ChatGPT revoluciona liceos y facultades: 20 testimonios de estudiantes y docentes sobre cómo usan IA en clase

El episodio en el cual decenas de estudiantes apelaron a la IA para pasar una prueba virtual en la Facultad de Psicología abrió un debate sobre el uso abusivo de ChatGPT en liceos y en universidades.

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Liceo público en Montevideo.
Liceo público en Montevideo.
Foto: archivo El País.

Nadie esperaba un salto tan grande en la capacidad de las herramientas de Inteligencia Artificial Generativa (IA), que en poquísimos meses pasaron de generar textos a resolver problemas de todo tipo, sin importar la temática de la consulta, convirtiéndose incluso en una especie de tutor personalizado para estudiantes que en cualquier momento pueden sacar el celular del bolsillo, ingresar al ChatGPT y pedirle que los ayude a entender un texto, o que les escriba un ensayo, o que les dé las respuestas de una prueba virtual.

Su uso en el aula es un multiplicador de debates, porque en el escenario educativo la IA es un personaje multifacético. Venerado y resistido. Temido. Incomprendido. Un fantasma, un demonio. O la esperanza del aprendizaje del futuro.

Puede ser: un trencito moderno que ni siquiera requiere el trabajo de ser escrito con letra minúscula en un papel doblado y redoblado sobre sí mismo, que después habrá que ver cómo esconder en algún recoveco. O un brillante, paciente, entusiasta asistente de estudio, que tiene veinte formas distintas de explicar un concepto, que puede resumir decenas de páginas de un repartido de forma sencilla, adaptable a cada estudiante.

Una solución mágica.

“Lo uso constantemente para estudiar”, dice una estudiante de la Facultad de Información y Comunicación. “Como soy disléxica me cuesta mucho conectar ideas con texto, entonces le subo todos los archivos y le pido que me haga una guía de estudio y que me explique dos o tres veces el mismo texto”.

ChatGPT.
ChatGPT.
Foto: Francisco Flores.

ChatGPT puede ser un tutor que siempre está disponible para tomar la lección por escrito o de forma oral. “Cuando estudio para parciales hablo directo con el chat, le digo lo que entendí y después le pido que me diga si está correcto o no”, cuenta la misma joven. Un tutor robótico con calidez humana, que hasta se interesa por tu desempeño en la prueba y puede ensayar un anticipo del resultado. “Al terminar le cuento cómo me fue, le digo qué puse en las respuestas y me tira la data de qué hice mal”.

Le dice el chatbot:

¡Lo tenías recontra dominado! Si te olvidaste de mencionarlos a todos, no pasa nada. Aprendiste un montón en el proceso. ¿Querés que armemos algo con este análisis para que te lo guardes y repasemos tranquilos otro día?

¿Tendrá razón?

—¡Sí! ChatGPT me acaba de ayudar a salvar dos materias.

El revuelo.

Que era algo que se venía, era evidente. El uso cotidiano de ChatGPT por parte de los estudiantes de liceo y de facultad tiene por lo menos un año. Los docentes ven su mano en los trabajos que entregan: su poder de incidencia ya no sorprende a nadie. Pero, que podía convertirse en un problema grave para los procesos de aprendizaje, era una alarma que no todos escuchaban con la misma intensidad.

El sacudón llegó unos días atrás cuando un grupo de docentes de la Facultad de Psicología de la Udelar comunicó la sospecha de que demasiados alumnos habrían utilizado ChatGPT en un parcial virtual de múltiple opción. Ellos mismos se pusieron en evidencia contestando demasiado rápido y demasiado bien.

La mayoría de los alumnos que “copiaron” tienen apenas 18 años, dice el decano. “Son los jóvenes más jóvenes”. Hicieron trampa en la primera prueba del primer semestre de la carrera. Pero, ya veremos, esta es la punta de un iceberg que va tomando forma antes, en las aulas del liceo.

