En Peñarol la victoria calma, pero no conforma al hincha, que quiere otra cosa

Torque vs. Peñarol

AURINEGROS

El equipo volvió a jugar mal, a regalar un tiempo y algo más y eso por momentos desesperó a la tribuna, que mandó el mensaje a tiempo para hacer su parte por el triunfo.

Andrés Cunha pitó el final del primer tiempo y el rugido en forma de canto bajó desde las tribunas Ámsterdam y Olímpica del Estadio Centenario: “¡Carboneeero.... un poco más de hueeevo...”. El hincha de Peñarol ya no aguanta más lo que ve o, mejor dicho, lo que no ve: a un equipo que lo represente.

El fanático de un equipo (mucho más en el caso de un grande) puede perdonar un mal momento, un bajón futbolístico, que se cierre el arco, que no se sumen tantos puntos como los deseados y hasta que se pierda porque el rival fue superior. Lo que no negocia jamás el fiel, el que apoya desde la tribuna, el que cuenta hasta los últimos pesitos para sacar la entrada, es la falta de compromiso.

Ojo, a no sacar conclusiones apresuradas y decir que este plantel de Peñarol no se entrega, porque no parece ser ese el tema. Cachila Arias se tira a los pies del rival, quita el balón y se va hacia adelante tratando de empujar a sus compañeros; Edgar Elizalde se esfuerza al máximo para barrerse y evitar un ataque peligroso; Matías Aguirregaray trepa por la derecha y manda centros; Damián Musto corre a todo el que puede, siente un tirón e igual sigue en cancha porque no es momento de dejar a los compañeros tirados; Pachi Carrizo baja, va por el medio, se lanza por la banda izquierda, se muestra, encara y trata de ser incisivo; y el canario Martínez pelea lo que puede allá arriba, aislado, tratando de romper el maleficio de la falta de gol. Y lo logra, precisamente por haberla luchado porque el tanto no provino de una jugada elaborada.

El ruego de la tribuna es porque el mensaje que mandan los futbolistas desde el campo es desesperante. Hay gestos de frustración, esos que cualquiera que juegue aunque sea al fútbol 5 conoce bien de discutir porque alguien no la pasó o porque lo mató con lo lejos que le dejó la pelota.

Desde la cancha queda la sensación de que los futbolistas no son conscientes del peso de la historia de la camiseta que llevan puesta, porque de hacerlo solo con eso deberían doblegar a los rivales. Mauricio Larriera hace variantes, pero le sigue costando lograr un al menos correcto desempeño. Ya no es cuestión que el equipo regala un tiempo: ahora entrega parte del segundo también.

Los hinchas cantaron, alentaron y contagiaron al equipo. Hicieron su parte, porque el mensaje llegó justo a tiempo para conseguir ese gol y esa victoria que puede cambiar el ánimo y hasta el curso del aurinegro en el Apertura.

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