Fue como vivir un carnaval en pleno Punta Carretas

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CIUDAD DEL CABO | JORGE SAVIA

De pronto, de golpe, fue como si un duende imaginario se hubiera levantado al amanecer para filtrar su difusa silueta por la bruma chata como una rodaja de fiambre o una alfombra gigante que se despliega a media altura entre el cielo y el agua, para anunciar -y celebrar- con un toque prolongado de "vuvuzela", que había llegado el día esperado.

De pronto, de golpe, entonces, ¡Mundial! Fue como si Ciudad del Cabo hubiese dejado su rutina diaria -con el fútbol alejado de sus costumbres, claro- para darle paso al fervor y el enorme colorido de la gente, que se largó a las calles, con banderas, con camisetas de los "Bafana Bafana" y, como siempre ocurre en cualquier parte donde se disputan los mundiales, hasta con disfraces, muchos de ellos novedosos, impagables. Estalló el Waterfront, esa hermosa zona parecidísima -quizá más bella- al Bay Side de Miami, donde confluyeron los hinchas de muchas nacionalidades para gritar, cantar y, por qué no, entonarse: de ánimo para los partidos de la tarde, y de alcohol, con tragos que cada uno consumió en forma más o menos mesurada.

Aquello era un carnaval. Una llamada de múltiples nacionalidades. Igual que las calles del centro, como también de esa espectacular rambla por la que se va al Green Point, que está situado en lo que en Montevideo podría ser el cruce de Julio María Sosa y Bulevar Artigas, porque al costado tiene un panorámico campo de golf y, por si fuera poco para semejarse a Punta Carretas, en uno de los últimos tramos ¡hay un faro!