—Yo hablé con estudiantes y me dijeron “pero Enrico, si la tenemos ahí, ¿no lavamos a usar?”. Y sí, está todo bien con que la uses, pero esto es un problema ético, no moral —dice Irrazábal, el decano de Psicología convertido en la figura educativa que ha tenido que ponerle el cuerpo al debate público de un problema que atraviesa a todo el sistema.

La facultad todavía no decidió que pasará con esa prueba falseada por varios estudiantes, pero “lo que nos pasó” —así lo dice el decano— está sirviendo para conocer “en qué están los jóvenes”, revolver las aguas de la quietud y acelerar los procesos institucionales para lidiar con este controversial asistente de estudios.

La Udelar, dice Irrazábal, “inexorablemente va camino a discutir —como hizo antes con el estatuto del personal docente— un protocolo general del uso de la tecnología”.

Facultad de Psicología de la Udelar.
Facultad de Psicología de la Udelar.
Foto: Leo Mainé.

El País consultó al respecto al rector de la universidad, Álvaro Mombrú, pero una agenda muy cargada le impidió responder. De todas formas, se pudo reconstruir que desde el período anterior (presidido por Rodrigo Arim) los consejos directivos centrales de la universidad planifican la creación de pro rectorados, en especial uno de desarrollo, que se dedicaría a la planificación estratégica de cuestiones a largo plazo como las tecnologías. Además, algunas reuniones atrás, la delegación de estudiantes propuso la creación de un grupo para trabajar la IA en el pro rectorado.

—¿Sabés cuál es uno de mis miedos? Que haya una traducción hacia la peor política rápidamente. Yo creo que esto es un problema del sistema educativo público y privado, y de la Udelar, ¿porque qué necesidad tienen los gurises de hacer esto? Capaz que tenemos que dejar de evaluar así. Capaz tenemos que trabajar en procesos de aprendizaje y no es fechas claves, con notas —plantea Irrazábal.

La IA le recuerda al aikido, el arte marcial japonés en la que se utiliza “la fuerza del otro reproduciéndola” para buscar la armonía.

—Si tienen el celular todo el día con estas herramientas al alcance de la mano, es mi problema no darme cuenta. Entonces, metamos a la IA como metodología de estudio: metámosla para adentro.

Según reflexionan distintos docentes, hay que superar “la etapa de negación”, asumir que del uso de la IA ningún aula se salva y aprender a sacarle el mejor provecho. Integrarla es el camino a seguir. Para muchos centros educativos esta vía está en plena construcción, aunque algunos lo tienen más avanzado.

Dicen los estudiantes.

Una veintena de alumnos de la Udelar, de diferentes facultades, contestaron un cuestionario elaborado para este informe acerca de cómo usan IA en el ámbito educativo. La inmensa mayoría contestó que utiliza ChatGPT “muy seguido” para estudiar, con la finalidad de “entender mejor” un texto, para que le explique “conceptos o citas textuales”. Varios coincidieron en que el chatbot les ofrece una explicación y resume de forma “sencilla”. Otros señalaron que lo utilizan para corregirse, “o mejorar la gramática en algún trabajo de redacción”.

Cada vez más docentes usan IA para mejorar sus clases

Cada vez son más los docentes que utilizan ChatGPT para preparar una clase, diagramarla y pensar ejercicios y prácticas. “Le pedí otras dinámicas con el mismo objetivo y a partir de ahí generé yo una nueva modalidad para ese ejercicio. En resumen, lo usé como una suerte de lluvia de ideas”, cuenta una docente de periodismo.

“Hace dos años cada ejercicio era la inspiración del docente de sentarse a escribirlo y la cantidad de ejercicios era proporcional al tiempo que le podías poner, hoy la realidad es que en unos pocos segundos puedo tener 50 o 100 ejercicios distintos”, plantea Eduardo Mangarelli. Pero también sirve para la personalización de una planificación de una clase, contemplando la diversidad de alumnos, con sus diferentes ritmos de aprendizaje, que conviven en un aula, plantea Leandro Folgar, vicerrector de Innovación de la Universidad Católica.

