El hito de Fénix

Fénix consiguió el miércoles pasado mucho más que su histórico primer triunfo en la Copa Libertadores ante el Cruz Azul de México. Pero por encima de todo probó la vigencia internacional del fútbol que pregona Carrasco, demostró que se puede jugar bien como mejor forma de obtener resultados y generó en la gente la mayor alegría que el fútbol les trasmitió en los últimos años. No había más que ver las caras en el Franzini para darse cuenta.

Nuestro fútbol se ha visto en los últimos años signado por el temor y las precauciones. Más allá del equilibrio deseable que debe imperar entre el potencial defensivo y el ofensivo, las más de las veces se rompe el mismo en favor de la capacidad defensiva. Se deteriora así la confianza en las propias fuerzas y el hábito de buscar en la capacidad ofensiva la forma de superar a los rivales.

Si la tradición dijo de la gran capacidad de nuestros futbolistas para jugar de contragolpe ante rivales de jerarquía, la falta de convicción creó la costumbre de hacerlo ante todo contrincante. Se hizo cada vez más notoria la falta de condiciones para ser protagonistas, atacar con eficacia. Llegamos a mudar lo que siente el jugador ante un estadio lleno de gente que lo apoya. Antes era un estímulo que se sumaba a la capacidad futbolística para conseguir resultados. Hoy presiona.

Carrasco cambió la mentalidad de sus jugadores. Es mucho. Somos de la idea de que los mayores problemas de nuestros futbolistas radican en ese rubro. Los convenció de que se puede ir al Estadio a atacar a los grandes, jugarles con tres puntas y un enlace, apenas con dos volantes, hacerles partido, superarlos futbolísticamente, aunque a veces no se dieran los resultados y no por falta de méritos. Nos devolvió al Ligüera que fue promesa en Nacional. Dio con la ubicación y la función, le devolvió la confianza y lo hizo el eje del equipo. Eligió buenos jugadores. Fue el club que jugó el mejor futbol del año, goleador, obtuvo la Liguilla merecidamente, hizo notable puntaje anual.

Restaba saber si la propuesta que demostró ser válida ante los grandes servía en la Copa, si tenía vigencia internacional. Ante Corinthians, en la segunda etapa, se vio que sí. Se pudo empatar ante un grande de América. En el primer tiempo varios sintieron el peso de jugar su primer cotejo de Libertadores, compromiso histórico. Lo de La Paz no cuenta porque no es normal. Pero terminó cerca del empate más allá de la altura. Faltó Ligüera entonces.

La ocasión era ante Cruz Azul. No venía bien. Pero tenía jugadores que ganaron a Boca en la Bombonera en la final del 2001. Tras flojo primer tiempo, Carrasco sacudió a todos en el intervalo y consiguió ese complemento memorable, con cinco goles que pudieron ser ocho, excelente juego colectivo y tremenda capacidad goleadora.

Lo más importante fue ver la felicidad de la gente que se reencontró con el fútbol bien jugado de las mejores épocas, con el afán de dar espectáculo, con la ambición de golear sin caer en la especulación, con cambios que quisieron más tantos en vez de asegurar el partido.

Uno podrá discrepar con algunas cosas de Carrasco. Pero cabe aplaudir antes que nada su convicción profunda claramente trasmitida al plantel y su inclaudicable compromiso con el fútbol bien jugado y la vocación ofensiva. Felicitaciones.

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