Uruguay es un país que durante décadas se dividió en dos: Montevideo y “El Interior”. Esa idea que diferenciaba a la capital y uniformizaba a los dieciocho departamentos restantes ha ido cambiando en los últimos veinticinco años como consecuencia de distintas medidas de descentralización que abarcan lo administrativo, lo económico, lo educativo y hasta lo cultural. Un cabo suelto, película escrita y dirigida por el uruguayo Daniel Hendler, coincide con ese cambio de perspectiva en el sentido de que pone el foco en una zona del país con muy poco recorrido en el cine nacional: el litoral oeste.
El Puente Libertador General San Martín, conocido como el puente Fray Bentos-Gualeguaychú, atestigua el comienzo de la historia en la que Santiago (Sergio Prina), un cabo de bajo rango de la policía argentina cruza la frontera hacia Uruguay, huyendo de otros agentes que lo están buscando. En el camino, valiéndose de su uniforme, el protagonista va inspeccionando puestos de comida regional, probando lácteos y embutidos para sobrevivir, al tiempo que intenta pasar desapercibido entre los lugareños. Sin dinero ni hospedaje, pero con empatía y astucia, Santiago va sorteando obstáculos y comienza a tramar una nueva vida con la ayuda de personajes que se cruza en el camino, entre ellos, quien cree que puede ser el amor de su vida (Pilar Gamboa).
Pero no solo los protagonistas de la historia atraviesan fronteras; la propia película se mueve entre distintos géneros, pasando por comedia romántica, western, road movie y suspense policial. Un día antes del estreno mundial de Un cabo suelto en la sección Spotlight de la 82ª edición de la Mostra de Venecia, el pasado 3 de setiembre, Daniel Hendler conversó por teléfono con PAULA desde Italia. En esta entrevista comparte el proceso de desarrollo de la historia, desde la idea a la escritura del guion; desde la elección del elenco y las locaciones hasta sus propios viajes transfronterizos entre Uruguay y Argentina, donde está radicado desde hace varios años.
–¿Qué significa este estreno mundial de Un cabo suelto?
–En estas instancias uno termina de entender la película, incluso después de verla con el público. Son instancias para trasladar y transmitir unas impresiones básicas.
–¿Ya tiene algunas impresiones o todavía esperará para sacar conclusiones?
–Sí, las tengo. De repente, hay algo que te atrapa, que te toma, y que te lleva a hacer algo que no sabés exactamente qué es, pero con el paso del tiempo se empieza a entender. Creo que hasta el último día de la mezcla de sonido, uno termina de descubrir la película. Es una manera de tallarla, de esculpirla, o de sacar los velos a eso que está oculto. Lo cierto es que recién cuando la ves con el público se termina de entender. Es como visitar tu propia ciudad guiando a un turista, uno ve cosas que estaban ahí y que no había advertido antes. En el caso de las películas, que tocan algo personal y también cuentan un cuento, se acercan metáforas y distintos tipos de sentidos. Quizás la parte personal es la que tengo más clara, pero, vamos de a poco.
–¿Cuál es la parte personal en esta historia?
–Tiene que ver con la sensación de atravesar fronteras. He estado viajando mucho porque soy uruguayo, y vivo mayormente en Buenos Aires. Esa frontera, que es bastante amigable en comparación con otras fronteras del mundo, no deja de ser un límite arbitrario, casi absurdo, que por mínimo que sea siempre provoca algún tipo de ilusión, de angustia, de cambio. Hay una sensación de saltar a lo desconocido. En un momento se me hizo latente contar una historia sobre eso, sobre este personaje, Santiago, que escapa de Argentina a Uruguay intentando borrar sus huellas y al mismo tiempo ilusionado con encontrar un mundo nuevo.
–¿Por qué decide hacerlo en un género que combina suspense policial y comedia?
–No es algo que me haya propuesto. Empezó a suceder cuando aparecieron las primeras líneas del guion. Ni siquiera creo ser consciente de cuál es el género hasta que me encuentro con alguien que lo ve. Yo mismo reacciono a la película a través de los ojos de ese espectador. Creo que el género es un poco indefinido, probablemente sea ese intersticio que hay entre la comedia, el policial, el thriller, y el road movie, con una extrañeza que emerge de los propios personajes.
–En la película el tiempo no es lineal, ¿cuándo tomó esa decisión?
–Empezó a suceder mientras escribía el guion, empecé a necesitar esa ruptura temporal. También tiene que ver con algo onírico que atraviesa la película, eso de no saber bien dónde uno está parado en cuanto a espacio y tiempo. Es un juego que nos invita a sumergirnos en ese no lugar y ese no tiempo.
