Algo anda mal en Toledo

| El pueblo canario se siente abandonado. La violencia doméstica puso el foco en una población que sufre por muchas cosas más. Pobreza, falta de trabajo, servicios insuficientes y rarezas de un lugar que está cerca y lejos de todo.

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Toledo no tiene un plano oficial actualizado, no está claro cuáles son sus límites, ni cuántos habitantes tiene. Y esos son sólo algunos de sus problemas. Para el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), Toledo tiene 15.000 habitantes y se ubica a un lado de la ruta nacional número seis. Pero las organizaciones sociales de la zona dicen que esa carretera es la arteria principal de la rutina de unos 45.000 toledanos que viven desparramados y desconectados del resto de Canelones.

En la última década, Toledo creció con la llegada de personas que escapan de la periferia de Montevideo para vivir en los asentamientos que la rodean. De noche es una ciudad dormitorio y de día parece un pueblo fantasma. Esa población indefinida se enojó mucho cuando fue noticia porque registra tres denuncias de violencia doméstica por día, pero sufre por muchas cosas más. Se siente estigmatizada, abandonada por los servicios públicos, ofrece poco trabajo y busca su identidad entre las costumbres de un pueblo que ahora tiene los problemas de un barrio de la capital.

Es que algo anda mal en Toledo.

Y algunos números parecen corroborarlo. Como en el resto del país, las denuncias de violencia doméstica tuvieron un fuerte ascenso este año, según datos del Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad del Ministerio del Interior. En 2005 fueron 76, en 2006 bajaron a 52 y en 2007 se dispararon a 119, siempre para el período enero-agosto. En general, los delitos contra la persona, que incluyen además homicidios, lesiones y riñas, también crecieron de 84 en 2006 a 161.

Las 233 denuncias de hurtos registradas hasta agosto en la localidad canaria también fueron más que las 219 de 2005 y las 87 de 2006, pero las rapiñas bajaron de 28 en 2006 a 13 este año. En el total, los delitos contra la propiedad también crecieron: 281 en 2005, 150 en 2006 y 288 en 2007. Es casi seguro que algún robo ocurrió cerca de "la palmita". Casi todo pasa por ahí en Toledo.

Apenas se pone un pie en la ciudad, la gente empieza a hablar de ella. "Te espero en la palmita", "eso queda a dos cuadras de la palmita", dicen. La famosa "palmita" es una palmera bastante venida a menos, que sirve de punto de referencia y que se convirtió en un emblema de la ciudad. El árbol está en una calle de acceso y quedó como está, triste, porque fue trasplantado cuando se realizaron obras viales en la zona.

A poca distancia del centro de Toledo se cruzan las rutas 6, 33 y 85 y la avenida Camino del Andaluz, una de las características que definen a una ciudad dividida, poco integrada. De acuerdo a los mapas que maneja el INE, la ciudad se ubica sólo al este de la ruta seis, lo que los ciudadanos llaman "el casco de Toledo". Del otro lado de la ruta, las poblaciones se llaman Villa Crespo y San Andrés. Y también al este, pero apartado del casco, está el Fraccionamiento Camino Andaluz y Ruta 84, siempre según el INE. Para la gente y las organizaciones sociales de Toledo es todo lo mismo.

La ciudad está pegada a Montevideo pero es Canelones y su plaza principal le da todo el aspecto de un pueblo del interior. Uno de esos en los que hay muy pocas cosas para hacer. Alrededor de la plaza hay algunos comercios y una pequeña iglesia. Si uno mira muy bien, o más bien si alguien se lo indica, en dirección a la vía del tren sobresale algo que se parece a un pequeño obelisco blanco. Es el punto más alto de la ciudad, "nuestra torre de Antel", comenta un vecino. En realidad, es el extremo más alto de una moderna capilla de la iglesia mormona que parece vacía. Debe estarlo porque nadie respondió al timbre.

A las ocho de la mañana la plaza principal es muy tranquila. No hay nada abierto y la gente apenas empieza a circular. En la misma cuadra, entre la oficina de OSE y la sede de la Asociación de Retirados del Personal Subalterno de las Fuerzas Armadas, está la panadería y autoservicio La Moderna, uno de los locales más innovadores de la zona. A las ocho en punto ya hay personas esperando con la "chismosa" y la puerta se abre unos minutos después. Un aviso en El Toledano, una publicación mensual que se vende a 10 pesos, dice que el horario es de 8 a 13 y de 16 a 21. Toledo se despierta con la tranquilidad de una siesta en su rutina.

