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Reunión clave

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Uno de los temas de agenda más importante del gobierno que asumió en 2020 es un cambio significativo en la inserción internacional del Uruguay. La reunión extraordinaria del Consejo del Mercado Común del Mercosur que tendrá lugar hoy es un paso clave en ese sentido.

No hay nada nuevo bajo el sol de nuestras dificultades internacionales. El planteo de flexibilizar el Mercosur, de forma de que los países del bloque que quieran abrir su comercio internacional más profunda y rápidamente a terceros países puedan hacerlo sin inconvenientes, fue hecho tanto por la administración Vázquez como por la administración Mujica en el período del Frente Amplio en el poder. Sin embargo, lo que se constata con el cambio de administración de 2020, son pasos mucho más decididos que los que en su momento dio la izquierda para lograr ese objetivo.

En efecto, a pesar de las dificultades de la pandemia internacional, el presidente Lacalle Pou se tomó el tiempo político de reunirse personalmente con cada uno de sus pares del Mercosur. Y cuando llegó el momento de reflexionar sobre los 30 años de la firma del tratado de Asunción, afirmó en clara y alta voz que se precisa de un Mercosur que, lejos de ser un lastre para el desarrollo de cada uno de sus Estados miembros, sea un instrumento comercial que potencie exportaciones y que inserte económicamente a la región en el mundo.

En esta circunstancia tan relevante, donde se ponen en juego los intereses nacionales del país, sería un gran signo de concordia política y de sentido de Estado de parte del actual FA opositor, apoyar sin reservas el camino que hoy emprende la cancillería uruguaya.

Todo esto tiene una traducción concreta para Uruguay. Por nuestra escala, por el tipo de nuestras exportaciones, por la competencia que sufren nuestros productos, y por el eje de mayor crecimiento comercial futuro previsto para las próximas décadas, se nos hace imperioso abrir mercados fuera del Mercosur y en condiciones comerciales de justa competencia. Y en este sentido, las situaciones de mercado interno y desarrollo industrial relativos de Argentina y Brasil siempre han sido diferentes con respecto a Uruguay: hay, notoriamente, asimetrías que deben ser contempladas si queremos seguir todos de la mano en el mismo bloque.

Si tenemos los mejores Hereford del mundo; si nuestro arroz es el más competitivo; o si nuestra lechería es plenamente capaz de ganar mercados por su calidad, precisamos ayudar a su desarrollo y crecimiento eliminando las barreras arancelarias que encarecen nuestros productos al llegar a los principales destinos mundiales. Visto en perspectiva de competencia internacional, precisamos que las exportaciones australianas o neozelandesas, por ejemplo, no tengan una ventaja competitiva sobre las nuestras, basada en tratados de libre comercio que esos países tienen y nosotros no, con varios países del mundo.

En la reunión de hoy Uruguay avanzará con propuestas concretas que traducirán la idea de la flexibilización que se busca del Mercosur. Se sabe que Brasil nos apoya. Se sabe también que, si bien Paraguay se sigue manifestando favorable a emprender el camino de negociaciones conjuntas con terceros países, por la vía de los hechos Asunción avanza en acuerdos comerciales bilaterales que lo favorecen comercialmente -como el que recientemente firmó con Taiwán-. Y sabido es, finalmente, que la situación financiera, económica y comercial de Argentina es tan compleja, que le es imposible a Buenos Aires promover políticas de libre comercio como las que quiere sostener Montevideo con el mundo.

Estamos así ante un cruce de caminos. Respaldados en la posición de mayor apertura de Brasilia que coincide con Montevideo, y jugados a la carta de la negociación dentro de Mercosur que nos asegure avanzar en un camino propio sin mayores inconvenientes con Buenos Aires, la política exterior de Lacalle Pou procurará encontrar soluciones de rápida implementación. Nadie quiere terminar con el Mercosur. Pero nadie quiere tampoco morir abrazado a él, negando posibilidades de inversiones, exportaciones y crecimiento que son claves para el bienestar nacional.

En esta circunstancia tan relevante, donde se ponen en juego los intereses nacionales del país, sería un gran signo de concordia política y de sentido de Estado de parte del actual Frente Amplio opositor, apoyar sin reservas el camino que hoy emprende concretamente la cancillería uruguaya. Primero, porque se trata del mismo objetivo que buscaron los dos presidentes izquierdistas entre 2005 y 2020. Y segundo, porque todos sabemos que se trata de un paso clave para afianzar el crecimiento de nuestra economía en el largo plazo.

Estamos a tiempo. Ojalá la izquierda dé una señal de madurez política y se alinee, sin ambages, tras la estrategia internacional de Lacalle Pou.

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