir, si una embarazada está con bajo peso, sobrepeso o un peso adecuado, gestará en el feto los mecanismos metabólicos de absorción de nutrientes que replicará luego en su vida fuera del útero. “Si la madre estaba muy delgada, eso hace que el feto ponga en juego mecanismos metabólicos que los ayuden a sobrevivir en esa situación, baja la cortina y con lo poco que tiene crece”, dice Sánchez. Además, la nutricionista explica que los niños que nacen con bajo peso tienen más probabilidades de desarrollar sobrepeso y obesidad en el futuro. Esto se debe a que se gestó con un bajo nivel de calorías, entonces cuando consume en exceso, rápidamente aumenta de peso. Lo mismo pasa con los niños que nacen con mucho peso, ese estado ya los predispone a tener enfermedades no transmisibles. El segundo momento importante en la vida es a los seis meses, cuando el bebé deja de nutrirse únicamente con lactancia materna y comienza a incorporar comida. “La inclusión de la comida tiene que ser muy cuidada, porque a los seis meses el bebé no tiene un aparato digestivo que le permita digerir cualquier alimento”, explica Sánchez. Y ahí es cuando aparece la importancia del etiquetado frontal de alimentos. “Le doy agua, veo que no la toma... y bueno, empiezo con jugo natural, y de repente a los siete u ocho meses ya le compro un jugo en caja, que tiene un nivel de dulzor muy alto”, indica la especialista. Muchas veces estos jugos tienen la misma cantidad de azúcar que un refresco efervescente. La nutricionista explica que el niño se va acostumbrando a productos industrializados, que en realidad maquillan los alimentos. Cambia su “palatabilidad”, indica Sánchez: “Después de esto es muy difícil compensar con comida casera, no la quieren comer”.

En cambio, para la industria este cambio es una flexibilidad que esperaban con el nuevo gobierno, y es necesaria para “poder trabajar y mantener la mano de obra”, relata Flores. Y para el ministro Salinas, no hay cambios significativos. “Cuando las políticas son buenas no tienen colores, y esta es una política buena. Nosotros queremos rescatar lo positivo”, afirmó el ministro de Salud Pública ante la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados cuando fue citado en febrero, a pocos días de entrada en vigencia del decreto sobre rotulado frontal.

La diputada Lustemberg fue una de las que citó al Parlamento a Salinas y al ministro de Industria, Paganini. “Acá lo más importante es pensar esto como una política pública de salud. Que no cambie con el gobierno de turno”, indica la exsubsecretaria. Lustemberg presentó un proyecto de ley que encara el tema y será estudiado en comisión.

Lo que comemos.

Nos alimentamos mal, con ultraprocesados que contienen cantidades de azúcar y sal que nuestro cuerpo no necesita para vivir. Tomamos refrescos que tienen cero contenido nutricional. Las bebidas gaseosas azucaradas no están hechas para hidratar. El marketing nos vende más experiencias de vida, que comida.

De hecho, un estudio comprobó que en promedio un adulto aumenta 10 kilos por año, tomando 600 mililitros de refresco una vez al día. Esto teniendo a la vez una dieta balanceada, natural y haciendo ejercicio. “Lo que pasa es que esa bebida ya es un exceso en esa persona, aunque todo lo demás sea perfecto”, explica Natero, la nutricionista del MSP.

Luis Galicia
Luis Galicia, coordinador de Programas del MSP. Foto: F. Flores

Respecto a los ultraprocesados, también hay evidencia de que son malos para la salud. “Si uno pone la palabra ultraprocesados en un buscador de biografía científica, hoy salen miles de resultados”, afirma Galicia. Pero él mismo recuerda que el término era muy incipiente hace unos 10 años.

El licenciado en nutrición, coordinador de Programas del MSP, cuenta a El País un estudio muy gráfico. Por dos semanas se alimentó a distintos grupos de personas, variando entre ultraprocesados y alimentos naturales, con el mismo contenido calórico. Dos semanas con unos, dos semanas con los otros. Solo en un mes este estudio dejó como resultado que los ultraprocesados no saciaban el hambre y, además, hacían engordar a las personas.

En Uruguay el aumento exponencial de consumo de ultraprocesados y bebidas azucaradas comenzó en torno al año 2000. Esto tuvo mucho que ver con lo accesibles que se volvieron en aquel entonces. Todas las fuentes consultadas dicen que es necesario ir hacia un cambio cultural, que busque una “vida más saludable”. Para llegar a eso hay que destinar recursos en educación, dar opciones reales de cambio e información a la población sobre las graves consecuencias que un estilo de vida determinado puede dejar en la salud.

El MSP está trabajando ya en ello, sobre todo con planes para escolares y liceales: desde módulos que tratan la alimentación balanceada a talleres prácticos de cocina, como guías para que los recreos sean con alguna actividad física planeada.

El etiquetado no puede ser leído como un parche que quiere aguantar todo el peso de un problema que es multicausal, “pero es una herramienta muy importante”, opina Natero. Todos los consultados coinciden con esta afirmación, pero algunos hilan más fino y van por un carril más crítico. Y ven que el sistema de rotulado al que llegó el actual gobierno (así como las idas y vueltas) confundió a la población, dilató el tema e hizo que se perdieran años de avances.

En palabras de Raquel Sánchez, nutricionista e integrante de la comisión directiva de la Asociación Uruguaya de Dietistas y Nutricionistas: “Acá lo que nos pasó es que no ganó la salud, ganó el marketing y ganó la industria”. Rodríguez, de la Alianza ENT Uruguay, va por el mismo lado que Sánchez. Pero agrega que las prioridades de salud son otras ahora, y admite que está bien, las personas se mueren por COVID-19 en este momento, aunque resalta y deja claro que la obesidad es una de las comorbilidades más importantes.

“El etiquetado permite ir advirtiendo a la gente, alertando”, afirma el especialista. “Es: ‘mirá que esto que estás comiendo, no es lo que vos pensás’. Así se hizo con el tabaco. Y eso hace que te cuestiones qué estás comprando, en un mundo dónde realizás compras impulsivas guiadas por el marketing”.

regulación de publicidad y entornos saludables

Estudian ley sobre alimentos saludables

La diputada frenteamplista Cristina Lustemberg elaboró un proyecto de ley sobre entornos alimentarios saludables. Si bien regula aspectos del rotulado, la iniciativa es más amplia. La exsubsecretaria de Salud Pública busca garantizar el derecho a una alimentación adecuada, mediante la promoción de entornos saludables. También cree que debe regularse la publicidad de alimentos dirigida a los niños. El proyecto ya está en manos de todos los integrantes de la comisión de salud de diputados, incluidos los legisladores de la coalición de gobierno. Lustemberg estima que en unos meses comenzará la discusión, pero la diputada colorada Nibia Reisch (vicepresidenta de la comisión) dijo que aún no hay una fecha para eso.

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