Óscar Fernández luce impecable traje negro y corbata. Amable, abre la puerta de un edificio de 60 apartamentos ubicado en el barrio Cordón cerca del IAVA en Montevideo, donde trabaja desde hace más de 20 años. Y donde vive también, porque es de esos viejos porteros que tienen su casa en un apartamento en planta baja y que están siempre a disposición, aunque en rigor su horario de trabajo sea de 11 a 20 horas. “Es como que está en vías de extinción el portero”, reconoce Fernández, presidente de la Asociación de Porteros de Casas y Apartamentos. Él, igual que buena parte de sus colegas, está preocupado porque cada vez hay menos empleo ante el imparable avance de los sistemas de videovigilancia y los tótems en los edificios. El sindicato pide medidas al Estado y advierte por la crítica situación que atraviesa: se perdieron más de 500 puestos de trabajo en los últimos tres años, según sus datos.
Los tótems se ven por todo Montevideo (y también los carteles de las empresas en las fachadas) pero en algunas zonas como Pocitos su presencia es más evidente. Y si uno camina, por ejemplo, por la rambla las caras del otro lado de la pantalla se repiten a medida que se avanza. La mayoría de los edificios ya tiene ahí este sistema de videovigilancia. Y los que no tienen el tótem, tienen servicio de monitoreo; en algunos casos estos coexisten con el portero físico.
En todo el país —y según los datos que aporta Fernández— aún quedan unas 11.000 personas trabajando en el sector, de los cuales cerca de 600 están afiliados al gremio, incluyendo turnantes, serenos, vigilantes y limpiadoras. “En lugares que había tres o cuatro funcionarios, ahora no hay ninguno o quedó uno. La pandemia nos afectó mucho”, dice el presidente del sindicato. “Muchas veces las comisiones de edificios no entienden que un aparato no le va a sacar la basura, no le va a abrir la puerta”.
El sueldo actual de portero es de 33.760 pesos, a lo que se suman las compensaciones por ascensor, antigüedad, cochera y jardín, por lo que el salario nominal queda entre 45.000 y 48.000 pesos en total, según las categorías de los consejos de salarios. También se les paga el ficto de vivienda, si corresponde. “Soy de los pocos que va quedando que vive en el edificio en el que trabaja”, cuenta Fernández.
Él vino desde Guichón, en Paysandú, a Montevideo en la década de 1980. Tiene formación militar: estudió en la Escuela de Especialidades de la Escuela Naval de la Armada Nacional y llegó al grado máximo de su escalafón, siendo suboficial contramaestre. Fue encargado del personal en el Capitán Miranda, estuvo 23 años en la Armada y ahora, con 62 años de edad, lleva 22 como portero de edificio.
Fernández es consciente que no puede parar los avances tecnológicos. “A veces la administración dice que es para bajar los gastos comunes. Pero en sí no los bajan”, opina, aunque —como veremos más adelante— en los hechos es habitual que desciendan. “¿Qué seguridad le damos a la gente si ellos están mirando 10 o 12 edificios? Por ejemplo, si se rompe una puerta y los ladrones entran por el garaje. Tienen que ir todo para atrás con las cámaras, para mirar a qué hora entró. Y ahí recién llamar a la empresa y después llamar a la policía”, dice el portero, defendiendo su oficio.
Por la crítica situación que atraviesan es que presentaron un proyecto en la Comisión de Legislación del Trabajo y Seguridad Social de la Cámara de Diputados para que se cobre “un impuesto a los tótems” de vigilancia. Lo mismo hicieron en una reunión con el vicepresidente del Banco de Previsión Socia (BPS), Daniel Graffigna. “Es una máquina, hay un tipo ahí adentro, y ese tipo ve y mira de otro lado, a veces está en Argentina o en Paraguay, son gente extranjera que viene y no paga nada”, se queja el portero Fernández.
En el texto del proyecto de ley, al que accedió El País, el sindicato de porteros señala que “por cada tres personas de presencia física solo paga el 10% de sus aportes el portero virtual, y en algunos casos o su mayoría nada porque no están en el país”.
En ese sentido, piden que los porteros virtuales “paguen los aportes igual que paga uno físico y los contratantes como contratados (edificio que contrata y empresa de portería) paguen el 50% cada uno, dado que la ley de tercerización responsabiliza a ambas partes porque la persona que está atrás de la pantalla es real, así justificaríamos que la persona está aportando realmente sus impuestos en nuestro país”.