Minutos después, los que no se van a trabajar a Montevideo u otra ciudad cercana circulan por la plaza. El juez de paz, Julio Garagorri, pasa en un auto bastante destartalado en dirección al único juzgado, a dos cuadras. Por allí y por la deteriorada comisaría 20, también a dos cuadras de la plaza pero para el otro lado, pasan todos los problemas de convivencia e inseguridad que todavía sorprenden a muchos vecinos que estaban acostumbrados a dormir con la puerta abierta.

El dueño de La Moderna, Raúl Barizo, dijo que en 2006 le entraron a robar por primera vez, después de 50 años en la misma actividad. "Hemos sabido de robos en comercios que antes no había" pero "no es que de un día para el otro no se pueda andar en la calle". Afirma que "está difícil como en todos lados".

Las familias que viven en Toledo desde siempre le encuentran una explicación de fondo a ese cambio. El pastor Luis Rebagliati, propietario de una radio comunitaria lo explica así: "Toledo tiene 52 barrios y villas y ese crecimiento se debe a que vino gente de todo el país, mayormente del cinturón de Montevideo, y entonces se han formado muchos asentamientos. Otros muy buenos vecinos han comprado terrenos que se han ido fraccionando. Entonces Toledo se ha vuelto un poco cosmopolita, digámosle así, por una cantidad de gente de diversos trasfondos. Hay gente muy trabajadora y gente que utiliza Toledo como dormitorio. Pero también vino el otro grupo barrido de Montevideo que encontró acá una villa con vecinos que no tenían trancas ni candados. Pero vinieron con malos hábitos y la gente tranquila, de trabajo, se encontró de pronto con que le roban el contador de agua, los picaportes de las ventanas y tuvo que correr a poner rejas, trancas".

Pero la atención se centró en Toledo por otra cosa. Las tres denuncias de violencia doméstica por día y uno de los casos más impactantes: una mujer de 23 años presa por matar a su beba recién nacida con nueve cuchilladas (Ver Qué Pasa, N° 381). El juez Garagorri insiste en que las denuncias muchas veces quedan en la nada, no son casos consumados. Pero la polémica creció cuando el diputado Estaban Pérez, tupamaro y toledano, dijo que la mayoría de las denuncias involucraban a militares. No es cierto: según datos del juzgado, en 132 denuncias estudiadas, 11 inculpaban a militares. Mientras políticos y militares discutían, los toledanos se quejaban de que se los etiquetaba, a todos, de golpeadores.

Golpeados

"El abordaje que se ha hecho de la temática, la forma en que algunos medios se han acercado a la población, refuerza el círculo de violencia, impactando a todos y sobre todo a aquellos y aquellas más frágiles. Nos inquieta, nos preocupa, nos enoja", concluye un comunicado de la Mesa de Coordinación Zonal de Toledo, integrada por vecinos de distintas organizaciones sociales, que fue entregado el mismo día, en tres lugares diferentes, por tres personas distintas. Una de ellas fue Pilar Morales, una asistente social de la Intendencia de Canelones que trabaja la problemática de la violencia doméstica junto a la psicóloga Enriqueta Oholeguy, del Instituto Nacional de la Mujer, en la policlínica de Toledo. No viven en la ciudad, van una vez por semana.

"Por una vida libre de violencia doméstica, orientación y apoyo a mujeres. Aquí: jueves de 12 a 15 horas", dice el cartel en la puerta de entrada al pequeño centro de salud. El servicio funciona desde febrero, antes de la polémica pública.

Oholeguy explica que el tabú en torno al tema se está desarmando y los uruguayos, en general, denuncian más. No tiene datos para afirmar que la violencia doméstica es peor en Toledo que en otros lugares, ni que los militares son los responsables. "Ahora, es cierto que determinadas instituciones, por sus propias características, como el caso de la institución militar, son muy autoritarias y rígidas, y favorecen el desarrollo de la violencia porque reprimen más. Lo hemos visto en otros lugares. Es un tema a estudiar. Es generalizada la opinión de que en las zonas donde hay cuarteles, donde hay mucha presencia de militares, parecería que hay más violencia. Pero hay elementos para constatarlo", afirmó.

