Medianoche de un martes de agosto en el Casino Parque Hotel. El Parque Rodó se adormece en silencio, pero dentro de las salas iluminadas en la vieja Casa de Andalucía unas 25 personas resisten al sueño.
—Buenas noches, la mochila la podés dejar en ropería.
Adentro, dos personas trabajan en la caja, otro par en la ropería, una mujer detrás de la barra para clientes vip, nadie en la cafetería, tres jóvenes funcionarios en la puerta de los baños mirando sus celulares, otros dos o tres que circulan como flotando por la sala. El resto, sentados frente a las máquinas, que son 252 en total, absortos en ese mundo que nunca se detiene.
Se percibe cierta división generacional en las mesas: los veteranos se reparten entre la ruleta y las tragamonedas; los jóvenes se inclinan por el blackjack virtual, atentos a las pantallas donde mujeres de traje ajustado señalan cartas y paños con movimientos casi mecánicos. En la ruleta una voz anuncia, con tono metálico, que las apuestas están por cerrarse: “No va más”. Por momentos parece una escena de Black Mirror, donde se muestra el lado oscuro de la tecnología.
Algunos jugadores se sientan solos, como hipnotizados frente al parpadeo de las máquinas y esa musiquita monótona que no para (quienes trabajan acá deben soñar con esa melodía). Otros, en grupos pequeños, discuten jugadas, hacen cálculos y comentan en voz baja. En una mesa, una pareja; en otra, madre e hijo; más allá, un grupo de amigos. Hay quienes apuestan en más de una máquina al mismo tiempo, moviéndose entre tickets y pantallas como si se tratara de un ajedrez paralelo. El contraste es marcado: jóvenes con energía frenética, veteranos con paciencia de relojero.
En una zona observo una moto y un monopatín eléctrico. ¿De qué se trata? Es un sorteo exclusivo para socios del club del casino, según me comenta un funcionario. Por un lado se incentiva a jugar, pero también hay algunas hojas tamaño A4 haciendo referencia a hacerlo “de manera responsable”.
Afuera, el espacio para fumar ofrece un respiro. Decks de madera, colillas aún calientes, un rincón abierto hacia el parque donde el humo se mezcla con el aire húmedo de la madrugada. El casino busca retener: sorteos para socios, promociones, atención personalizada para quienes usan tarjeta. Pero no todo es euforia: algunos se aburren, miran el celular, bostezan. El cansancio es compartido. Yo también lo estoy, mientras anoto que perdí en menos de una hora los 500 pesos que aposté en dos juegos. Y es paradójico, porque estamos en un casino municipal que acusa problemas financieros. Que pierde más dinero del que gana mes a mes.
Ese ha sido el debate de estos años. Que se ha intensificado en los últimos meses, con una impensada postura del nuevo intendente Mario Bergara.
Salimos, por un rato, de la Casa de Andalucía.
Las pérdidas del casino municipal
El futuro del casino municipal se encuentra en el centro del debate político y sindical, con denuncias de un déficit millonario y la incertidumbre de los trabajadores que todavía sostienen su funcionamiento. En este marco aparece la decisión del intendente Bergara, quien pretende pasar el casino a la órbita del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), las críticas de la oposición y el reclamo de los funcionarios, que advierten que se trata de un casino con más de un siglo de historia en Montevideo. Dicen que es el más antiguo del continente.
La respuesta del sindicato a la propuesta de Bergara fue inmediata. Miguel Bentos, dirigente de la Asociación de Funcionarios Administrativos de Casinos Municipales (Afacm), dice a El País que la Intendencia de Montevideo (IMM) “tiene casino desde hace más de 115 años” y que fue el propio gobierno departamental el que lo adquirió. “No pueden decir ahora que no pueden tenerlo”, se queja Bentos, en referencia a un eventual cierre o cambios en la gestión.
El sindicalista sostiene que en torno al casino “hay muchos intereses en juego” y cuestiona la falta de visión de futuro. Actualmente, según detalla, quedan unos 50 trabajadores, aunque el número ha ido en descenso. “Nosotros decidimos quedarnos en el casino, mientras otros compañeros se fueron. Queremos seguir porque entendemos que esto genera ingresos genuinos para la intendencia y trabajo para los uruguayos”, dice.
Aunque eso de los ingresos, ya veremos, es bastante discutible. Según los datos oficiales correspondientes a 2024, el Casino Parque Hotel tuvo un déficit anual de 83 millones de pesos. En contraste, el Casino Carrasco —que opera bajo gestión privada— no reporta pérdidas y, además, paga un canon de 96 millones de pesos anuales a la intendencia.
Sobre este tema, Bentos señala que los juegos tradicionales generan alrededor de 10 millones de pesos mensuales y que “si se administra bien, el casino es sostenible”. A su entender, la caída de ingresos responde a “malas administraciones a lo largo de los años”. Recuerda que en 1993 el casino “era el tercer o cuarto sector que más ingresos aportaba a la intendencia” y que desde entonces “fue perdiendo peso”.