Además, plantean que mediante documentación se pruebe “que la persona se encuentra en el territorio nacional y que sus aportes sean reales ante el Estado”. También le solicitan al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social que se cumplan “las medidas de seguridad laboral” para los visitantes que ingresan a los edificios con sistemas de tótem. “Hoy en día no hay ninguna regulación de seguridad y protección de parte del ministerio”, advierten desde el sindicato.
Por ahora no hay ninguna certeza de que este proyecto de ley sea tratado en la comisión de Diputados.
"·¿Llueve en Buenos Aires?": una insólita charla a la distancia
Óscar Fernández es portero desde hace 22 años. Durante un tiempo en su edificio hubo una sinergia entre presencialidad y virtualidad: pusieron portero remoto y convivieron los dos sistemas. “Yo le preguntaba cómo está Buenos Aires. ‘¿Está lloviendo?’. Y a veces pensaba ‘¿para qué tenemos esta máquina si yo estoy?’. Todavía hay edificios que los tienen y que además están los porteros físicos, no tiene sentido”, dice y lamenta que se han perdido puestos de trabajo a raíz de la preferencia por las empresas de seguridad.
Además, hace énfasis en “la confianza” hacia el portero de quienes viven en los edificios. “Somos los únicos que tienen más de un patrón. Cada dueño de un apartamento o garaje te puede decir ‘está sucio el vidrio, cambiá la planta de lugar, no me anda el calefón, pierde la cisterna’. La gente necesita del portero, que siempre está en el lugar”.
Portería virtual por dentro.
La sede de la empresa Foxsys —que presta servicios de seguridad, acceso y portería remota— es una full experience de los productos que vende. El cartel azul con el nombre de la firma en letras blancas tiene cerca un megáfono. Además, al digitar un código de acceso se abre la puerta y en el hall principal hay un tótem.
Una vez dentro del lugar, se pasa al centro de monitoreo, lleno de jóvenes con muchas pantallas enfrente. Hay cuatro turnos, cada uno de seis horas. Reina el silencio aunque hay música de fondo y extrema concentración por parte del personal que se dedica al seguimiento de lo que ocurre en casi 400 edificios de distintas zonas del país. Esta es una de las principales empresas del mercado.
Juan Martín González, CEO de Foxsys, fundó la firma hace 12 años y hace más de seis se enfoca “100% a todo lo que engloba el concepto de portería remota”. Entonces cuenta a El País: “Cuando nosotros iniciamos este servicio no existía el concepto de portería remota como tal, fue algo que acuñamos. A partir de ahí empezó lentamente a prosperar el servicio y después más rápido ya en los últimos tres años”.
Los precios que cobran dependen del tipo de servicio y del tamaño del edificio. Un edificio promedio paga unos 45.000 pesos por mes. Pero en algunos casos pueden pagar 30.000 y en otros 100.000 pesos, dicen desde la empresa. Claro, no es lo mismo si se trata de un complejo con múltiples torres o de un edificio chico de pocos apartamentos.
Foxsys tiene tres niveles de servicio. “El más completo abarca soluciones de seguridad, de acceso y procurar que, si algo falla en el edificio, nosotros contribuimos a resolverlo en el menor tiempo posible”, señala el CEO de la empresa. “Por ejemplo, en la madrugada se rompe un ascensor, nosotros podemos recibir una alarma y llamar al servicio técnico de ascensor y permitirle pasar. Y notificar a los residentes de qué es lo que está pasando”.
Además, Foxsys está conectada directamente al Ministerio del Interior. “Es decir, hay un botón que nos permite despachar un móvil policial georreferenciado en un mínimo tiempo. Eso está incluido en todos los servicios que brindamos”, explica González.
Y asegura que el servicio de su empresa tiene “un foco de mejora de los gastos comunes y una aplicación de la tecnología para en última instancia mejorar la calidad de vida” de los propietarios. “Cuando iniciamos, veíamos que los edificios que tenían la aplicación de tecnología eran pocos y las soluciones de seguridad que había en ese momento, en el 2015 o 2016, estaban muy enfocadas en la respuesta y en reaccionar luego de que un evento sucedió. Nosotros cambiamos eso y partimos de la base de que debemos prevenir los eventos antes de que sucedan”, señala.