Los militares se basan en los datos del juzgado para defenderse como institución. Dicen que la violencia está en todos lados y destacan su integración a la sociedad toledana. La Asociación de Retirados del Personal Subalterno de las Fuerzas Armadas destacó los beneficios sociales que le brindan a la familia militar (atención médica, odontológica, legal). En los últimos tiempos hubo algunas señales de acercamiento también con los civiles. Este año convocaron a un festejo común del Día del Niño y además la Escuela Militar abrió su piscina cerrada al ingreso de niños de la comunidad.

La presencia militar es muy notoria en Toledo. Media hora en la plaza y pasaron dos camiones (uno lleno de soldados que cantaban una marcha militar), un uniformado en bicicleta y otro caminando y tomando mate. Quince minutos de charla con dos mujeres en la policlínica y ya se sabe que una de ellas tiene padre y hermano militar y la otra esposo y cuñado. Y así todo el tiempo.

Como le pasa a un pueblo chico en el que funciona una industria grande, Toledo tiene una relación de dependencia con el Batallón 14 del Ejército y la Escuela Militar. Las opciones son pocas y los pobladores que se quedan y no saben muy bien qué hacer, se alistan. Y todos dicen que las jóvenes buscan estabilidad y creen que se solucionan la vida si se casan con un militar.

"Yo trabajo en el Ejército y antes en los cuarteles había gente que venía del interior, de Artigas, de Salto, los iban a buscar. Ahora los que ingresan son de Toledo. No hay trabajo y terminamos en una unidad militar", contó Elizabeth Pérez, asistente social del CAIF (Centro de Atención a la Infancia y la Familia) Los Pinitos, ubicado sobre la ruta seis, a varias cuadras de la plaza principal. Al recorrer esas calles de balastro un día de semana se confirma aquello de la ciudad dormitorio y se descubre un pueblo pobre. Hay muy poca gente, pocos comercios y poquísimo trabajo. En 2006, Canelones fue el tercer departamento con mayor tasa de desempleo (12,2%), después de Montevideo y Treinta y Tres.

En el CAIF sí hay mucha actividad. Allí atienden a 230 niños, de hasta cuatro años, y a sus familias. Además, todos los días llegan personas pidiendo de todo: remedios, plata para el boleto, leche, los horarios de los ómnibus o del juzgado. Marita Peláez, directora de Los Pinitos, vive en Toledo hace 40 años y dice que la realidad marcada por la falta de trabajo y "una apatía brutal por todo", está agravada por la falta de servicios y hasta los errores de instrumentación del Plan de Asistencia Nacional a la Emergencia Social (Panes).

"Las familias de acá se han ido deteriorando tanto que les es muy difícil conseguir trabajo. Es un lugar donde la gente no está arraigada porque hay mucha movilidad. Nosotros recibimos a gente que de repente viene del interior (Rivera, Artigas, Treinta y Tres), está un tiempo y se van diciendo `pensamos que era otra cosa`. Era un lugar donde se podía vivir mejor, ahora no", resume Peláez. La maestra cree que todo empeoró a partir de 2000, cuando su equipo empezó a "detectar el deterioro de la gente, las situaciones de violencia doméstica y empezamos a ver que había que derivar permanentemente a los niños a psiquiatría infantil".

"La violencia de la que no se habla y es la que más preocupa es hacia los niños. No por maltrato físico. Es desinterés, abandono hacia los hijos. No es voluntario, es por falta de valores, autoestima, todo", acotó Fabiana Espino, abogada del centro Los Pinitos. Allí están apoyando al esposo y a las dos hijas de la joven presa en Canelones por matar a su beba recién nacida. Y a veces les toca intervenir en un caso de violencia doméstica.

"Cuando lograste que la persona diga `no quiero vivir más esto`, ocurre que no tiene los recursos económicos o un refugio para ir. No podemos pedirle que se vaya de la casa porque no tenemos recursos", explicó la asistente social del CAIF, Elizabeth Pérez. Dijo que esa realidad y el hecho de que la gente se anima a denunciar más dejaron expuesta la problemática. Y como "Toledo no tiene nada" para responder, la situación es grave.

"Es una ciudad que ha crecido mucho y es verdad que tiene pocos servicios", opina Pilar Morales, la asistente social de la Intendencia de Canelones. "La sensación de la gente es que están dejados de lado".

