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El muy pillo de Antoine

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Antoine Griezmann, Diego Ifrán y Gonzalo Castro en su pasaje por Real Sociedad.

RUSIA 2018

Hoy la uruguayez de Antoine Griezmann llama la atención. Tres charrúas que lo conocen la explican: Lasarte, Ifrán y Pablo Balbi.

La lesión del juvenil Bingen Erdozia permitió que Antoine Grizmann se colara en el plantel de la Real Sociedad que en 2009 aspiraba a ascender. Martín Lasarte necesitaba un volante izquierdo para que diera una mano en una práctica, y el técnico de la reserva le mandó al francés que en ese entonces tenía 18 años.

Esa tarde llovía mucho y Pablo Balbi, preparador físico, no se olvida más de cómo Griezmann recibió un pase, paró la pelota, eludió a un veterano del equipo y lo dejó sentado. “¿Viste lo que hizo el rubiecito?”, le comentó a Lasarte. Los sorprendió. Tenía condiciones. Así que el técnico lo volvió a convocar.

Hizo goles en todos los amistosos que jugó y Lasarte le comunicó al gerente deportivo de la Real Sociedad que lo quería en el plantel. La directiva del club tuvo sus dudas pero acataron.

Antoine hacía 100 kilómetros diarios para ir y venir de la comunidad francesa Bayona hasta San Sebastián en el auto de su representante porque no manejaba. Lasarte pidió que le alquilaran un apartamento para que estuviera más cerca y pudiera descansar mejor.

Se mudó solo frente a la casa de Balbi y él lo jorobaba con que lo vigilaba desde la ventana. Y aunque era un chiste, varias veces le dio consejos sobre disciplina. Y cuando el francés se descarrilaba lo llamaba al orden.

Una vez Balbi lo quiso hacer sufrir un poco y lo dejó fuera de un entrenamiento. Citó a todo el plantel a las nueve para el día siguiente y cuando Griezmann le preguntó en su español con acento rioplantense, “¿y yo, Profe?” “Volvés a tu categoría”, le contestó. “Quería que comiera un poco de tierra”, dice. No se olvida más de la cara que puso. Se le vino el mundo abajo.

Martín Lasarte y Antoine Griezmann cuando compartieron institución en la Real Sociedad
Martín Lasarte y Antoine Griezmann cuando compartieron institución en la Real Sociedad

Griezmann era rubiecito, delgadito y el niño mimado de toda la Real Sociedad. Carlos Bueno consentía a su amigo y compañero menor. Le enseñó a cabecear y a poner el cuerpo. Calladito y modosito a primera vista, Griezmann tardó poco en mostrar que era un muchacho extrovertido, pillo, que le gustaba juntarse con los más grandes y hacer bromas sin parar.

Lo tenían como a un “muñequito”. Pero Lasarte recuerda que Éric Olhats, su representante, lo definió mejor que nadie: “Siempre decía que Antoine era un angelito de túnica blanca, pero la cola del diablo le asomaba por atrás”.

Era la “joyita del club”. Goleador y lindo. Un montón de chicas lo esperaban a la salida de las prácticas para sacarse fotos. Lasarte recuerda que una de esas fanáticas le puso Antu a su perro por él. “Dile a Antoine que me hable, que me salude”, le pedían.

Un charrúa más. Griezmann probó mate con Bueno y Balbi. Aunque al principio hizo caras raras, se volvió adicto. Diego Ifrán le enseñó a prepararlo y aprendió rapidísimo. Esa misma inteligencia la tiene dentro de la cancha: “Le decís una vez algo y no se lo olvida más”, comenta Balbi. Lasarte dice que nunca tuvo que explicarle un ejercicio táctico más de una vez. Pero le repitió en varias ocasiones que se fuera a su casa a descansar porque el técnico se iba a bañar, salía y Griezmann seguía pateando centros.

“Era muy bueno pero hizo mucho sacrificio para mejorar”, dice quien lo hizo debutar en Primera División.

