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Unesco, periodismo y libertad

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Esta semana, Uruguay ha sido el centro de la inquietud global sobre la situación del periodismo.

Es que está teniendo lugar en nuestro país la conferencia de la Unesco sobre Libertad de Prensa, que ha atraído a más de 3 mil personas de todo el mundo, para discutir sobre el presente y el futuro de esta profesión central para cualquier sistema democrático.

Este evento contó con la presencia del presidente Lacalle Pou, quien esbozó un discurso monolítico sobre la libertad irrestricta al ejercicio del periodismo profesional, y la necesidad de que los poderes públicos se abstengan de regular sus contenidos. Vivimos en tiempos donde este principio, tan obvio y claro hace solo unos años, está siendo puesto en jaque por políticos sin escrúpulos institucionales. Pero también por sociedades infantilizadas al extremo, que parecen no poder tolerar no ya solo opiniones, sino información que contradiga su forma de ver el mundo.

También estuvo muy activo en el encuentro el ministro de Educación, Pablo Da Silveira, cuya cartera fue coorganizadora del evento el cual, de acuerdo a todos los presentes, sobresalió en materia de organización y funcionamiento.

Da Silveira no esquivó el bulto de hablar de uno de los grandes desafíos que vive hoy esta profesión, y que estuvo incluido en el eslogan principal del encuentro: “periodismo bajo asedio digital”. Esto no significa demonizar la transformación digital del consumo de información, un fenómeno en apariencia inexorable, y que tiene muchas aristas positivas. Sobre lo que alerta ese “claim”, y que fue específicamente mencionado por Da Silveira, es la situación de fragilidad económica que atraviesan la mayoría de los medios del mundo en medio de esta explosiva transformación digital. Y que es agravado de forma exponencial por el acaparamiento de hasta el 80% de la publicidad digital por parte del “duopolio” de las empresas Google y Facebook. No se trata solo de que acaparen la publicidad digital en base a brindar un mejor servicio, dentro de las reglas de un sistema capitalista. El problema es que estas empresas han generado ecosistemas en materia publicitaria, donde controlan todas las etapas de proceso, impidiendo la sana competencia, y logrando cuotas de mercado absurdas.

El ministro Da Silveira no esquivó el bulto de hablar de uno de los grandes desafíos que vive hoy esta profesión, y que estuvo incluido en el eslogan principal del encuentro: “periodismo bajo asedio digital”.

Como si fuera poco, estas empresas explotan comercialmente los contenidos de los medios tradicionales y periodistas profesionales, sin pagar a los mismos por ese uso comercial de bienes ajenos. Es por esto que hay un movimiento a nivel global para que los estados impongan a estas empresas la necesidad de negociar con los generadores de contenidos un pago razonable por ese uso injusto. “Se trata de un problema global, que requiere una solución global”, decía Da Silveira. Y una solución de este tipo está en marcha, luego de que Australia abriera un camino, seguido luego por varios países europeos, a los que seguirán en breve Estados Unidos y Canadá. ¿Y Uruguay?

Lo que mucha gente no quiere asumir es que este estado de debilidad actual de la prensa, es altamente negativo para la democracia. Al fenómeno de polarización que generan las redes y plataformas, se suma la decreciente profesionalización del periodismo, lo cual le impide cumplir su rol central de ser contrapeso del poder, político, económico, empresarial, sindical. Con periodistas mal formados, mal pagos, con empresas periodísticas débiles, quienes festejan son quienes buscan abusar de su poder.

Pero hubo un episodio sorpresivo en medio de este evento. Un informe de Reporteros Sin Fronteras, en el que Uruguay habría caído 26 puestos, quedando por debajo de países como Burkina Faso, Guyana o Argentina. Algo que la entidad atribuyó a un “cambio de metodología” que resulta incomprensible y agraviante. Sobre todo, teniendo en cuenta la realidad en el terreno que cualquier periodista conoce. En Uruguay no hay amenazas serias a ningún periodista, cosa que lamentablemente no es la norma ni en la región ni en el mundo.

Casi tan incomprensible y agraviante como que varios periodistas uruguayos hayan replicado esa información de manera frívola y mal intencionada. Alcanzaba con caminar unos pasos en el Centro de Conferencias de Punta del Este, conversar con algunos colegas e interiorizarse de lo que viven en sus países, para darse cuenta del nivel de frivolidad de quienes denuncian que en Uruguay se habrían deteriorado las condiciones para ejercer el periodismo. Quienes eso hacen, en el fondo muestran la gravedad del impacto de esta coyuntura en el nivel y la calidad del periodismo uruguayo. Y la urgencia de tomar medidas que logren devolverle algo de su brillo perdido.

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