Otro bochorno del FA-Pit

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A lo largo de los años, las declaraciones insultantes del expresidente José Mujica han sido una constante de su personalidad. Muchas personas (intelectuales de izquierda incluidos) veían en esto un atributo positivo. Confundían grosería con franqueza y se ufanaban de que un político incorporara palabras malsonantes y agravios personales de todo calibre, en lo que el inolvidable Claudio Paolillo dio en llamar, con acierto, “lenguaje barriobajero”.

Pero ahora el invento mató al inventor. Porque inesperadamente, entrevistado por radio Sarandí a raíz del mensaje del Pit-Cnt del pasado primero de mayo, Mujica acusó al movimiento sindical de hacer reclamos al gobierno que, según él, no hizo al anterior.

“Durante cuatro años, el movimiento sindical no movió un dedo, no le hizo un paro, nada (...) Los trabajadores tienen que defender salarios de ellos. La cagada que no lo hagan cuando está la contra. Les reprocho los cuatro años que estuvieron de guampas caídas sin mirar la realidad (…). Es macanudo tener un gobierno de izquierda, le llenás los ojos a boyazos, pero un gobierno de derecha te arranca las muelas, entonces cuidan más bien el trabajito que les queda. Pero es humano, yo lo comprendo”.

La opinión causó un estupor generalizado. Del lado de la oposición ya no sorprenden los dimes y diretes de Mujica, quien alguna vez dijo que los partidos liberales y republicanos representan a “los platudos y cajetillas” y “los que hablan inglés”, que los profesionales universitarios “tendrían que aprender a cargar un balde de mezcla”, que los blancos “deberían cuidar a sus mujeres” y demás lindezas. Pero la misma izquierda político-sindical que usó y abusó de la imagen del líder en las últimas elecciones, llegando a extremos de lastimosa falta de decoro, ahora no solo se desmarca de su improperio sino que además, en más de un caso, le paga con la misma moneda.

El ejemplo más emblemático es el del dirigente de la Unión de Trabajadores Rurales y Agroindustriales del Uruguay (Utrau), Germán González: “cada 15 días armás un acto, te despedís, saludás con cara de abuelo sabio, y a la semana siguiente ya estás de nuevo en algún escenario llorando y diciendo que ahora sí es la última. Tenés más despedidas que Los Olimareños y más vueltas que el Carnaval. ¿Hasta cuándo? (…) Mientras vos hacías discursos filosóficos desde un sillón, nosotros estábamos en el barro, peleando por los que no tienen voz. (…) No seas nabo, Pepe. Si no tenés nada útil que decir, mejor seguí con tu gira eterna de despedidas. Nosotros seguimos laburando por un país más justo, mientras vos buscás micrófono para no perder vigencia”.

El exabrupto es sorprendente porque pone en palabras lo que muchos sentimos sobre esos mensajes últimos que daba Mujica llamando a votar al FA, pero no lo dijimos, por respeto a una persona que atraviesa un quebranto de salud tan dramático.

La crítica que no hicimos se la hacen ahora ellos mismos, burlándose abiertamente del victimismo que el expresidente exhibió de manera impúdica durante la campaña electoral. Esas despedidas que superan en número a las de los Olimareños, en su momento fueron elogiadas y acompañadas con aplausos y lágrimas. Un grupo de carnaval, los Zíngaros, llegó a presentar una extensa parodia cuyos únicos momentos de humor fueron para burlarse de los políticos blancos y colorados, derramando sobre los tablados, respecto “al Pepe”, una sensiblería insoportablemente empalagosa.

Con tono más moderado que el de González, otros varios dirigentes frentistas y del Pit-Cnt se desmarcaron de Mujica.

Quienes estamos más curtidos en estos lances sospechamos lo evidente: lo usaron mientras les sirvió para recuperar el gobierno. No tuvieron el más mínimo prurito de mostrarlo balbuceante, sin dientes, suplican- te como si la victoria del FA fuera casi una reparación póstuma a su persona.

Ahora que Mujica ejerce eso que a ellos tanto les alarma, la libertad de expresión del pensamiento, lo bardean con la misma energía con que antes lo lloraban cursilonamente.

Por supuesto que sus declaraciones a radio Sarandí son equivocadas: vaya si el movimiento sindical no tuvo “las guampas caídas”, durante un gobierno de la Coalición que debió soportar hasta caceroleos contra la desgracia de la pandemia, y un parate de un año y medio militando contra la LUC con base en mentiras y tergiversaciones.

Pero es notable la veleidad con que la izquierda maneja sus liderazgos: del mesianismo irracional de hace unos meses, al irrespetuoso tacho de basura del presente.

Bochornoso y triste.

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