Lo consideran “un asistente”. “Creemos que es una herramienta magnífica como consultor de dudas cuando no se tiene al docente para preguntar. No sustituye al docente pero es de gran ayuda”, respondió un alumno. Solo un estudiantes planteó que su uso “afecta (como muchos otros medios tecnológicos) al conocimiento futuro del profesional”, pero de otras respuestas se desprende que la principal preocupación es que afecte “el estímulo de las capacidades cognitivas y la memoria”: “Ese es mi límite”, enfatizó un alumno.

ChatGPT.
ChatGPT.
Foto: Estefanía Leal.

Los docentes no suelen hablarles sobre IA como herramienta de estudio y son pocos los que promueven un “buen uso”, dijeron. “Más bien la penalizan y desalientan su uso, cuando no la prohiben”. “Por lo general solo la demonizan en vez de enseñarnos a usarla como una herramienta de aprendizaje”, planteó un estudiante. “Tenemos que saber cómo funciona la IA para poder usarla, saber qué datos toma e incorpora para generar respuestas y cómo su uso afecta a nuestra propia producción y futuro trabajo”, escribió otro.

Tienen claro que copiar una respuesta constituye “un plagio”, pero salvo un caso —que citó las normas APA que regulan la forma correcta de citar una fuente— la totalidad de los estudiantes desconocen si en su centro de estudios hay un marco que estipule el uso de IA, cuándo deja de ser ético y qué consecuencias tiene. “Me parecería interesante que hubiera un marco. Más que nada porque sé que la gente lo usa muchísimo y no estoy a favor de su demonización”, expresó un alumno.

Convertirlo en aliado.

Al principio se dio lo natural: más allá de los monitoreos y cursos que algunas universidades —como la Universidad Católica y la ORT— elaboraron para preparar a sus docentes, los profesores golpearon la puerta de sus colegas expertos en IA para pedirles consejos y estrategias.

El primer interés estaba puesto en la detección. “Y por ahí no hay demasiadas herramientas. Si bien se están publicando algunos instrumentos para distinguir su uso, no son 100% confiables”, dice Lyl Ciganda, docente en la Facultad de Ingeniería de la Udelar y directora de la carrera de Ingeniería en Inteligencia Artificial y Ciencias de Datos de la Universidad Católica.

Pasado el primer impacto, “ahora lo que les interesa a los docentes es cómo incorporarla de buena manera”. La recomendación de Ciganda es clara: “Sugiero insistentemente que los alumnos usen plataformas, más de una, pero siempre resaltando la parte ética del uso”. En concreto: que los estudiantes declaren el uso. “Le sugerimos a los docentes que no hay problema en que entreguen ese trabajo usando IA, los puede ayudar en algún aspecto, capaz que no es sustancial a lo que yo quiero que aprendan pero además de declarar que la usaste y qué modelo, también deben reportar el prompt (es decir, la instrucción que le dan al chat)”. O sea, deben detallar todo el historial de diálogo con la IA.

Para Eduardo Mangarelli, docente y decano de Ingeniería en la ORT, para minimizar los errores de uso los docentes deben tratar con los alumnos “cuál es la forma adecuada de utilizar las herramientas adecuadas para los distintos problemas”. Y también “cuál es el uso responsable de estas”.

Citar la fuente es clave, pero también lo es la forma de evaluar el aprendizaje de los alumnos. “Tiene que haber una defensa oral o una prueba escrita donde la demostración de conocimiento sea no dependiente del uso de tecnología”, opina Mangarelli.

Cambiar el diseño de las evaluaciones viene siendo una medida frecuente en los cursos que constatan una incongruencia entre el desempeño de los alumnos en los trabajos domiciliarios y los resultados que obtienen en las pruebas presenciales.

Esto viene sucediendo en el curso de Programación I: la primera prueba que tienen los estudiantes de Ingeniería en la Udelar.