Abandonados

"Una mujer de muy bajos recursos camina dos kilómetros con una aguja de colchonero clavada en la mano. Había estado cosiendo los championes de los gurises y viene al CAIF a pedir ayuda. Yo tengo auto y la llevo hasta el centro privado de salud con la aguja clavada. Le dicen que no la atienden porque no le corresponde y la mandan a la policlínica de Salud Pública, sabiendo que a esa hora no había nada. Era como decirle `volvete para tu casa`". A la mujer la terminaron atendiendo sólo porque Ricardo Barros, psicólogo del CAIF, insistió. Pero la anécdota pinta el panorama de los servicios de salud de Toledo, que tiene una policlínica con horario restringido y muy pocos especialistas.

Los hechos superan esa anécdota. Rebagliati, el pastor toledano que además de una radio comunitaria tiene una agencia privada de correo y un cibercafé, denunció que tiene identificados cinco casos de personas que murieron por falta de asistencia. Todo eso porque Toledo no tenía ni médico las 24 horas ni ambulancia permanente de Salud Pública. Ahora se firmó un acuerdo con la empresa Cudam que dispuso una ambulancia y un profesional para la localidad.

Pedro Cipriano Ríos, de 67 años, falleció el 11 de abril. Su esposa, Mabel, todavía no logra entender qué pasó. "Fue a tomar el tren porque se iba a pasear a la casa de un primo. Sacó el boleto y se cayó para atrás. De ahí no se levantó más. Después le vino el paro cardíaco. Nunca lo atendieron. El SAPP (emergencia móvil de la zona) nunca fue. Vino un policía y un vecino de acá a avisarme y yo fui como una hora y media después. En Salud Pública no había médico, el SAPP no fue y tuvieron que llamar a la Policía".

Mabel dice que su esposo era socio de la emergencia desde 1994 (exhibe recibos que lo comprueban) y estaba al día con su cuota. Asegura que cuando se quejó, en la empresa le dijeron dos cosas distintas: una vez argumentaron que no estaba al día con los pagos y después le dijeron que el día que su marido murió no mandaron ambulancia porque no tenían. "No hice nada porque ya tengo muchos problemas en mi cabeza. Después tenés que gastar en abogados y no sé si se gana el pleito. Eso sí, los quiero escrachar bien escrachados. Y quisiera hacerme socia de otro lado pero no sé de dónde".

La asistencia sanitaria no es el único problema. El transporte es todo un tema. Como Toledo está cerca de Montevideo pero forma parte de Canelones pasan cosas raras. Es más frecuente y a veces más barato el ómnibus para llegar a Montevideo, pero los toledanos generalmente tienen que hacer trámites en otras ciudades canarias. Por ejemplo, en Toledo no se pagan asignaciones familiares o el ingreso ciudadano y las personas beneficiarias tienen que ir a cobrar a Sauce. Eso son 18 pesos para ir y 18 para volver.

También se dan incoherencias como que desde el centro de Toledo el boleto a Montevideo sale 23 pesos pero a poco más de un kilómetro de distancia, cruzando el puente que separa a la ciudad de la capital, sale 13,50 pesos. Entonces hay personas que caminan temprano de mañana por la ruta, con el mate bajo el brazo, para ahorrarse 19 pesos entre ida y vuelta. Además, sale más caro el boleto a Pando (25 pesos).

Los toledanos tienen que caminar mucho dentro de Toledo o recurrir a la bicicleta, la moto o el auto, si tienen. El transporte interno es inexistente salvo por un nuevo servicio de la empresa Casanova que funciona en un horario determinado para acercar a los jóvenes que viven más lejos del "casco" a los centros de estudio.

Las opciones educativas son adecuadas para la etapa escolar pero después no abundan. Hay cuatro escuelas públicas en la zona cercana al centro y un par más en los barrios más alejados. También hay un liceo y un colegio privado, universitario nada y de la UTU sólo llegan cursos móviles. La directora del CAIF dice que hace poco conoció el caso de un chico de 18 años que quiere terminar la escuela y no puede. "Antes venía una maestra, dictaba los cursos de adultos y después les tomaban una prueba y aprobaban primaria. Ahora no está más. Eso se manejó exclusivamente para el Plan de Emergencia, ¿y la gente que no está en el plan?".