Griezmann vivía solo en España y su familia lo visitaba cada quince días. Lasarte recuerda que se entusiasmaba cada vez que su madre estaba por llegar. En el país vasco son más cerrados y la forma de ser amistosa de los uruguayos le entró. “Hablábamos más, Carlos (Bueno) era súper extrovertido y eso le llamó la atención”, según Lasarte.

Ifrán opina que pasar tiempo con los uruguayos fue un “desahogo” para Griezmann y se sintió contenido. Cuando llegó el “Chori” Castro organizaban asados y el francés se divertía intentando imitar la forma de hablar de sus amigos. “No le enseñábamos, él nos quería copiar. Le decíamos cualquier cosa y seguía la joda”, cuenta Ifrán, que ya le dijo al francés que “no se haga el vivo en el partido porque se le va a venir la noche”.

Le pedía a Bueno que le enseñara malas palabras y puteadas en rioplatense. Y en vez de festejar los goles como los españoles al grito de “aupa”, él prefería, un “arriba, bo”, “vamo”. Siempre sin la “s”.

Griezmann en el entrenamiento. Foto: Reuters
Griezmann en el entrenamiento con su termo y mate. Foto: Reuters

Lasarte también lo invitaba a su casa a cenar, le mostraba vídeos de Nacional y le contaba que su cuadro había salido campeón del mundo.

No logró sacarlo hincha porque Bueno le ganó de mano, pero sí consiguió otra meta. Quería que aprendiera a vivir el fútbol con la misma intensidad que un uruguayo y “que pusiera todo”.

Bueno le hacía ver los goles que había hecho en Peñarol escuchar las arengas y las típicas canciones manyas y él se las aprendía de memoria.“Ya lo hice hincha de Peñarol, estás liquidado”, le decía a Lasarte.

Griezmann se hizo tan fanático que siempre que jugaba al Play Station elegía ser Peñarol y se abrazaba al enorme televisor para gritar los goles.

Con cumbia de fondo y mate de por medio llegó a decirle a Ifrán que quería retirarse en Uruguay: “Cuando ya no podamos más vamos para Peñarol juntos y ahí sí, que nos den la pelota al pie, al pie”.

Cada vez que Ifrán venía a Uruguay tenía que llevarle dulce de leche de regalo para la merienda. Griezmann nunca visitó el país de sus amigos, pero les manifestó varias veces la intención de conocer sus pagos. Lasarte le recomendó que viajara en verano porque así podría ir a la playa.

Este muchacho inquieto no paraba de hacer preguntas sobre Uruguay. Quería saber cómo es el país, la gente y se asombraba cuando le contaban sobre las dimensiones físicas.

El “Chori” Castro e Ifrán hicieron un curso de cuidador de caballos en España y el exPeñarol le “pudrió tanto la cabeza” que hace seis meses Griezmann se compró dos caballos de carrera.

Viveza. Concentrado, despierto, inteligente y determinante. Así lo define Lasarte, que siempre lleva una foto de Griezmann en su celular. El técnico no necesita buscar en su memoria para recordar a ese muchacho de 18 años que ya jugaba, trancaba y colaboraba como un veterano de las canchas.

Detrás de esa cara angelical se esconde un diablillo que se deja caer en las faltas para que el juez pite a su favor. Lasarte le enseñó esa viveza criolla.

“La primera vez que jugamos contra el Villarreal le dije antes de que entrara, ‘fulanito de tal (no importa quién) te va a querer pegar y llevar a base de experiencia y veteranía. Si te tira, te caes al suelo, arrancás un poquito de pasto, se lo tirás encima y le decís, ‘tomá pa tí, caballo’. Puso tan furioso al otro que no solo nos dieron un par de faltas sino que le sacaron amarilla al otro. Si eso mismo se lo decías a otro te contestaba que no lo hacía pero él es pícaro y bandido”.

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