Inteligencia Artificial.
Inteligencia Artificial.
Foto: archivo El País.

“Para los estudiantes de computación este curso es la base, es fundamental para seguir toda la carrera. Si no lo aprenden en serio, el resto de la carrera queda muy muy floja”, dice Aiala Rosá, docente del Instituto de Computación.

Ahora, en los parciales presenciales, que hacen en la facultad, sentados en un pupitre, escribiendo de puño y letra, además de los ejercicios previstos los decentes agregan otros extra, relacionados al trabajo que hicieron en casa, para corroborar así que los que respondieron fueron ellos y que efectivamente aprendieron. La dinámica del doble chequeo se está replicando también en distintos liceos donde parecería ser que el boca a boca entre los alumnos de los últimos grados multiplica el mal uso de la IA.

Empieza en el liceo.

El asunto está atravesado en buena parte por una brecha generacional. Los que más abusan de la IA son los más grandes en el liceo y los más chicos de la facultad.

Para este informe se intentó sin éxito contactar al representante de la Asociación de Institutos de Educación Privada. Pero distintos docentes contaron que cada vez más liceos prohiben el uso de celulares para los alumnos de ciclo básico, medida pensada para mejorar la comunicación entre adolescentes que resultó ser un escudo —pasajero, al menos— para el uso indiscriminado de IA.

Claro que hay adolescentes que burlan la norma llevando dos teléfonos: uno viejo, que es el que entregan, y otro nuevo que utilizan a escondidas.

Para enderezar el vínculo del alumnado con las herramientas de IA la llave está en la alfabetización. En el sector público, el articulador de estos programas en Primaria y Secundaria es Ceibal.

“Se trata de comprender conceptos básicos de como funciona y qué es, para así lograr que nuestros estudiantes tengan un mejor uso, más consentido de estas herramientas”, dice Emiliano Pereiro, jefe de pensamiento computacional e inteligencia artificial.

Alumnos en un liceo.
Alumnos en un liceo.
Archivo: El País.

Los programas son voluntarios, pero cada vez tiene más demanda por parte de maestras y docentes que se entrenan, además de las actividades pensadas específicamente para niños y adolescentes. En este sentido, dice Pereiro, Uruguay es pionero y ha cosechado un reconocimiento de la comunidad educativa internacional. Sin embargo, ¿hay una brecha entre los niños de Primaria que reciben esta alfabetización y los que están en Secundaria, que aprendieron a usar ChatGPT por sí solos? “Sí. Tenemos que lograr que más docentes se formen y le saquen provecho a esta herramienta”.

Los que llegan, llegan con miedo. Pero se van “con otra cabeza”.

El asunto es que muchos de los docentes entrevistados para esta nota no saben de estos cursos. Y entre ellos hay profesores que ven con preocupación cómo sus aulas se transforman bajo la propagación del “copio y pego” del chat.

“Por un lado, la IA es fascinante. Por el otro, como profesor de adolescentes en el sector público veo que es como darle un ascensor a alguien no sabe usar una escalera”. No se enfrentan con el “lento”, “frustrante”, “angustiante” momento de lidiar con una hoja en blanco. “Aprietan un botón. Y listo”. “Tengo chicos de 17 años que les pido que analicen un texto literario en clase y sacan el celular, le preguntan al chat y copian en el cuaderno la respuesta sin siquiera razonarla. Los veo hacerlo. Ellos saben que yo sé. Todos sabemos”.

Al principio, algunos cambiaban las palabras. Pero muchos dejaron de hacerlo. “Se comparten piques de como pedirle a ChatGPT que humanice el texto, para disimular el uso. O le piden que lo escriba como si tuviera determinada edad y cursara determinado grado”, cuenta el padre de dos adolescentes que, a pedido de El País, conversó con ellas sobre cómo usan IA en el colegio.