La empresa Prosegur, mientras tanto, brinda el servicio “El Ojo del Halcón”, un sistema de vigilancia remota e inteligente para edificios, negocios y empresas.
“Se combina un equipo de vigiladores y tecnología de inteligencia artificial en los puestos de vigilancia, monitorea las 24 horas e interviene en línea disuadiendo a cualquier sospechoso”, dice a El País Álvaro Fernández, gerente comercial de Prosegur Alarms.
El “Ojo del Halcón” se ubica en la entrada principal y monitorea el cuidado del edificio, por ejemplo que no haya gente durmiendo en la puerta. Se encarga del control de acceso para que los usuarios con tags o código QR tengan ingreso y salida.
La empresa también tiene una “comunicación directa y automática con la Jefatura de Policía” para brindar más seguridad. “Cuando detectamos algo, automáticamente le enviamos la señal a la jefatura y ellos despliegan su dispositivo”, explica el gerente.
Otras empresas que brindan servicios de portería remota o videovigilancia son Spotter, Masterson y Securitas.
Un sistema mixto.
Hay un formato híbrido que puede observarse en muchos edificios de Montevideo, sobre todo en el Centro. Es que los tótem rectangulares, donde se ve la cabeza de una persona, a veces tienen al lado al tradicional portero de edificio, sentado en un escritorio.
“Es lo más normal. El servicio está diseñado para combinar. Y también creemos que de alguna manera lo mejor es la simbiosis de la tecnología y la persona”, dice González, gerente de Foxsys, con respecto a la convivencia entre porteros físicos y remotos. Luego admite que esa coexistencia “funciona muy bien, si bien puede existir el servicio sin presencia de personal, salvo limpieza naturalmente que es indispensable”.
A veces el portero físico está durante un horario limitado y el sistema de portería remota las 24 horas. “Nosotros ya trabajamos de forma armónica en ese sentido y entendemos que está bien que así sea. Sí hay desarrollos, edificios nuevos que ya nacen con esta solución desde el vamos, y ahí la presencia de portero físico es un poco menor. Pero en general en los edificios que ya están construidos, lo normal es que convivan las dos soluciones”, añade el CEO.
Y, un dato relevante, en todas estas empresas el tótem es una pieza opcional del servicio que brindan: que los visitantes de los edificios vean a una persona en una pantalla puede ser importante, pero no imprescindible. “Depende de si el edificio desea contratarlo o no. Es opcional, así como hay otros opcionales, ya sea la detección de matrículas para vehículos para automatizar el ingreso a garajes, la conexión de alarmas técnicas”, dice el gerente de Foxsys.
González asegura que el tótem “tiene mucho más que ver con la disuasión que con la comunicación” en el lugar. “Nosotros prácticamente no lo usamos a efectos de la comunicación, pero sí es una pieza que es relevante a efectos de la disuasión, porque claramente señala que el edificio tiene un servicio conectado y que hay alguien observando”.
La asociación de porteros de edificios tiene 84 años de trayectoria y el promedio de edad de los porteros agremiados es de 60 años. Del otro lado hay empresas de portería remota donde la mayoría de los empleados que trabajan en los centros de monitoreo son jóvenes habituados al trabajo frente a una pantalla.
Hablan los usuarios.
Comodidad, facilidad, logística y ahorro. Esas son algunas ponderaciones que hacen los vecinos de un edificio cuando toman la decisión de contratar un servicio de portería remota. Como Patricia, que vive en Pocitos y hace una “evaluación positiva” del servicio que contrataron en su edificio. Se trató de un plan de portería remota las 24 horas, sin tótem. Cuando tocan el número de apartamento, desde la empresa llaman al propietario para que decida si abrir o no, salvo que el visitante tenga un “permiso permanente o temporal”, donde la persona dice su nombre y cédula.
“Desde WhatsApp hablando con la empresa gestiono esos accesos temporales o permanentes. Ese servicio es todo el día y, si alguien no está registrado, me llaman para ver si pueden abrirle”, relata Patricia. Para irse del edificio se toca un botón que abre las puertas de salida, por lo que el propietario no tiene que bajar a abrir, algo que puede resultar práctico.
