Por estas horas, el país asiste con sabia lejanía a una polémica tan pasional como estéril. Mientras que el gobierno saliente está decidido a firmar la concesión de obras para desarrollar el llamado proyecto Arazatí, la oposición a punto de asumir, denuncia a grito pelado que es todo un desastre. Y suma el apoyo de “150 organizaciones” que confirman que, si ese proyecto se realiza, el Uruguay poco menos que se suicida.
¿De qué hablamos cuando nos referimos a este proyecto? Pues se trata de algo que flota en el ambiente desde hace décadas, que es blindar al país en materia de acceso a agua potable de calidad, en especial a la región metropolitana. Desde hace años que se alerta que todo el consumo de agua potable de la capital y zonas aldeañas, se nutre de una sola fuente, la cuenca del río Santa Lucía. Y que si algo allí sucede, puede sobrevenir una catástrofe.
Y no es algo tan disparatado, como vimos hace apenas un año, cuando la feroz sequía que afectó al país tuvo a toda la región metropolitana bebiendo agua salada.
Pues bien, una consultora israelí con la mayor idoneidad recomendó hacer este proyecto que ahora se plantea. Y un consorcio de las principales empresas constructoras del país planteó su concreción y un financiamiento razonable, por lo que el gobierno está decidido a firmar.
¿Por qué hay tanta oposición?
Desde el lado de las famosas 150 organizaciones, alcanza ver un poco quiénes son para darse cuenta de la naturaleza de su oposición. Hay allí grupos tan idóneos en la materia como “Clan Gubaitase Charrúa”, “Budismo Comprometido”, “Charrúas Oipik Udimar”, “Poetas del Oeste” o “Ukay Guidaí Charrúa”, y Consejo de la Nación Charrúa. Sí, al parecer hay cuatro organizaciones charrúas en el país, y las cuatro se oponen al proyecto hidráulico.
Aclaran un poco el panorama otros nombres, como FANCAP, Federación de Funcionarios de OSE, o FUCVAM. O sea, grupos satélites del Frente Amplio, de esos que siempre se oponen a todo lo que no venga directamente del Frente Amplio.
Todos estos grupos se escudan en sensibles argumentos ambientales para oponerse a un proyecto que todo el que más o menos entiende del asunto, admite que es imprescindible para el país. Pero cuando se les pide elementos concretos de cuál sería el riesgo ambiental, lo único que logran esbozar es que un lago de agua algo salubre, ubicada sobre el acuífero Raigón, es algo altamente peligroso. ¿Por? Vaya uno a saber.
Lo curioso es que todos estos grupos no dicen nada de que una parte del país no cuenta con saneamiento básico, por lo que las deposiciones que escapan de los pozos negros de todo el país, suele ir directo a las capas freáticas. Curiosa doble moral.
Pero más allá de este proyecto, en particular, y la creciente existencia de gente que cultiva una visión de la ecología donde el ideal parece ser volver a vivir en la edad de piedra o cuando vivían los charrúas en el país, esto es síntoma de un problema bastante más profundo.
El tema es que hay cuestiones técnicas como esta, donde no vale lo mismo la opinión de expertos al de gente bien intencionada, pero que se informa a través de videos de youtube y blogs alternativos.
Que ante un problema como el que enfrenta Uruguay en materia de agua potable, no puede haber tantas posturas diferentes. Todo se debería reducir a llamar a 2 o 3 de los principales expertos globales, pagarles lo que haga falta, y seguir sus recomendaciones. Punto.
Y algo de eso se intentó hacer en este caso, como en otros que ha generado similar reacción de revuelta de algunas personas.
Pero no puede ser que vivamos en un país donde hasta las cuestiones más básicas siempre terminen generando un choque a lo Nacional-Peñarol, totalmente inconducente. Y que termina derrochando energías y recursos que tanta falta hacen en otro lados.
Y aquí hay que decir que la dirigencia del Frente Amplio, en este caso como en otros, tiene más responsabildad que todos los charrúas del país juntos. Es que un partido que ha sido, y volverá a ser gobierno en breve, no puede sumarse a cualquier escándalo con tal de lograr sumar cuatro votitos más. Ellos ya padecieron este problema en otros casos y saben lo engorroso y absurdo que es tener que estar justificando cosas, ante gente que hace de la propuesta y la oposición a todo, su forma de vida.
El país tiene que avanzar, y para ello hay que hacer obras y mejorar la vida de la gente. Hay que escuchar a todos, pero al final del día, hay que tomar decisiones y ejecutar.