SILVIA PEREZ
Hace ya dos años y medio que Gustavo Trelles dejó de correr. Los primeros tiempos lejos del Rally no fueron fáciles para el minuano, que había dedicado más de 20 años a lo que define como su gran pasión.
Su última carrera fue en julio de 2002 en Argentina, y desde ese momento hasta el fin de semana pasado, en que el rally pasó por la puerta de su casa en Punta del Este, nunca más había ido a ver una competencia. No podía, porque sentía que se había ido obligado. Cabe recordar que después de haber obtenido cuatro veces consecutivas el Campeonato Mundial de Rally (96, 97, 98 y 99), fue dos veces más vicecampeón del mundo. En noviembre del 2001, se puso en contacto con Ancap, su principal sponsor, para ver si seguía contando con su apoyo para la temporada siguiente, dado que el plazo para inscribirse en el Campeonato Mundial de Rally vencía el 15 de diciembre. La respuesta fue afirmativa y Trelles volvió inmediatamente a Europa para firmar los contratos correspondientes. El 5 de diciembre le avisaron que por orden del Presidente de la República se cortaba toda la publicidad. "Tenía todo firmado, entonces me vi obligado a hacer una transición. Tenía un contrato que me obligaba a correr siete carreras en el año y pude arreglar para disputar sólo cuatro, porque sin apoyo era muy difícil. En julio del 2002, cuando corrí en Argentina, sabía que era mi última carrera, pero no porque yo quisiera retirarme, sino porque me obligaron. Fue muy difícil adaptarme a la idea, sobre todo porque unos meses antes, cuando arreglé todo nuevamente con Ancap, tenía un gran entusiasmo por obtener el quinto Campeonato Mundial, algo que ningún piloto de rally había conseguido.
TRAUMATICO. Fue así como de buenas a primeras el piloto se encontró con una nueva vida en Uruguay. "Fue chocante porque no tenía programado el retiro. Estaba acostumbrado a vivir en diferentes partes del mundo y quedarme en Uruguay sólo de paso, como lo había hecho en los últimos 17 años. Al principio fue traumático, después me fui acostumbrando a recuperar las cosas que había perdido: la familia, los amigos. Le pasa a todos los deportistas que se van. En mi caso me había ido con tanto entusiasmo, con una meta tan firme de ser Campeón del Mundo de Rally, que no me daba cuenta de todo lo que había dejado atrás. Y es al revés cuando volvés".
OFERTAS. Actualmente, Trelles está junto a uno de sus hermanos al frente de la rentadora de autos Europcar, y también es dueño de la pista de kart que está ubicada en el Montevideo Shopping, aunque allí no es muy común encontrarlo. "Hoy estoy integrado absolutamente a esta sociedad, aunque sigo viajando mucho y hasta hoy tengo invitaciones permanentes para volver a correr. Me pasó el fin de semana pasado, cuando volví a ir a una carrera luego de dos años y medio. Después de mi última carrera no había querido ni ir a ver una competencia de rally. No podía. Había salido de mi ambiente de una manera que yo no merecía y me había revelado contra eso. Ese día fui porque la carrera pasaba por la puerta de mi casa en la Laguna, en Punta del Este, y un amigo me invitó a ir. Me encontré con muchos de los pilotos argentinos a los que me había enfrentado tantas veces y la pasé muy bien. Pensaba que me iba a afectar, pero no fue así. Resultó positivo y allí mismo surgieron algunas propuestas. Me tienta volver, pero ya no tengo la cabeza puesta en eso. No es que no quiera volver a correr, pero no lo haría si no fuera al mismo nivel en que lo hice antes y eso con las actuales condiciones económicas es imposible. El automovilismo es un deporte espectacular, pero creo que es el más caro que hay. Todo es en base a publicidad y retorno. Igual me tienta porque para mí no fue un medio de vida, sino una gran pasión. Cuando le dedicás más de 20 años a un deporte y llegás a la cumbre en el último tiempo es muy difícil dejar, sobre todo cuando sabés que sos competitivo.
SATISFACCION. Cuando piensa en la posibilidad de volver se da cuenta que lo que más extraña de su vida pasada son las carreras: "El competir, el estar bajo esa gran exigencia, es lo que más se extraña. Además, yo tenía que dasarrollar los autos con los que Mitsubishi competía en el Campeonato del Mundo. Hacía todas las pruebas y esa fue una gran satisfacción para mí. Mientras yo estuve en esa función nunca se perdió una campeonato y después que me fui, de tres perdieron dos. No es que me alegre, porque Mitsubishi es una marca que está metida en mi corazón, pero eso prueba que el trabajo que hacíamos era muy bueno".
Lo que Trelles no puede extrañar porque los uruguayos no se lo permiten, es el cariño de la gente. Las demostraciones de afecto son constantes, como si todavía siguiera corriendo: "Me doy cuenta que la gente me tiene un aprecio muy especial".