En este edificio antes tenían portero físico. “Muchas veces estaba de 8 a 16 horas y no abría la puerta. No sabía a quién abrirle y a quién no cuando venía alguien a mi apartamento”, asegura ella. Con respecto a las mejoras logísticas, a las personas registradas se les abre la puerta y si tienen que entregar un paquete lo dejan en recepción, en una mesa, donde antes estaba el portero. “Me sirve cuando no estoy en mi casa y no puedo recibir una entrega”, explica.
Claro: lo que no puede hacer el portero remoto es ayudar a una persona mayor a salir del edificio o abrir la puerta si un vecino llega cargado con las bolsas del súper, por ejemplo.
El servicio de portería remota contratado en el edificio de Patricia también incluye un megáfono, cámaras perimetrales que detectan eventos, cámaras interiores e intercomunicadores que van en las puertas.
Lo dicho: hay distintas facilidades para otorgar el acceso. “Los usuarios pueden notificarnos de que esperan a alguien o generar un código. Tienen la posibilidad y la facilidad de notificar un acceso temporal y con la generación del código ahora se va a poder hacer también a través de nuestra aplicación”, dice González de Foxsys.
Marcelo, un vecino de otro edificio ubicado en una zona costera de Montevideo, dice a El País que según los cálculos que han hecho podrían “bajar los gastos cerca del 40%” instalando portería y seguridad virtual.
Hoy cuentan con servicio de portería presencial las 24 horas. “Al ser un edificio chico, con pocos apartamentos, tiene un costo muy importante”, argumenta sobre la decisión. Actualmente tienen turnos de ocho horas de porteros físicos, más un portero que hace relevos de turnos o cubre licencias.
“Hay un preacuerdo de instalar este servicio de portería remota, no hemos confirmado con qué empresa y los detalles. Hay que hacer muchos cambios y los vecinos deben cambiar el chip”, explica el vecino, cuyo nombre fue modificado para preservar su identidad.
En ese edificio piensan ir a un formato híbrido, manteniendo portero de carne y hueso en un turno. “En materia de seguridad se estima que van a instalar en torno a 20 cámaras con inteligencia artificial, que detectan si hay una persona en el lugar”, indica.
La tecnología pone en jaque el trabajo de los porteros físicos, que son cada vez menos y luchan por subsistir. Las comisiones de los edificios se vuelcan por sistemas automáticos, con cámaras que todo lo siguen.
Así, los escritorios van quedando vacíos y los tótems con pantallas toman protagonismo. La figura del portero empieza a desaparecer, aunque no se puede prever si lo hará por completo. “Al que se jubila es muy difícil que lo reemplacen con otra persona física, lo hace una cámara o un tótem”, concluye Fernández, el presidente de la asociación de porteros. Él por ahora sigue en el edificio del Cordón: el mismo desde hace 22 años.
"El portero es un electricista, pintor, sanitario, hasta psicólogo"
“En mi edificio hay muchos estudiantes del interior que hacen toda la carrera en Montevideo y son muy agradecidos conmigo”, relata el portero Óscar Fernández. Sucede que él se encarga de recibir las encomiendas que sus familiares les envían. “Hay mucha confianza de los propietarios e inquilinos en el portero. A veces se van para afuera o de viaje y te dejan la llave del apartamento para abrir puertas y ventanas, para que se ventile. O te dejan las llaves del auto. Esas responsabilidades las tenemos”, confiesa este empleado que trabaja en un edificio en el Cordón, en Montevideo.
Óscar define al portero como “la cara visible” y “la llave del edificio”. “Tenemos la responsabilidad de tener todo el control de entrada y salida del edificio. El portero a veces es un electricista, pintor, sanitario, hasta psicólogo. A veces las personas conversan con el portero en el hall, para estar acompañadas. Pasa que hay gente sola y no tiene con quien hablar”, admite.
En ese sentido, sostiene que hay vecinos que le dicen “no te vayas nunca”. En el caso de los que son universitarios, los ha visto crecer y lo consideran parte de la familia. “He visto que se reciben de sus carreras de abogacía, escribanía o como médicos. Muchas veces sus padres, que viven en el interior, reconocen y me agradecen por mi trabajo, se comunican conmigo para saber cómo están sus hijos, que no atienden el teléfono. Que te digan eso es un reconocimiento que no pagás con nada”, asegura.