Volantazo al autoritarismo

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El gobierno del FA asumió hace seis días, pero ya nadie duda de que aquella previsión indulgente de que no cambiaría nada fue un gran engaño.

Las primeras declaraciones del canciller Lubetkin pueden describirse como mucho más que un giro a la izquierda: parecen lo del título.

Días antes de asumir, intentó equilibrar posiciones en el conflicto de Medio Oriente señalando que había recibido a una delegación de familiares de secuestrados israelíes, pero también a “los principales embajadores de países árabes, entre ellos Palestina”. Pareció olvidar que Palestina no es un país, fundamentalmente debido al grupo terrorista que sojuzga a ese pueblo, que se ha negado sistemáticamente a la solución de dos estados y predica el exterminio del pueblo judío.

En la oportunidad se refirió también a lo que llamó “intercambio de rehenes”, cuando, como bien ha dicho la periodista Ana Jerozolimski, “Israel no tiene rehenes, tiene terroristas presos, mientras que los terroristas tienen secuestrados. Hay un abismo entre unos y otros”.

Esta semana, el canciller volvió a sorprender con un nuevo posicionamiento de nuestro país en su relación con la dictadura de Nicolás Maduro. En vez de sumarse a las naciones democráticas que, como la nuestra hasta el 28 de febrero, reconocen a Edmundo González Urrutia como presidente legítimo de Venezuela, Lubetkin instala un curioso concepto de neutralidad, que pone al Uruguay a la misma distancia del demócrata que del dictador. Señala que “no podemos ser la Corte Electoral de Venezuela”, como si no fuera más que evidente el fraude perpetrado y el régimen que mantiene a Maduro en el poder con base en persecución, censura, torturas y desapariciones.

La curiosa lógica del canciller parece ser la misma: mostrarse equidistante en un mundo que exige, en cambio, tomar posiciones firmes contra la prepotencia autoritaria.

¿Qué quedará en este gobierno de un presidente como Lacalle Pou, que le había expresado su condena al dictador Maduro en la cara, en una cumbre de presidentes que catapultó el prestigio internacional del uruguayo? ¿Qué quedará de su apoyo a Ucrania frente a la salvaje invasión rusa? ¿Qué quedará de su posicionamiento firme contra Alberto Fernández, para que el Mercosur dejara de ser un lastre, con este canciller de ahora que pide más inserción en el bloque regional, en el mismo momento en que Javier Milei coquetea con hacerlo volar por los aires?

¡Vaya si estaremos ante cambios dramáticos entre el gobierno anterior y este!

Las declaraciones de Lubetkin sobre Venezuela no quedaron en esa neutralidad insípida, fueron más allá. Manifestó que “nosotros no somos nadie para decir ‘usted ganó las elecciones’; nosotros lo que podemos decir es ‘por ahí no’ y que ojalá se hagan elecciones de vuelta”. Difícil imaginar la irritación que provocará esta mera expresión de deseo en un uruguayo valiente como Washington Abdala, quien desde su posición de embajador uruguayo en la OEA supo expresarse fuerte y claro por una máxima presión internacional para derrotarla.

El canciller remarca que Edmundo González vive en Madrid pero que “España no lo ha respaldado formalmente”, como si fuera un mérito que el radicalizado Pedro Sánchez se mostrara benevolente con tiranías de izquierda. También usa una deleznable ironía para referirse a Juan Guaidó: “existió un señor que se llamó Guaidó, quien autoasumió el cargo de presidente de Venezuela. ¿Dónde está Guaidó?”. Estaría bueno responder a Lubetkin que Guaidó se encuentra exiliado en Estados Unidos en calidad de refugiado, porque si pisa su país pesará sobre él la misma suerte que sufren miles de compatriotas encarcelados, torturados y asesinados.

Para colmo el canciller lanza la especie de que tuvo “acusaciones de robo de fondos de lo que le dio Estados Unidos”, haciendo suya la versión de la corrupta fiscalía general madurista, que le colgó al cuello denuncias de traición a la patria y todo tipo de delitos. No hay que extrañarse de que Lubetkin se haga eco de tamañas calumnias. Alcanza con recordar que otra connotada dirigente frenteamplista declaró hace un tiempo en el programa de Emiliano Cotelo que “María Corina Machado es agente de la CIA”. Esto es lo que nos espera, uruguayos.

A esto llega el deterioro republicano de un país como el nuestro, que siempre ha sido ejemplo internacional en la defensa de los derechos humanos. Lo que se viene: volver a hacernos amigos de los peores de la clase y sumarnos a las campañas de enchastre contra admirables luchadores por la libertad.

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