Hasta mediados de 1995 la carrera como futbolista de Pablo Correa, entonces con 28 años, fue relativamente ordinaria: formado en Nacional, debutó en Primera con la camiseta de Rentistas, tuvo un breve pasaje por Peñarol, luego Defensor Sporting, Wanderers y San Lorenzo. Hasta que, aunque él no lo sabía, un viaje a Francia le cambiaría definitivamente la vida. O como prefiere decir: “Empezó la otra vida”, hace exactamente 30 años.
En la época en que los representantes tomaban cada vez mayor protagonismo en las transferencias de jugadores entre clubes, terminó fichado por el AS Nancy, que por entonces militaba en la Ligue 2 del ascenso francés. Un destino por lo menos atípico en aquel entonces.
Era el único uruguayo de un vestuario que conversaba solo en un francés cerrado. “Porque no era como ahora que la mitad habla inglés y dos o tres en español”, recordó en entrevista con Ovación. Pero el idioma no fue una barrera y se adaptó tan rápido a la ciudad y al club que al año siguiente fue nombrado capitán del equipo: “Yo creo que por mi disposición al trabajo y capacidad de adaptación”.
Tres décadas después, durante las que siempre se mantuvo vinculado de alguna forma al Nancy, se convirtió en leyenda viva del club: “Llegué como un paracaidista, sin hablar francés ni referencias. Con mi señora y nuestros dos primeros hijos, y tuvimos una más aquí. Por eso siempre estaré agradecido a esta ciudad pequeña y muy bonita, de inviernos muy fríos pero con mucha calidez humana, por abrirme las puertas y por el reconocimiento de la gente por lo hecho en el fútbol, que quedará en la memoria de varias generaciones”.
La carrera de futbolista
Sin la posibilidad de debutar en Primera con Nacional, Rentistas lo fue a buscar para pelear el ascenso: “Fuimos campeones de la B, yo salí mejor goleador y en 1989 me vino a buscar Peñarol, el cuadro del que yo siempre fui hincha”, confesó.
Llegó al aurinegro en pleno “quinquenio de los chicos” (1987-1991) y recuerda aquella temporada como “inestable”: “Porque tuve tres entrenadores diferentes: Ladislao Mazurkiewicz, el ‘Cata’ Walter Roque y Roberto Fleitas. Pero en el plantel quedaba gran parte del equipo campeón de América en el ‘87: Diego Aguirre, Dito Da Silva, Marcelo Rotti, el Bomba Villar, Chueco Perdomo. Muchos, muchos”.
Entre tantos, de su paso por Peñarol recuerda especialmente a Juan Ramón Carrasco y Mario Saralegui: “Compartíamos habitación con Mario, una gran persona y con una representación fuerte y grande dentro de la institución, gracias a quien aprendí muchas cosas para el futuro, aunque quizás en ese momento no lo sabía”.
En ese aspecto se detuvo para hacer énfasis: “Yo era muy jovencito, no pensaba en el después de la carrera de futbolista. Pero aquellos intercambios con jugadores como Mario o Juan, de carácter muy fuerte, con mucha jerarquía y experiencia en grandes equipos, que forzosamente es diferente, me dio herramientas que aplico hoy y que muchas veces adquirí sin darme cuenta. Entonces jugar en equipos grandes te permite acercarte a ese tipo de personas que dejan mucha sabiduría”.
Pero si hubo un método de trabajo que ha intentado replicar en su carrera es el de Juan Ahuntchaín, el entrenador que tuvo en Defensor Sporting (1991-93) y que más lo marcó: “Porque es un adelantado en el tiempo. Alguien que comunica poco pero fácilmente”. Que a su entender no quiere decir carecer de “pasión o ganas”, sino la capacidad de transmitir la sabiduría con eficacia para brindarle al jugador “lo que necesita sin llenarle la cabeza con tus precauciones, tus miedos, con información” muchas veces contaminada por los sentimientos del propio entrenador. “Una virtud cada vez más vigente en el fútbol”, opina.
Su arribo a Nancy hace 30 años se dio mediante Carlos Curbelo, exfutbolista uruguayo que había jugado en el club. Se convirtió rápidamente en un referente del plantel, pero pasados los 30 se encontró sin ganas de seguir jugando porque lo motivaron otros desafíos. Y tras una charla con el presidente del club pasó a formar parte del cuerpo técnico que lideró Moussa Bezaz. Aunque por apenas unos meses, porque fracasó e inmediatamente Correa fue nombrado entrenador principal: “Sin diploma pero con la confianza de los dirigentes del club, como era todo en esa época”.
