¿Una nueva Argentina?

Siempre es difícil seguir la actualidad política argentina y saber separar bien la paja del trigo de lo relevante que allí está ocurriendo. Sin embargo, la tarea es imperiosa cuando accede a la presidencia un fenómeno como el de Milei, y cuando el vecino país vive tiempos de transformaciones tan importantes y que tanto afectan a toda la región.

Recordemos algunos datos centrales para el análisis: Milei alcanzó la presidencia con la mayoría en balotaje más amplia desde que esa elección existe en Argentina; su partido no cuenta con mayoría propia en el Parlamento para poder aprobar las leyes que requiere la agenda presidencial plebiscitada por el pueblo en diciembre; y en un sistema federal, los gobernadores de las provincias son factores de poder sustantivos que tienen su propia legitimidad de origen obtenida en votación mayoritaria en cada uno de sus feudos. Además, el partido de Milei no obtuvo triunfos propios en las gobernaciones provinciales, si bien pueden encontrarse afinidades personales o alineamientos políticos entre algunos gobernadores y el presidente.

Hay que tener presente también algo sobre lo que, desde esta orilla, cuesta mucho terminar de asimilar por la riqueza de siempre de nuestro vecino: Milei recibió una Argentina totalmente fundida. No solamente los índices sociales eran calamitosos en diciembre de 2023: casi la mitad de la población por debajo de la línea de pobreza, 10% de ellos indigentes, y con dos de cada tres niños pobres. Sino que la economía estaba completamente quebrada: al borde de la hiperinflación, con todos los precios relativos trastocados, importaciones paralizadas, reservas de divisas negativas, riesgo país altísimo y por tanto sin financiamiento internacional a mano, un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional roto y, por si todo esto fuera poco, con una decisión judicial internacional de pago de unos 16 mil millones de dólares por causa del desastre del proceso de estatización de YPF.

En este contexto, el movimiento presidencial fue de vértigo. A mediados de marzo y muy cercanos ya a que se empiece a liquidar una cosecha récord con un dólar a precio sincerado, parecería ser que Argentina salió de la angustia de vivir con la amenaza de una anarquía social y económica con consecuencias propias de una guerra civil. En este sentido, el planteo refundacional de mayo que Milei hizo al Congreso la semana pasada, puede incluso ser tomado como una oportunidad de encaminarse hacia una salida política de acuerdos con los actores sustantivos que son los gobernadores, y de hacerlo respetando el signo general de liberalización económica para el cual fue electo el presidente.

Las consecuencias de todo este proceso de cambios que lleva apenas tres meses son muy importantes para la región. Para empezar, porque Argentina dejó de seguir a Brasil: no solamente por causa de las diferencias ideológicas evidentes entre Milei y Lula, sino porque el rumbo en Buenos Aires está marcado por una voluntad de alianza estratégica clave con Estados Unidos y con Israel. El Lula de Brasil, por el contrario, juega el partido del liderazgo de la izquierda populista continental; critica a Israel y se solidariza de hecho con Hamas, al tomar como buena la versión de ese grupo terrorista de lo que ocurre realmente hoy en día en Gaza; y pretende jugar en las grandes ligas mundiales como un aliado del principio ruso de la multipolaridad internacional.

Para seguir, porque la estabilización de la economía argentina empieza a tener consecuencias para Uruguay: los cambios en las reglas de juego en el mercado inmobiliario argentino, por ejemplo, empiezan a hacer nuevamente atractivas las inversiones de ese tipo en Buenos Aires, y con eso se reabre una competencia directa con Punta del Este; el encarecimiento en dólares de los productos en venta en Argentina terminará con el éxodo periódico de uruguayos comprando de todo en el vecino país, y así se dará respiro a nuestro comercio que tanto sufrió sobre todo en el Litoral; y una economía vecina más normal podrá nuevamente encaminar exportaciones uruguayas hacia ese destino.

Para terminar, porque todo este panorama rompe radicalmente con el encierro que primó en el Mercosur en todos estos años. Ya tuvimos la excelente noticia de la aceptación argentina del dragado a 14 metros para el puerto de Montevideo. Si, además, junto con Buenos Aires, Montevideo logra abrir la región a acuerdos de libre comercio con potencias mundiales, el cambio será histórico. Estaremos ante una nueva Argentina.

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