Toledo tampoco es la excepción en la escasez de recursos para la Policía y la Justicia. "La seccional 20 está muy mal. No tiene sillas, no tiene luz. Estamos en una situación caótica", denunció la directora el CAIF. Hasta hace poco no había comisario y el oficial que estaba a cargo fue trasladado. Ahora, sólo por dos meses, asumió el comisario Mario Muñiz. Quizás él cierre el depósito de bicicletas del techo de la comisaría.

El único juzgado de paz que hay tiene "competencia de urgencia". Recibe todas las denuncias en primera instancia pero, cuando amerita, deriva las actuaciones al juzgado de Pando. Entre otras cosas, el juez Garragorri casa a los toledanos, interroga a delincuentes y toma declaraciones a mujeres golpeadas.

Otros usos más cotidianos también le complican la vida a los toledanos. El único cajero automático del Banco República está en el único Abitab, por lo que la disponibilidad de dinero depende del dueño del local. Los lugares para comer algo se cuentan con los dedos de una mano y el día de la visita, en el barrio Casarino sólo se podía hablar por celular porque se habían robado todos los cables de teléfono. Tampoco hay saneamiento -salvo en una zona en la que se regularizó un asentamiento-, ni cementerio.

Para los toledanos se hace difícil hasta recibir correspondencia. En el centro hay calles con tres nombres distintos porque el nomenclátor aprobado nunca se incorporó del todo a la vida cotidiana, no se transformó en carteles informativos. "Viene un tomador de consumo de UTE o Antel y le pone el nombre que dice un vecino. Viene otro a la otra esquina y le pone otro. Entonces tenemos, por decir un nombre, una calle que se llama Miguel Alzueta, Miguel Rivero y Camino Lucero. Tres nombres para una misma calle y todo el mundo la conoce como Calle Cuatro", explicó el pastor Rebagliati, que conoce mucho la zona por su agencia de correo.

Repartir la correspondencia no es fácil. "El mapa que tenemos lo hicimos nosotros yendo al lugar, dibujando, conociendo, pidiendo información, a pesar de que fuimos no sé cuántas veces a Urbanismo de la Intendencia. Nos dicen que allá está todo muy bien organizado, que tienen buenos equipos. Pero nunca han venido, han dibujado atrás de un escritorio y lamentablemente tienen un desconcierto brutal", dijo el pastor. Su estrategia para que la gente reciba los envíos es "dividir Toledo en pequeñas zonas y tener mensajeros que conozcan hasta el nombre de los perros o al vecino más influyente que te puede dar cierta información".

"Vivo acá por mala suerte, no tengo otro lugar para trabajar", contó Juan Rosas, un vecino que es funcionario de AFE y vive en Toledo hace nueve años. Vive a una cuadra de la estación de trenes y su rutina lo lleva de casa al trabajo y del trabajo a casa. Antes trabajaba para AFE en Vergara, Treinta y Tres. Dice que cuando tiene que hacer algo que no sea trabajar, lo hace en Montevideo. Y que sus hijos estudian y se divierten en Sauce porque "es más tranquilo".

Ilusionados

Las diferencias con las vecinas Sauce y Suárez y la dependencia de Pando y Las Piedras son otro trauma para la identidad de Toledo, que fue declarada ciudad en 1989, cuando cumplió 100 años, pero siente que la tratan como pueblo. "Acá para hacer cualquier trámite, enseguida te dicen que tenés que referirte a Las Piedras o a Pando", dijo Peláez, la directora del CAIF.

Con 52 barrios que se siguen reordenando, Toledo no encuentra la unión. "Acá en Canelones pasa que en cada villa hay un villano, alguien que hace fuerza por su villa y no se da con los de la otra. Y Sauce tiene un aire de ciudad que Toledo no lo tuvo hasta hace unos años. Cuando Toledo fue reconocido como ciudad y se vio que era mucho más grande, entonces hubo un choque. Fíjate que 50 y pico de barrios hablan de una población muy grande, muy dispersa en la zona, a la que estamos tratando de integrar para funcionar bien", agregó el pastor Rebagliati.