“Lo veneran. Creen que es la verdad revelada y no dudan en que no sea así”, plantea una profesora de inglés de un colegio. Cansada de verlos perder habilidades para lidiar con un texto y comprenderlo a través de su lectura, ideó un ejercicio para demostrarles que el chat también puede equivocarse y darles una calificación para una prueba internacional que no coincide con el trabajo que realizaron. La IA se pasó de optimismo. “Decidí que si percibo el uso, no los voy a corregir más”, les advirtió la docente.

“Es evidente cuando usan IA porque es como una respuesta sin vida, no cometen errores de ortografía, usan palabras que no son propias y conceptos que no dimos en clase”, cuenta a El País un profesor de historia de una ciudad grande del interior de Uruguay. “Lo que estoy haciendo es defensas orales de los trabajos que entregan. Los siento en ronda y les voy preguntando, ¿y esto que pusiste qué quiere decir? Los que copian se quedan en silencio. Les he dicho: esto no lo hiciste vos, si no lo podés explicar es que no lo hiciste vos. A alguno en el proceso capaz que algo le queda, pero la verdad es que muchos copian sin siquiera leer”.

El mal uso de la IA escaló incluso hasta causar conflictos entre compañeros de clase: ¿cómo resuelven un trabajo grupal si la mayoría propone copiar del chat y listo? “Mi hija más grande me dice que al final lo mejor es que no existiera ChatGPT. Lo usan todos sus compañeros y los docentes no limitan el uso, los pocos que lo hacen es muy tímidamente. Ella lo usa bastante para hacer deberes, cuando le piden biografías y eso, pero lo revisa porque ha detectado que no siempre le tira la posta. Pero resulta que en alguna materia que no le interesa y si no tiene tiempo, copia”, cuenta su padre.

Esta revelación le dejó un sabor amargo. Él es informático, usa IA a diario y es partidario de no convertirla en “un fantasma”; esto le ha dicho a otros padres que le han pedido su opinión. “Pero me llevé una sorpresa. Pensé que no lo usaban tanto y que se cuidaban más”.

Será cuestión de tiempo para que se ajuste el ritmo. Mientras tanto, en los grados más altos de varios liceos, algunos profesores se desvelan constatando la triste contradicción de que en tiempos de mayor inmediatez, sus alumnos aprenden más lento que nunca.

Algunas ideas para un buen uso de la ia en la universidad

Plataformas de IA como ChatGPT pueden ser excelentes tutores personalizados que mejoren el proceso de aprendizaje de los estudiantes, si se les da un buen uso en el sentido ético y siempre que este no sustituya la elaboración del pensamiento crítico. Folgar, de la Universidad Católica, plantea que un estudiante podría usarlo para elaborar una idea que está “a medio cocinar”, “pidiéndole a la IA que lo interpele, que busque errores en su argumento”. Esta es una buena manera de “hacer un proceso de complejización cognitiva que es muy útil, que retroalimenta un primer borrador”. También se le puede pedir que estructure mejor un texto, “pero que te diga por qué lo estructuró de esa manera y qué permite esa estructuración”. “Si uno se vuelve muy bueno haciéndole preguntas —llamados prompts— con intencionalidad de mejorarse a uno mismo, es una herramienta muy potente”, dice Folgar. Para este especialista en innovación educacional, hay una pregunta de fondo que el estudiante debe plantearse al usar una tecnología que puede imitar muy bien funciones del cerebro. “¿Cuáles son buenas cosas para que haga la IA y cuáles son buenas cosas para que haga tu cerebro? O, ¿qué querés que la IA haga y qué querés que tu cerebro pueda hacer?”

En los casos de uso no ético, diferentes testimonios de docentes y alumnos revelan que son claras la consecuencias que aplican los centros de estudios. Desde la ORT, Andrea Tejera, coordinadora del Centro de Actualización en Educación Superior, plantea que si el estudiante no cita la herramienta y los prompts, se considera autoría no reconocida y se aplica el Reglamento de Integridad Académica.

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