Jorge Savia
La conclusión de la 18ª edición de la encuesta "América y Europa le responden a El País" representa, ante todo, un motivo de orgullo.
Es que el posicionamiento universal de la encuesta es realmente fabuloso, tal como a lo largo del ya extenso camino recorrido desde 1986 hasta ahora, lo testifican hechos que hasta tienen un sabor agridulce.
Todavía está fresco en el recuerdo, ingrato en cierto modo, el enojo de un jugador de primerísima línea, cotizado internacionalmente, como lo es el zaguero paraguayo Carlos Gamarra, porque la elección de Martín Palermo por poquísima diferencia impidió lo que en la cúspide de su trayectoria pareció que podía ser un justo triunfo suyo. Y, de la misma forma, está retumbando en los oídos el —en cambio— gratísimo mensaje que pasó hace poco, personalmente, el representante brasileño de Luiz Felipe Scolari en Curitiba, haciendo saber que el mismísimo "Felipao" manifestaba en casi todas sus comunicaciones desde Portugal su disposición a venir por el trofeo que no pudo recibir el año pasado como consecuencia de su nominación como técnico de la selección portuguesa luego que llevara de la mano a Brasil a la conquista del pentacampeonato del mundo.
La encuesta es eso: un sello de distinción. Una grifa. Unicos. Con un valor agregado que importa mucho: el veredicto de la compulsa ha puesto en la máxima consideración mundial, nombres y figuras que luego de ese reconocimiento, alcanzaron la plenitud de la cúspide universal, transformando aquel resultado de la encuesta de El País en un verdadero pronóstico.
Con dos ejemplos alcanza y sobra: Chilavert fue arquero abonado a la selección ideal de América, muchos años antes de explotar en lo que se constituyó tanto en las Eliminatorias para el Mundial de Francia como en el propio campeonato del 98; y Bianchi fue designado por primera vez como mejor técnico de América, cuando nadie soñaba siquiera con el relumbrón del que se rodeó después con sus gloriosas campañas en Boca.
La reseña no es un pecado de inmodestia, porque esta idea precursora de Raúl Tavani, que a lo largo de casi dos décadas ha vivificado su iniciativa con el sostenido y silencioso esfuerzo propio, pasó a ser también, con el paso del tiempo, un mérito multiplicado por muchos. Es, simplemente, un dato de una realidad impuesta por el apoyo de los más caracterizados periodistas de los cinco continentes y por el interés de los mismos protagonistas, que aprecian ser reconocidos por sus virtudes, aún antes que por la resonancia de sus logros. Es el sello. La grifa en el orillo. Un signo de distinción con la marca El País, que luce en todas partes del mundo.