CONTRATO. Su pareja Cecilia y el hijo de ella, Darío, tienen mucho que ver en la nueva vida de Trelles. Gustavo y Cecilia están juntos hace más de seis años, cuando Darío tenía dos y medio. Trelles asegura que en su vida privada se siente muy feliz, y habla con mucho cariño del pequeño, que hoy tiene ocho años. Lo lleva al colegio todas las mañanas y cuenta, orgulloso, que Darío lo considera su mejor amigo, pero tiene una filosofía muy especial sobre el matrimonio y los hijos. "No digo que no me gustaría casarme, pero no está en mis planes. He sido siempre muy claro para todas mis cosas y no me gustaría asegurar que algo es para toda la vida, porque creo que el matrimonio debería ser como un contrato que uno puede renovar, si quiere. Soy católico y si me casara lo haría por la iglesia, pero no estoy dispuesto a decir que es para toda la vida. Uno debería firmar un contrato por cinco años, o por tres, y llegada la fecha si los dos están de acuerdo se puede renovar. Cecilia, sin embargo, nació para casarse y tener muchos hijos, en ese sentido no tiene mucha suerte conmigo. De todas maneras, como ella ya se casó y tiene a Darío no es un tema que le complique la vida. Con los hijos pienso algo parecido, porque son una gran responsabilidad. Siempre tuve claro que no iba a tener hijos. Siempre pensé que no llevaba una vida ni para casarme ni para tener hijos. Hoy mi vida ha cambiado, es cierto, pero hay edades para todo. Respeto a las personas que tienen hijos a los 60, 70 u 80 años, pero no lo comparto. Son edades más para ser abuelos que padres".
CUBIERTAS. Finalmente, reconoció que de los cuatro Campeonatos del Mundo de Rally que ganó, el primero fue el que más disfrutó: "Seguramente porque era el primero, pero también porque lo gané en el último tramo, el último día. Además, influyó que lo ganara con un equipo muy chiquito, frente al Mitsubishi de Alemania, el equipo rey del Rally".
A propósito de lo que le aconsejaría a un joven piloto que esté haciendo sus primeras armas en el Rally, bromeó: "Le diría que se dedique a otra cosa, sobre todo si nació en Uruguay". Luego, hablando más en serio, dijo: "Para dedicarse a esto hay que tener las cosas muy claras y mucha confianza en sí mismo. Si llegás a determinado nivel, el resultado económico es muy bueno, el problema es llegar a ese nivel. El camino es difícil y no te sobra nada. Por ejemplo, la primera vez que fuimos a competir a Europa con Daniel Muzio y Ricardo Ivetich, nos fuimos con unos pasajes a Madrid financiados, que nos dio el presidente de Pluna de aquel momento, el Cr. Conforte. Y gracias al apoyo de Eduardo Planinich, de Dasa, la distribuidora de Ancap. Fui a España porque necesitaba adaptarme a correr en asfalto. Acá corría sólo en tierra y en rally hay que acostumbrarse a correr sobre diferentes superficies: nieve, hielo, tierra, asfalto, barro, de todo. En Madrid alquilamos un apartamentito donde vivíamos los tres y todos los amigos que pasaban por ahí. Salíamos con una camionetita y los amigos nos hacían el auxilio. Como el presupuesto no nos daba, en las carreras que duraban dos días, esperábamos a la primera noche para comprar las cubiertas. Si nos había ido bien las comprábamos, si no, seguíamos con las usadas. Y las primeras carreras en España las fuimos haciendo en base a los premios que íbamos ganando. Hoy pienso en todo eso y me parece que fue maravilloso, pero no fue nada fácil y hay que estar dispuesto a hacerlo".
"...Y eran arenas movedizas"
En 1977, con sólo 22 años, Gustavo Trelles participó en una carrera que lo marcó para siempre. Fue la competencia de rally más larga que se haya realizado: la vuelta a América del Sur. Empezaba en Buenos Aires, pasaban por Uruguay y Paraguay, cruzaban la selva amazónica, se llegaba a Caracas y se bajaba por la cordillera hasta Tierra del Fuego, hasta terminar nuevamente en la capital argentina. Largaron 280 autos, de los cuales terminaron sólo 12 tripulaciones. Una de ellos fue el Ford Escort de Domingo de Vita y Gustavo Trelles. "Hicimos 30.000 kilómetros en 36 días. El pasaje por el Amazonas, de unos 400 kilómetros, fue impresionante. Debimos pasar por las aldeas indígenas y antes de hacerlo la policía nos paró y le quitó las armas a quienes las llevaban. Fuimos pasando en tandas de a cinco autos y veíamos con claridad a los indios mirándonos. Después llegamos a un arenal gigantesco que era imposible de pasar. Estuvimos dos días y medio esperando que nos fueran a buscar unas máquinas orugas. Dormíamos dentro de los autos, se nos terminaron los comestibles y hubo gente que se tomó el agua de los radiadores. Finalmente llegaron las máquinas, nos engancharon y pudimos llegar a Manaos. Volvímos a a civilización después de 12 días".
Muchos años más tarde, en el 90, Trelles fue a correr por primera vez a Africa. El Campeonato del Mundo se definía en Costa de Marfil y si ganaba sería campeón por primera vez. "En ese momento corría con Renault de Francia y fuimos con una gran ilusión. Teníamos todo para ganar pero en plena carrera la rama de un árbol entró por el farol, rompió la batería y se metió en la polea de distribución. Es imposible que te pueda pasar eso, pero nos sucedió y perdimos el campeonato. Después tuve que esperar seis años para ser Campeón del Mundo de Rally".
Pero la historia con Africa no termino ahí. Dos años más tarde volvió al continente verde para el Rally de Kenia. El primer día de competencia vieron una especie de barrito donde les pareció que pasaban sin inconvenientes. Sin embargo, ¡se trataba de arenas movedizas! "Comenzamos a hundirnos; tuvimos que salir por las ventanillas y terminamos parados en el techo del auto esperando que vinieran a rescatarnos. Nunca más volví a Africa, lo que se hacía allí no era una carrera, sino una especie de aventura".