Consultado sobre si hay otros casinos en Uruguay que pierdan dinero, Bentos es tajante: “Somos únicos en el mundo en perder dinero”. El funcionario no duda en decir que la situación económica del casino municipal no encuentra nada parecido en otras partes del globo, aunque tampoco se puede afirmar con certeza que realmente sea el único que pierde (hay algunos grupos hoteleros con casino que han dado pérdidas, pero no es comparable por el modelo de negocio).
El sindicato reclama la incorporación de personal y Bentos destaca que los salarios son competitivos. “Un sueldo de arranque puede estar en el entorno de los 40.000 o 50.000 pesos más beneficios por convenio. Eso es trabajo para motivar a los jóvenes. Es un ingreso digno que hoy se necesita”, asegura.
Qué dice la IMM sobre el futuro del casino
Las autoridades de la intendencia rechazaron realizar declaraciones a El País sobre este tema, y desde el departamento de comunicación dijeron que el intendente no hablaría más del tema por el momento.
Consultado sobre su intención de transferir el casino municipal a la órbita del MEF, Bergara ha dicho que en este tema existe “una visión común” con el gobierno nacional. “Nuestra visión, que es compartida con el ministro de Economía (Gabriel Oddone), es que lo lógico es que el casino municipal dependa del organismo del que dependen todos los demás casinos del país”, expresó el jefe comunal en rueda de prensa.
El intendente remarcó que el criterio básico para este traslado será salvaguardar los derechos de los trabajadores. “Estamos convencidos de que vamos a encontrar los mecanismos y las formas para hacer esa mejora institucional, que implica que un casino dependa de donde debe depender, que es la Dirección General de Casinos y no la Intendencia de Montevideo”, afirmó.
Respecto a la situación actual, el sindicalista Bentos considera que los trabajadores viven en “incertidumbre total”. Explica que antes de las elecciones departamentales de mayo mantuvieron un encuentro con el intendente Bergara, quien se comprometió a recibirlos nuevamente, pero hasta el momento eso no ha sucedido.
Sí se reunieron con el director de Desarrollo Económico, Camilo Benítez. Tras ese encuentro, Bentos comenta que “está todo verde, no se sabe nada, están esperando a la ley de Presupuesto”. En ese sentido, menciona que el director Benítez “tampoco ha dado definiciones concretas” y subraya: “Lo que queremos es llevar tranquilidad a los compañeros, porque el problema es el boca a boca que está instalado”.
Bentos advierte que no hay “nada concreto” y remarca: “Tenemos trabajadores con más de 30 años en la función, y no puede ser que nos enteremos por la prensa de la idea de Bergara”.
También indica que están a la espera de una reunión de la intendencia con el ministro Oddone, mientras que Adeom ya solicitó un encuentro con Bergara para tratar el tema. “Está todo el mundo nervioso, nadie sabe nada, hay psicosis. Pero queremos tranquilizar a los compañeros”, insiste.
Por ahora, deberán esperar.
Blancos piden el cierre del casino
Sin vueltas, la oposición pide el cierre del Casino Parque Hotel. Un día después de asumir como edil en la junta departamental, el edil del Partido Nacional Juan Ignacio Abdala presentó un pedido de informes y una moción con fundamentos para clausurar el local y destinar el edificio a un centro de rehabilitación para personas con adicciones (ver recuadro más abajo).
En la misma línea, el senador nacionalista Martín Lema, ex candidato a intendente por la Coalición Republicana, es categórico en pedir el cierre inmediato del casino municipal, una postura que mantiene desde hace más de un año. “No tiene ningún sentido ni fundamento que siga abierto”, dice a El País. “Solo arrastra gastos de funcionamiento, pérdidas y un aparato descabezado”.
El año pasado el casino tuvo ingresos por 183 millones de pesos y egresos por 268 millones.
Lema celebra que el actual intendente (en referencia a Bergara) se haya “alineado” a esta posición, aunque criticó la demora del oficialismo. “A veces es un poco burocrático decir ‘vamos a empezar una mesa de diálogo social’. El casino hay que cerrarlo, listo. Mientras se lleva a cabo esa etapa, se sigue perdiendo plata de los montevideanos y se siguen concentrando energías que no deberían estar puestas ahí”, añade.
El senador blanco también propone que los recursos que hoy se destinan al casino pasen a financiar obras para los montevideanos. “Esos fondos tienen que ir a las veredas, a las calles, a las obras, no a un agujero que carece rotundamente de sentido. Se llegaron a pagar horas extras con el casino cerrado, en plena pandemia”, señala, en referencia a un dato conocido el año pasado.