–¿Cuánto pasó desde que empezó a desarrollar la idea hasta ahora?
–Se dio todo bastante más rápido que en casos anteriores. Esta era una idea que me venía rondando hace un par de años. De repente me senté a escribirla y se dio de manera bastante fluida. El guion lo tuve en unos pocos meses y enseguida nos presentamos a concursos con la productora Micaela Solé y por suerte ganamos en la primera instancia. Con las experiencias anteriores nos llevó más tiempo. Si bien es una película que se hizo con una financiación bastante ajustada diría, nos lanzamos. Sentíamos que había una inspiración que nos recorría y no queríamos que se apagara.
–¿Los protagonistas también los tuvo claros desde el comienzo?
–Sí. Pilar Gamboa fue la primera. Apenas escribí el nombre del personaje y la primera escena, me apareció su cara, porque además venía trabajando con ella en otro proyecto. Cuando se te aparece la cara de alguien no hay escapatoria, además alguien tan talentosa, inspiradora y buena persona como ella. Se lo propuse y me dijo que sí, que estaba encantada. En el caso de Sergio Prina pasó lo mismo. Una vez que le puse la cara al personaje ya no la pude borrar. Tuve suerte de que me aparecieran caras de tan buenos actores, no sé qué haría si aparece la cara de alguien que es un plomo. El caso de Mandrake Wolf (que interpreta un personaje que atiende un puesto de quesos al costado de una carretera) fue el que más me costó encontrar. Necesitaba generar un triángulo entre estos tres protagonistas, que al mismo tiempo se cerrara en una sola figura, pero que tuviera vértices muy distantes, muy divergentes, muy diversos. De repente, se me apareció, y lo digo así porque suceden esas cosas cuando uno está pensando en el elenco, se me apareció la cara de Mandrake, de Alberto Wolf, que no es actor, es músico. No tenía demasiado sentido porque él nunca había actuado. Lo compartí con la productora y a ella le pareció interesante. La verdad fue un hallazgo porque le aportó un color a la película que hubiera sido difícil encontrar en otra persona.
–Buena parte de las películas uruguayas transcurren al sur, Rocha, Maldonado, Canelones, Montevideo, algo en Lavalleja, Rivera, Cerro Largo, pero la Costa Oeste, donde ocurre esta historia, es un escenario menos frecuente, ¿lo ve así?
–Creo que no se han filmado otras películas en el litoral oeste. Largometrajes al menos no.
–¿Qué desafíos implicó rodar allí?
–En principio, el reto fue el encuentro entre el imaginario sobre una región que uno conoce apenas, con la realidad. Ahí es donde surge esa poesía particular entre lo que uno imaginó previamente y lo que uno se encuentra. Es entonces cuando la película termina de cristalizarse. Igual no había una intención de retratar la zona, sino más bien de encontrar paisajes nuevos y personajes autóctonos desde la imaginación y también un poco desde la realidad, que es lo que naturalmente termina sucediendo.
–Aunque no lo pretendiera, aparecen rasgos de identidad: el puente, el paso de frontera, el free shop, el puesto de quesos al costado de la carretera.
–A veces, cuando uno ve esos puestos y esas personas, comienza a imaginar cómo serán sus vidas y empieza a hacer un recorrido que puede estar totalmente alejado de su realidad. Lo interesante es que cuando uno construye esos personajes y esas vidas. A veces se encuentra con que había algunos prejuicios absurdos, y otras veces, que hay zonas donde uno se permite inventar un mundo que no conoce. La idea, en general, de la película surgió en estos viajes en ómnibus, en esos cruces de frontera constantes que hago desde hace tiempo entre Uruguay y Argentina. Por más arbitrario que sea ese límite, siempre genera una sensación de salto a lo desconocido.
–Aunque Argentina está cerca, la nostalgia ayuda a que ciertos aromas y sabores traigan recuerdos. En la película hay muchas situaciones relacionadas con comida, el queso en particular. ¿Son recursos para contar la historia o parte de sus memorias?
–Hay algo ahí, aunque no soy para nada experto en quesos. Es un elemento que apareció más por una imagen que me divertía o quizás por pensar en este Santiago, el protagonista, que está buscando una madriguera donde haya alimento. Quizás aparece también como la idea del ratón. Una vez, hace tiempo, me tocó pelear contra una colonia de ratones para echarlos de mi casa y bueno. Uno empieza a pensar en las estrategias del ratón y empieza a pensar como ellos para ver cómo vencerlos. Había algo de este personaje que va a buscar un escondite cerca de los quesos y que me recuerda algo de todo aquello.