No es fácil con titulares como el de El Toledano de mayo: "Toledo perdió 12.000 habitantes. Los barrios del Andaluz pasaron a Suárez". La nota explicaba que los barrios de Camino Andaluz "desde el kilómetro cero al cinco" pasaron a Suárez -"salvo barrio Benzo que, por su proximidad, quedó en Toledo"- en "un paso importante para la identidad de los vecinos que nunca se sintieron identificados con Toledo y que ahora tendrán más posibilidades de transformarse en un pueblo independiente", según la carta del secretario de la Junta de Local de Suárez, Leandro D` Andrea.

"El 90% te dice que no es toledano porque le da vergüenza que el pueblo siempre sale como si fuera zona roja", dijo, resignado, José Luis de la Peña, integrante de la Mesa de Coordinación Zonal de Toledo.

"Acá como que no existe eso que todos tenemos, un instinto de supervivencia que te lleva a luchar, a pedir, a reclamar", reflexionó el psicólogo Ricardo Barros. "Mucha gente está derrotada, deprimida", dijo y pensó unos segundos antes de seguir. "Pero no son todos, cada tanto hay gente que cambia. Es un trabajo de hormigas", agregó con un toque de optimismo.

Es que la polémica pública sobre violencia doméstica que puso a Toledo en los medios también tuvo efectos positivos. Varias organizaciones sociales se acercaron a la zona para conocer la problemática y hacer algo para mejorar la situación de la población.

"Demos gracias de ser toledano, ciudadanos con gloria y honor. Trabajemos por siempre hermanados, construyendo una vida mejor", dice al final la letra de un himno de la ciudad creado por Humberto Cabrera en julio de 2004. Fue una iniciativa de la Mesa de Coordinación Zonal de Toledo, que trabaja en el marco del Programa Infancia y Familia en riesgo social del Ministerio de Desarrollo Social. Se les ocurrió que un himno, un escudo y una bandera pueden ayudar y ahora esperan que el Parlamento apruebe los símbolos. "Estamos ilusionados", sosutvo un vecino.

En el escudo aparece la piedra fundamental de la ciudad, la "famosa" palmera de Toledo y la ruta seis, que atraviesa la ciudad o es su límite, no está muy claro. La bandera fue el resultado de un concurso abierto entre niños y jóvenes. Un diseño con "la palmita" en primer plano, esta vez sobre la vía del tren.

En un mes, el 17 de noviembre, se cumple un nuevo aniversario de la fundación de Toledo. La misma ciudad que supo bailar para llamar la atención y batir un supuesto récord Guinness. Una de las pocas poblaciones del interior que no tiene prostíbulo, al menos oficial. Otro de tantos rincones del país en los que a simple vista no hay nada. Pero pasa de todo.

Panes toledanos

En Toledo todos saben que hay personas que están cobrando el ingreso ciudadano y no les corresponde. Las anécdotas de toledanos que se hicieron censar en una casa ajena para acceder al beneficio del Plan de Asistencia Nacional a la Emergencia Social (Panes) son muy conocidas. Pero entre los trabajadores sociales preocupan mucho más los casos de personas que sí merecían cobrar y quedaron afuera.

"Me molestó muchísimo porque el Ministerio de Desarrollo Social tenía lugares como las escuelas y los CAIF para consultar y saber cuál es la gente que necesita. Y no usó esos servicios. Desembarcaron solos, hicieron el relevamiento y le dieron a gente que no tenían que darle y a mucha gente que precisaba no le llegó", afirmó la directora del CAIF Los Pinitos, Marita Peláez.

Peláez contó que en Toledo, como en todos lados, muchas veces las personas utilizan el ingreso ciudadano para comprarse un celular o cualquier otra cosa. Pero eso no le molesta porque dice que, por lo menos, se dan un gusto. Lo que le preocupa es que las soluciones de fondo no llegan a la zona. "Tenemos Plan de Emergencia, tarjeta de alimentos de acuerdo a la cantidad de hijos, pero la gente sigue viniendo al CAIF para pedir plata".

Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas al cierre de 2006, la población de Canelones era de 503.672 personas, de las cuales 15.777 viven en asentamientos.

"Acá el Panes funcionó mal porque el censo estuvo mal hecho", afirmó el edil socialista Aníbal Flores, que quiere reflotar el trueque en Toledo. Cree indispensable buscar alternativas que hagan la vida más llevadera. Dice que "la pobreza reducida a dos metros cuadrados, techos de lata, lluvia, adultos discutiendo y niños llorando sin parar" siempre termina mal.

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