Por Pablo Cupese
La fiebre mundialista de Sudáfrica 2010 seguía en el aire. El título de la Copa América en Argentina estaba al caer, pero a poco más de 7.500 kilómetros de Montevideo, un grupo de jugadores iba a quedar marcado. Un grupo de jóvenes, muy jóvenes, al punto que eran menores de edad. El grupo era la selección Sub 17 de Uruguay que llegó a la final del Mundial 2011 en México y que integraba Juan San Martín, el protagonista de esta historia.
“Para un joven de 17 años vestir la camiseta de su país y llegar a representarlo como hicimos nosotros en aquel momento fue increíble. Estábamos viviendo un sueño, estábamos en las nubes, y lo digo por mí y creo que por el 95 o 98 por ciento de mis compañeros”, confesó San Martín en diálogo con Ovación.
El futbolista que llegó a esa Copa del Mundo como jugador de Peñarol fue clave porque terminó poniendo el 2-0 de un triunfo por 3-0 ante Brasil que depositaba a la Celeste en la definición: “Poder hacer el gol que nos dio esa tranquilidad -porque se notó que Brasil, técnicamente, ahí después se murió- fue increíble. Hasta el día de hoy veo el video del gol y me emociono porque son momentos que no van a volver. Son cosas que van a quedar para toda la vida”.
Eso sí, la alegría no fue completa porque en la final los dirigidos por Fabián Coito cayeron 2-0 ante México, aunque lograron un vicecampeonato muy importante.
Ahora, la pregunta es: ¿Qué pasó con Juan San Martín tras esa Copa del Mundo? Y es que ese torneo puede estar en la retina de varios, pero su carrera luego dio pasos que lo hicieron alejarse de los flashes, un poco por decisión propia y otro poco por lo hecho por ajenos.
A la vuelta del torneo, San Martín logró otro mojón en su carrera: entrenar con la Primera de Peñarol. Allí jugó un torneo de verano y enseguida una situación cambió todo.
Tanto él, como Elbio Álvarez, Jim Morrison Varela y Gianni Rodríguez tenían un pasaje en mano para ir a firmar con el Benfica de Portugal. “Esto fue un negocio, digamos así, del grupo Casal. Vinimos por una renovación de Maxi Pereira en Benfica, él renovaba y veníamos nosotros para acá”, recordó San Martín.
¿Por qué dice “para acá”? Porque San Martín lleva 11 años en Portugal, llegó y salvo algún semestre en Uruguay y Ecuador, no se movió de un país del que se enamoró y en el que hoy formó su familia, pero volvamos a su arribo a uno de los grandes del fútbol luso. “Yo tenía 17 años cuando arribé a Portugal. Llegué el 6 de enero y cumplía 18 el 20 de enero”, confesó y eso también hizo las cosas un tanto cuesta arriba.
Como si ese detalle fuera poco, se fue de Uruguay sin poder cerrar un ciclo que hoy añora y que le hubiera gustado completar. “Era uno de los más grandes de Europa pero mi sueño siempre fue jugar en Peñarol, yo desde niño siempre fui hincha, fanático de Peñarol, tengo un tatuaje del club y me arrepentí porque sé, y hasta el día de hoy tengo esa espina, de que si me hubiera quedado ese año hubiera debutado de forma oficial en Peñarol”.
San Martín remarca que su arrepentimiento no fue ir a Benfica, sino que fue irse de Peñarol porque creía que todavía tenía para dar más en el club de sus amores.
“Mucha gente piensa que se viene a Europa y tiene una vida de reyes y no es así. Yo también he pasado malos momentos por culpa mía más que nada, por no saber gestionar mi carrera y mi dinero, pero sé que hay otros que vienen para acá y no ganan lo suficiente para poder vivir y desde el arranque es muy difícil”.
Y allá se fue. Todavía siendo menor de edad llegó a un club que le dejó en claro cómo eran las condiciones: alternar en entrenamientos con el plantel principal, pero jugar con el equipo B. Lo aceptó y lo asumió con responsabilidad, sin dejar de disfrutar que entrenaba todos los días con cracks: “En aquel momento llegué a entrenar con Pablo Aimar, Enzo Pérez o el Tacuara Cardozo”, recuerda.
Aunque, otra vez aparecieron los problemas. “Hice solo un partido en el Benfica B y después no tuve minutos por otras cuestiones que no eran deportivas o no me tocaban a mí. Eran situaciones que tenía el Grupo Casal con Benfica y repercutían en nosotros”.
Este tipo de situaciones hicieron que incluso tuviera un pasaje por el fútbol uruguayo, en Central Español en 2014: “Hubo una pequeña falta de comunicación, por así decirlo, con la gente que me representaba, me querían dar a préstamo y estaban todos los mercados cerrados y de los pocos abiertos que había era la Segunda División de Uruguay y fui a Central”.