–¿Está disfrutando este momento?
–Sí. Creo que lo que me da más nervios es abandonar mi casa. Cuando llego acá y dejo la valija, empiezo a calmarme. Ver la película en un lugar tan lejos de casa y ver cómo palpita el público es el momento que más disfruto. Es lo que le termina de dar sentido a todo.
La cordura al límite
Lo cierto es que Daniel Hendler disfruta de un momento sobresaliente en su carrera, porque la historia no termina con ese estreno en Venecia. Otra de las películas en las que trabajó en el último tiempo, fue elegida para inaugurar la Sección Oficial a concurso de la 73ª edición del Festival de San Sebastián. Se trata de 27 noches, que él mismo dirige y protagoniza. La cita para verla en pantalla grande es el 19 de setiembre. Luego, la película de Netflix hecha en Argentina, estará disponible en la plataforma de streaming a partir del 17 de octubre.
27 noches está basada en el libro homónimo de Natalia Zito e inspirado en una historia real. “Una tarde de junio de 2005, seis enfermeros sacaron a la fuerza a una millonaria argentina de su casa y la internaron en un hospital psiquiátrico. ¿El motivo? Las hijas estaban preocupadas por el excéntrico comportamiento de su madre, de 88 años. La veían despilfarrar su fortuna junto a un hombre mucho más joven que solo la quería por interés; organizaba fiestas ruidosas y no atendía a los ruegos de familiares y vecinos por seguir las normas o un estilo de vida supuestamente acorde a su edad”. Con esta descripción comienza su reportaje la periodista española, Mar Centenera, que se publicó en El País de Madrid, el 29 de mayo de 2022.
El artículo presentaba así la historia real de la artista plástica argentina, Natalia Kohen, y los avances de la investigación de la escritora y psicoterapeuta, Natalia Zito, que luego plasmó en su libro Veintisiete noches (Editorial Galerna, 2021). “Lo que me convocó para hacer el libro fue cuando escuché que el caso de Kohen era una historia que nadie quiere contar. ¿Una historia que nadie quiere contar?”, compartió Zito en una entrevista radial cuando se publicó el libro que ahora se traduce al lenguaje audiovisual.
Con un pie en la ficción y otro en la realidad, la historia se sumerge en el conflicto familiar de una clase cuyos códigos parecen indescifrables para los de afuera, y relata una historia que interpela y abre el juego a los límites de la salud mental y la vulnerabilidad de la vejez.
En la película la actriz Marilú Marini interpreta a Martha Hoffman, una excéntrica y adinerada mecenas de 83 años, que es internada en una clínica psiquiátrica a pedido de sus hijas, quienes aseguran que sufre de demencia. El perito judicial Casares (Daniel Hendler), investiga si Martha realmente está enferma o si simplemente ha elegido vivir sus últimos años con absoluta libertad, mientras se cuestiona si la internación es un acto de protección o un intento de controlar su fortuna.
Trayectoria
Daniel Hendler nació en Montevideo en 1976. Es actor, director y guionista. Protagonizó largometrajes, dirigió cortos y colaboró en guiones cinematográficos de Daniel Burman, Ariel Winograd y Natalia Meta. En 2010 estrenó su primer largometraje Norberto apenas tarde. Su segunda película, El candidato (2016) ganó el premio a Mejor Director del Festival Internacional de Miami, Mejor Guion del Festival de Cine La Habana de Nueva York, y Mejor Coproducción en el Festival Latinoamericano de San Pablo. También escribió, dirigió y protagonizó la serie La división (2017). Un cabo suelto (2025), que también ha sido programada en la sección Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián, cuenta con la participación de Pilar Gamboa, Sergio Prima y Alberto Wolf. Fue producida en Uruguay por Micaela Solé (Cordón Films, Uruguay), en coproducción con Ezequiel Borovinsky (Wanka Cine, Argentina) y Jorge Moreno, Luis Collar (Nephillim Producciones, España).
Instagram/@uncabosueltopelicula
En San Sebastián
Daniel Hendler tiene un destacado recorrido profesional en el festival de cine donostiarra. Como actor ha presentado películas como El fondo del mar, de Damián Szifron (2003); Whisky, de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll (2004); El abrazo partido, de Daniel Burman (2004); Los suicidas, de Juan Villegas (2005), y Una novia errante, de Ana Katz (2007).