EDITORIAL
La comparación entre nuestro país y Chile ha estado en el centro de la campaña en varias oportunidades debido a que diversos candidatos lo han usado como ejemplo positivo y negativo.
Es interesante, sin embargo, recurrir a datos y evidencias para sostener un debate sensato y no basado simplemente en prejuicios absurdos.
Existe casi un lugar común al trazar la comparación entre el país trasandino y nosotros que consiste en señalar las fortalezas democráticas, populares y republicanas del Uruguay contra las mejores instituciones económicas de Chile. Más aún, podría decirse que la política en Uruguay es más horizontal, más dirigida por los políticos en tanto juntadores de votos con fuertes vínculos con sus comunidades, mientras que la chilena es más tecnocrática, más sofistica y con políticas públicas mejor diseñadas.
Las ventajas e inconvenientes de los dos extremos son evidentes: una democracia con raíz popular es vivificante, pero lejos del saber de los expertos termina produciendo malas políticas públicas, malos resultados en los temas relevantes y, finalmente, frustración y desprestigio a la propia democracia. Por otro lado, una democracia excesivamente tecnocrática, donde las reglas y las instituciones son rígidas y pesa más el saber de las oficinas antes que la sabiduría popular, puede alejarse de los reclamos y necesidades de los votantes.
Es evidente que lo ideal sería un modelo en el medio de ambos: una democracia con políticos empoderados por una sociedad que determina participativamente sus objetivos y luego un fuerte componente técnico a la hora de diseñar las mejores políticas públicas. En este sentido, quizá, es que pueda afirmarse que Uruguay podría mejorar chilenizándose y Chile uruguayizándose.
Ernesto Talvi ha puesto a Chile numerosas veces como ejemplo y es claro que tiene un punto fuerte. Chile ha sido el país de América Latina que más ha crecido en las últimas décadas, que mejor ha evitado los contextos externos negativos, es un ejemplo de apertura al mundo y de mejora de los indicadores sociales. Como van las cosas es probable que Chile pueda llegar a ser el primer país desarrollado de América Latina, un logro extraordinario dada la compleja historia de nuestro continente.
Por su lado el inefable José Mujica también opinó sobre el asunto, con el mal tino que lo caracteriza: “No queremos ser un país como Chile. Ojalá Chile pueda tener algún día estudiantes que no queden hipotecados para terminar la carrera. Ojalá Chile pueda repartir un día como repartimos en Uruguay y se lo deseamos”. Como todo lo de Mujica, puro humo sin contenido, con una buena dosis de mentiras.
Chile no solo ha logrado un importante desarrollo económico, sino también social. Sus indicadores sociales han mejorado mucho, y en buena medida nos ha superado. En educación, por ejemplo, que es el punto donde los critica Mujica, Chile nos ha sacado una enorme ventaja, con muchos más egresados a nivel de enseñanza secundaria. Y en cuanto a la terciaria, punto favorito de crítica de los izquierdistas desinformados, un porcentaje muy superior de chilenos que de uruguayos acceden a ese nivel de educación.
El senador y candidato presidencial chileno Felipe Kast salió al cruce de las declaraciones de Mujica, con argumentos que vale tener en cuenta: “Me parece lamentable que Pepe Mujica, simplemente por estar en medio de una campaña, caiga en la política de trinchera e ignore los avances que ha logrado Chile en ámbitos sociales que van más allá del crecimiento económico. De acuerdo a los organismos internacionales al comparar Chile y Uruguay en la actualidad Chile tiene menores tasas de suicidio, la mitad de homicidios cada 100 mil habitantes, mejores resultados en educación, mayor esperanza de vida, y mejores indicadores de felicidad. Uruguay y Chile tienen mucho que aprender uno del otro, nunca es bueno descalificar al país vecino”.
¡Cuanto más sensata, argumentada y humilde es la opinión del senador Felipe Kast que la de nuestro senador José Mujica! ¡Cuánto mejor estaríamos los uruguayos con sus indicadores de violencia y de educación! ¡Cuánto mejor haríamos en aprender de quien le va mejor que en descalificar por prejuicio e ignorancia!
Si los chilenos aceptan les cambiamos con mucho gusto a nuestro Pepe Mujica, su gestión presidencial y su sarta de lugares comunes apolillados por un senador moderno, actualizado y experto en políticas sociales como Felipe Kast. ¡Y pagamos la diferencia aunque aumente la deuda pública!