Aceguá, M. A.
En Aceguá, frontera entre Uruguay y Brasil, el contrabando es un modo de vida, una razón de ser, una cultura que todo lo impregna.
El tráfico de mercaderías sin autorización, que va de la mano con el pago de coimas a los funcionarios públicos, es una constante desde la era colonial. Durante décadas los uruguayos, incluso en Montevideo, se habituaron a los textiles, neumáticos y alimentos brasileños. En la frontera nordeste, más violada que una tumba egipcia, el ganado vacuno y lanar pasaba de un lado a otros según los precios relativos de cada Estado. Darwin Vinagui (53), capataz de primera en la Intendencia de Cerro Largo, un hombre de la frontera que sabe mucho de contrabando, asegura que "hubo un tiempo en que cada oveja uruguaya daba 45 kilos de lana y cada vaca tenía 40 cueros".
En 1962 Osiris Rodríguez Castillo grabó Camino de los quileros, canción que adquirió gran popularidad:
Hay un camino en mi tierra
del pobre que va por pan
camino de los quileros
por la sierra de Aceguá
A principios del siglo XX los "quileros", contrabandistas en pequeña escala o de a kilo, cargaban a caballo o en carros caña, yerba, rapadura (un dulce envuelto en chala de maíz) y naco (tabaco en cuerda), según rememora la canción de Rodríguez Castillo. En las décadas finales del siglo XX los "quileros" utilizaban automóviles y camionetas para contrabandear refrescos, azúcar, aceite, golosinas, materiales de construcción y un sinfín de mercaderías. Luego optaron por adaptar motocicletas, más baratas de mantener, a las que refuerzan la suspensión trasera con seis amortiguadores y cargan en ellas hasta media tonelada.
El fenómeno de los "quileros" fue representado en 2005 en la película El baño del Papa.
El flujo se invirtió. En Aceguá, como en Chuy, Artigas o Rivera, las cosas no son lo que fueron. Desde la segunda mitad de la década de 1990 la integración económica hizo que los precios de ambos países tendieran a igualarse, salvo algunos productos específicos, o algún incidente cambiario, como la abrupta devaluación del real en enero de 1999.
Aceguá, una villa con poco más de 1.500 almas ubicada 10 kilómetros al noreste de Isidoro Noblía, se creó como puesto aduanero en un lugar elevado de la frontera con Brasil. Al otro lado de una avenida pretenciosa, como en el Chuy, signada por mojones o "marcos" que señalan el límite entre dos estados, se desarrolló su espejo: el Aceguá brasilero. Hace 20 años en el pequeño Aceguá brasilero se amontonaban unos 200 comercios destinados al "turismo de compras". No había sitio suficiente para acomodar tantos negocios. Pero a partir de 2002 los precios generales se volvieron favorables al comercio uruguayo. Hoy restan unos pocos locales del lado brasileño, que languidece, mientras en el Aceguá uruguayo, un villorrio modesto, refulgen las fachadas de los free shops, que comenzaron a instalarse en 2008. El contrabando hormiga o bagayo se dio vuelta: los visitantes buscan whisky y artículos electrónicos en el lado uruguayo, mientras el lado brasileño solo tiene ventajas claras en el gasoil, que cuesta 11 pesos menos por litro, y pocas cosas más, como el supergás o el pollo.
Jandir (46) regentea del lado brasilero un reparto de supergás y un hotel que conoció épocas mejores. "En la frontera he visto cualquier cosa", dice. Ansía el arribo de un tiempo en que "las cosas se repartan mejor" entre los dos Aceguá: "Que haya negocio para las dos partes, no solo para una".
Pese a la fortaleza del real, la gente de la frontera sigue comprando en Brasil en pequeña escala. "Es una cultura y un paladar", resume Víctor Humberto Gannello, el director de museos municipales de Cerro Largo.
Mundillo surrealista. El bagayo muchas veces se mueve en una dimensión absurda. El legendario "camino de los quileros", del que se sirven los pequeños contrabandistas, esos que acarrean productos de a quilo, y otros que no son tan modestos, sobrevive como caricatura de lo que fue. Una de las sendas del camino sale de Aceguá y desemboca en ruta 8 a cuadra y media después de un puesto de Aduanas. Ese camino, que se supone clandestino, ha sido tratado con balasto y tiene un riguroso cartel de Pare. Los "quileros", que transportan enormes bultos sobre sus motos, hacen como que se esconden y los aduaneros hacen como que no los ven.
Historias. La palabra "aceguá" se gestó, aparentemente, por la deformación de otra de origen guaraní que significa "lugar de descanso eterno", o bien "tierra alta y fría". Este promontorio fronterizo, cuyo paisaje es similar a la de la sierra de San Miguel, en Rocha, que alberga el fuerte del mismo nombre, fue punto de fricciones entre los imperios español y portugués en el siglo XVIII. Mucho más tarde, el 8 de julio de 1897, fue escenario de uno de los últimos enfrentamientos de ese año entre tropas del gobierno uruguayo y rebeldes del Partido Nacional acaudillados por Aparicio Saravia. Murieron 15 blancos que "eran casi todos miembros de primera línea de la juvent`ud intelectual del partido", según el historiador Celiar Enrique Mena Segarra, en tanto el gobierno admitió seis muertos en sus filas. La guerra civil de 1904, mucho más sangrienta que la de 1897, tuvo su punto final en los alrededores de Aceguá.
1.511
pobladores tiene el lado uruguayo de Aceguá, según las cifras preliminares del censo de 2011.
4.138
habitantes tenía en 2007 el municipio de Aceguá, Brasil, que incluye una amplia zona rural.
Paz de Aceguá
El 24 de setiembre de 1904 se firmó en el casco de estancia de José Francisco Lucas, en las inmediaciones del arroyo Lechiguana, la Paz de Aceguá, que formalizó el fin de la guerra civil de ese año. Aparicio Saravia, herido el 1º de setiembre en la batalla de Masoller, falleció el 10 en territorio brasileño. El ejército rebelde, caído el líder, se desmoralizó y desmembró. Para el arreglo de paz, una rendición disimulada que incluyó una amnistía general, el gobierno de José Batlle y Ordóñez fue representado por Carlos Manini Ríos, Pedro Figari y el general Pablo Galarza. En nombre de los revolucionarios del Partido Nacional actuaron, entre otros, Basilio Muñoz y Luis Alberto de Herrera.