La carrera de entrenador
“En el fútbol, lo único que permite sostener a un entrenador tantos años en el cargo son los resultados. Cuando hay muy buenas ideas, pero no se dan los resultados, los procesos se terminan”, subrayó Correa, que agarró al equipo en los últimos lugares de la Ligue 2, en su primera campaña logró la permanencia, al año siguiente alcanzó el sexto puesto y al siguiente subió a la Ligue 1 como campeón del ascenso.
Rápidamente, como se fue dando todo desde que aterrizó en suelo francés, su nombre quedó grabado en los libros de historia del Nancy porque lideró uno de los cuatro títulos de la Ligue 2 hasta entonces, y 10 años después obtendría el quinto (2015/16).
Pero en la temporada 2005/06, como club de Primera División recién ascendido consiguió uno de los títulos más emblemáticos de la historia del club y, por supuesto, de su carrera como entrenador: la ya extinta (1994-2020) Copa de la Liga de Francia, prima-hermana de la Copa del Rey de España, que se juega en formato de eliminación directa y reúne a todos los clubes profesionales del país. Torneo del que Edinson Cavani es el goleador histórico con 15 goles convertidos para el PSG.
Correa recordó: “El destino quiso que la final sea también contra el Niza, mismo club que el Nancy de Michel Platini le había ganado la Coupe de France en 1978”, el único otro título oficial que obtuvo Nancy en su historia, aparte de los cinco títulos de Ligue 2.
Además, un título que los llevó a jugar la primera y única competencia a nivel continental de su historia: la Copa de la UEFA 2006/07. Eliminaron en primera ronda al Schalke 04 de Darío Rodríguez; clasificaron segundos de un grupo junto al Blackburn Rovers, Feyenoord, Wisła Cracovia y Basel; y perdieron en dieciseisavos ante Shakhtar Donetsk.
Por esas temporadas gloriosas e históricas para el club que dirigía, fue galardonado dos años consecutivos (2006 y 2007) con el premio a “Mejor Entrenador de Francia”, que otorga la prestigiosa revista France Football. “Nosotros aquí le llamamos la biblia del fútbol y para mí fue un reconocimiento enorme porque yo dirigía a un equipo chico, y esas instancias me permitieron, por ejemplo, hablar de tú a tú con Didier Deschamps, del tipo de cosas que nunca hubiera soñado”, recuerda.
Otro de los tantos reconocimientos individuales que recibió en sus tres décadas en Francia fue al “Mejor Entrenador de la historia del Nancy”, en ocasión de los 50 años del club, fundado el mismo año 1967 que nació el uruguayo: “Fijate si será un privilegio y orgullo para mí haber sido elegido, que entre todos los que dirigieron al Nancy también están Aimé Jacquet, entrenador campeón del mundo con Francia en 1998, y Arsène Wenger, histórico del Arsenal”.
El secreto, a su entender, va más allá de elegir titulares y suplentes o definir detalles tácticos, sino de serle fiel a la identidad del club, sus hinchas y la ciudad: “Aspectos que pesan sobre todo en los períodos de pases, al elegir jugadores con la personalidad suficiente para respetar la historia de la región”.
Durante la era Correa al frente del Nancy también pasaron otros uruguayos, de los que él mencionó a Gastón Curbelo (durante su etapa final como jugador), Damián Macaluso, Jonathan Iglesias y Adrián Sarkisian, quien hoy en día es su asistente técnico porque forjaron una gran amistad.
No fueron 30 años ininterrumpidos en el Nancy, pero siempre volvió porque su "residencia principal siempre estuvo" allí. También tuvo pasos breves por equipos menores de Francia, como Évian (2012) y Auxerre (2017-19), y de Bélgica como el Excelsior Virton (2021-22).
Para 2023 volvió a dirigir al Nancy y en marzo de este 2025 logró el ascenso en lo que sería la tercera división (C), es decir que la temporada 2025/26 que está por comenzar jugará de nuevo la Ligue 2 francesa.
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— AS Nancy-Lorraine (@asnlofficiel) May 2, 2025