En este primer semestre de gestión, el gobierno frenteamplista no ha parado de recular en chancletas. Primero hacen un anuncio estentóreo y refundacional, y tras un período variable de críticas opositoras, denuncias periodísticas y tímidas justificaciones, terminan dando marcha atrás, con la consiguiente pérdida de tiempo, recursos y credibilidad.
Solo durante este mes contabilizamos cinco (puede haber más):
1. El anuncio de un gran show popular que costaría un cuarto de millón de dólares para celebrar el centenario del Palacio Legislativo, muy al estilo Cosse, que terminó comprensiblemente echándose para atrás.
2. La publicación de un documental sobre la declaratoria de la independencia con un dato inexacto, el que debió ser eliminado de la pieza tras la aclaración formulada por legisladores colorados.
3. La marcha atrás con la peregrina idea de controlar la asistencia de estudiantes liceales mediante cámaras de control facial, como las que se usan en el estadio para detectar delincuentes.
4. El cese de un jefe de policía del interior, que se dedicaba a la propaganda político partidaria.
5. La “desinvitación” del ministro argentino Federico Sturzenegger, que iba a dar una charla en el Banco Central para divulgar su brillante labor desreguladora, pero no pudo hacerlo por críticas proferidas desde la inefable revista Caras y Caretas.
Por si esto fuera poco, se agregó otra perlita al curioso documental de Presidencia en conmemoración del 25 de Agosto. Usando y abusando de los recursos de Inteligencia Artificial -para desgracia de los actores y técnicos de nuestra industria audiovisual- recrearon aquella declaración de independencia cambiándole el atavío a Juan Francisco Larrobla: convirtieron su humilde sayo de sacerdote en elegante traje y corbata. Quien denunció el engaño fue el cardenal Daniel Sturla, manifestando su comprensible hartazgo por otro mensaje más de desprecio por los valores y personalidades de la Iglesia.
Sin embargo, aquellas no fueron las únicas contramarchas en apenas medio año de gestión.
Haciendo una enumeración somera, tenemos las renuncias de una ministra de Vivienda que no pagaba tributos por su propia morada, la de un colono indebidamente designado para dirigir el Instituto del que era beneficiario, la de una jerarca de la ANP afecta al clientelismo más desembozado. Y se podría agregar también el cierre de la Biblioteca Nacional, anunciado al principio con orgullo y luego desandado en puntas de pie, o la genialidad de excluir el dato de lugar de nacimiento del pasaporte, que obligó al estado a rehacer a su costo 17.000 documentos.
Parece mucho, demasiado. No resulta peregrino pedir al gobierno que revise los procesos de generación, implementación y difusión de sus ideas. No solo pierden tiempo ellos sino que se lo hacen perder al país, justo en un momento de imprevisibilidad internacional que demanda más que nunca propuestas claras, firmes y asertivas.
Por si fuera poco, ahora nos enteramos de que en el marco del Día de los Comités de Base, el subsecretario de Economía y Finanzas Martín Vallcorba admitió abiertamente que el programa del Frente Amplio es “impagable” y “no se puede hacer”, tal como informó Búsqueda en el día de ayer.
Un militante le hizo notar que “tenemos un programa que discutimos tres años y que para nosotros, frenteamplistas, que somos los que ponemos las caras todos los días golpeando la puerta a los vecinos y diciendo ‘vamos a hacer tal cosa’, se tiene que cumplir. Lo mínimo, por lo menos el programa. Pero hoy vemos a compañeros con responsabilidades grandes de gobierno que hablan de que el programa es una guía”. La alusión es nada menos que al presidente Orsi, quien dijo eso explícitamente, desentendiéndose de las aristas más radicales y demagógicas de dicho compromiso.
La respuesta de Vallcorba fue de una franqueza inquietante: “Cuando se votó el programa del congreso, ya sabíamos que si pensábamos que era para un período de gobierno, estábamos razonando mal. Porque es impagable, es imposible de pagar” debido a que “te lleva cinco o seis puntos del PIB”. Lo gracioso fue que ni siquiera le cargó la culpa de las promesas incumplidas al gobierno anterior: “Y no porque la situación hoy sea peor de la que nos imaginábamos. En la situación que conocíamos con los datos que teníamos en el momento del congreso, no había chance. Nadie podía pensar que eso se podía hacer”.
Si tienen tan claro que mintieron, ¿qué podría salir mal?