La decisión final del gobierno de dar marcha atrás con los cambios en el pasaporte era la única solución responsable. La gran duda es por qué al canciller Lubetkin le llevó tanto tiempo reconocer el error, y hacer lo correcto. Ignorar el problema, o tirar el fardo para que lo resuelvan países como Francia o Alemania, que tienen algunas otras prioridades de política exterior, era infantil, por decir lo menos. Un arranque complejo de gestión para Lubetkin, que queda con amarilla.
Lubetkin con amarilla
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