De acuerdo a la respuesta a un pedido de acceso a la información pública que El País tramitó ante la IMM, tanto en 2020 como en 2021, años en los que el casino estuvo gran parte del tiempo sin funcionar u operando al 50% de sus capacidades, sus empleados cobraron por este concepto, en total, 214.256 pesos el primer año y 284.722 el segundo. Fueron 668 horas extras cobradas en 2020 y 798 horas en 2021.
La IMM informó entonces que esas horas se pagaron a dos funcionarios del área de mantenimiento para realizar, precisamente, tareas de ese rubro y “acondicionamientos de sala”.
Cuando abren las puertas del casino
Volvemos al Parque Hotel. Pero ahora son las dos de la tarde de un miércoles de setiembre. Afuera, el aire tibio del inicio de primavera barre los restos de la tormenta que pasó en la madrugada. El Parque Rodó respira luz y humedad fresca. Adentro, en cambio, el casino parece detenido en otra hora: penumbra artificial, relojes invisibles, la sensación de que siempre es de noche.
En la puerta se cruzan dos veteranos. Es la hora de que el casino abra sus puertas pero aún no sucede.
—¿Cómo andás vos? ¿Bien? ¿Qué se cuenta?
Parecen conocerse del lugar, habitués que no necesitan presentación. Un joven hace tiempo, fuma un cigarrillo y comenta: “Yo solo quiero ir al baño, que abran ya”. Un tercer parroquiano se acerca y saca plata, antes de ingresar.
“Increíble que tengan horario en un casino. Nunca visto”, murmura uno de los presentes. Lo cierto es que el lugar abre sus puertas en pleno día, y a esta hora hay ocho personas. La mayoría son veteranos. Pero al menos tres de los que cruzan la entrada lo hacen solo para usar el baño, más que para tentar la suerte.
Una vez más dejo en ropería mi mochila, y esta vez también mi paraguas, tras la tormenta. Los que juegan lo hacen en silencio. Tres se inclinan hacia las tragamonedas, hechizados por las luces que simulan estrellas en la penumbra. Otro arriesga fichas en la ruleta, la esfera blanca girando con indiferencia. Un joven llega tarde al ritual: los veinteañeros a esta hora son excepción, casi rareza.
El edificio queda grande. Trabajadores hay pocos: cuatro en la puerta, dos en la caja y otra vez una mujer vigilando la zona vip. La rutina se repite con precisión mecánica.
Otro cliente va directo al baño, se lava las manos y parece meditar la jugada que hará frente a la máquina. Más que ansiedad, transmite una ceremonia íntima.
Al salir, alguien más cruza el umbral. Los funcionarios le piden quitarse el gorro antes de jugar. “Pronto”, le dicen, y queda habilitado.
En menos de una hora la cuenta es clara: los que entraron al baño o al cajero automático fueron casi la misma cantidad que los que apostaron. Un reparto perfecto entre la necesidad cotidiana y el impulso de azar.
El Departamento de Gestión Humana y Recursos Materiales de la IMM inició en julio un sumario administrativo a tres funcionarios del Servicio de Casinos por presuntas irregularidades detectadas en el Casino Parque Hotel. El 30 de abril se produjeron dos incidencias en la caja de conversión y ventas del casino, registradas a las 13:04 y 13:39 horas, que derivaron en un perjuicio económico de 11.000 pesos, suma que no fue abonada a un cliente. La investigación interna, basada en registros fílmicos aportados, señala posibles comportamientos irregulares: los empleados habrían incumplido los protocolos establecidos para el manejo de dinero. El caso está bajo investigación de la Unidad de Sumarios.
El edil blanco Juan Ignacio Abdala presentó un pedido de informes y una moción con fundamentos para clausurar el casino y destinar el edificio a un centro de rehabilitación para personas con adicciones.
En su propuesta, Abdala plantea que los funcionarios del casino sean reubicados en otras dependencias de la intendencia sin pérdida salarial. “El casino tiene que cerrarse si es deficitario. No podemos permitir que el agujero de 85 millones de pesos lo sigan pagando los montevideanos”, dice a El País.
En ese sentido, se manifiesta en contra de la posibilidad de transferir la gestión al Ministerio de Economía y Finanzas, impulsada por el intendente Mario Bergara: “Eso solo trasladaría el déficit al resto del país; en vez de pagarlo los montevideanos, lo terminaríamos pagando todos los uruguayos”.
Para Abdala, cualquier alternativa que implique mantener la actividad del casino bajo control estatal “debe incluir un plan económico serio que permita revertir su carácter deficitario”. El edificio, según propone Abdala, podría ser gestionado por el Ministerio de Salud Pública y la Administración de los Servicios de Salud del Estado.
En su moción, presentada el 1º de agosto, fundamentó que en la Rendición de Cuentas de 2023 se reportó un déficit de 88 millones de pesos, y en el proyecto de Rendición de Cuentas de 2024 las pérdidas fueron de 83 millones. El edil también denunció un “uso irregular” de las horas extras durante la pandemia, cuando el casino estaba cerrado.
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