“Fue una linda experiencia. No jugué mucho por culpa mía más que nada porque no estaba muy enfocado. Fue difícil a esa altura para mí volver a Uruguay después de algunos años afuera, era joven y mi familia siempre me apoyó y siempre estuvo, pero no tenía a nadie que me acompañara o que me apoyara en ese momento en cuestión de carrera deportiva, que me supiera guiar un poco y me perdí”, sentencia San Martín.
Uno de los recuerdos más lindos que guarda San Martín de esa época es cómo lo recibieron los uruguayos del Benfica: Maxi Pereira y Jonathan Urretaviscaya.
“No tengo palabras para describir lo que fue Urreta. Nunca pensé que tuvieran un corazón tan grande y la humildad de recibirme de la forma que me recibieron. Yo llegué y los primeros dos o tres meses me quedé en un hotel. Como no tenía casa todavía, Urreta pasaba a buscarme para ir a entrenar en la puerta del hotel y me dejaba en la puerta del hotel. Tenía que hacer un desvío bastante grande para pasarme a buscar y él iba. Yo me vine con mi madre para que me acompañara, y Urreta dejaba de descansar muchas veces, o perdía de su tiempo para llevarnos a conocer, y lo mismo con Maxi que nos invitaba a su casa o que incluso me prestó un auto cuando yo no tenía”, sostiene el delantero.
La carrera de San Martín tiene pasaje por muchos clubes de Portugal como Farense, Louletano, Olhanense, Esperança Lagos, Cova Piedade, Moncarapachense y Union Santarem. Este último fue el que defendió hasta hace unos meses, previo a volver a Lisboa donde se encuentra la familia de su esposa y donde tiene la ilusión de volver a jugar al fútbol. Volver al Real Massamá (Tercera División) es su objetivo y por estas horas intenta cerrar un vínculo.
Ante la consulta de por qué quedarse tanto tiempo en Portugal, indicó: “Solo las personas que vienen a conocer Portugal me podrían entender. Tienen comidas maravillosas, tienen climas increíbles, las personas tienen un carisma gigante, y este tipo de cosas me fueron cautivando para que me quedara”.
Pero el espíritu luchador de San Martín tuvo que volver a salir en 2020. “Estaba en Olhanense, un club histórico, pero que venía pasando momentos económicos muy difíciles. El club tenía una apuesta para subir, pero teníamos muchos salarios en atraso y eso mentalmente me jugaba en contra”, indicó.
“Acá en Portugal hasta tres meses pueden no pagarte y si los alcanzan te tienen que pagar todo el contrato y ellos nunca dejaban que llegaran los tres meses, pero te pagaban un mes o medio mes y fue muy difícil. Llegamos a la definición para subir y nos prometieron un dinero, en el último partido perdimos y la persona que era responsable de pagar desapareció. Hasta el día de hoy no cobré esa plata y tengo un proceso abierto en tribunales”, repasó.
“Mi situación económica era muy complicada. Gastaba mucho dinero para ir a entrenar y con mi mujer teníamos casa para pagar, autos para pagar, cuentas y fue ahí que caí, que toqué fondo. Estuve, sin mentir, siete u ocho meses sin dormir”, explicó.
“Para cambiar de aire firmó por Esperança Lagos, pero no había caso: iba a los entrenamientos sin dormir, iba a los partidos sin dormir. No dormía, no tenía hambre, pero en cancha andaba bien, llevaba ocho goles en siete partidos, pero internamente algo me pasaba”, recordó.
“Y fue mi mujer que me dijo, ‘no, a vos te pasa algo, anda a un médico porque a vos te pasa algo. No puede ser que yo me levanto a las siete de la mañana para ir a trabajar y vos estás sentado en la cama’. Y tenía razón, ella se dio cuenta que algo pasaba. Tenía un humor terrible que nadie podía hablar conmigo porque respondía de mala forma o no quería hablar. Muchas veces discutía con ella por estupideces y ese tipo de actitudes a ella la cansaban y nos perjudicaban a los dos”, agregó, pero hubo un hecho que lo hizo finalmente entrar en razón: “La gota que rebalsó el vaso fue el día que me dormí manejando y tuve un accidente. Ahí fui a un médico y me dijo que lo que tenía era un cuadro de depresión. Tenía que ir a un psicólogo y tratarlo porque era complicado. Fue ahí donde nos dimos cuenta que era eso porque no teníamos idea y yo tampoco me imaginaba que podía ser algo de eso”, sentenció.
Hoy el delantero Juan San Martín disfruta de su familia, de su hijo y a los 29 años tiene ganas de seguir jugando al fútbol, el que, con altibajos, siempre lo acompañó.