La comparecencia de Orsi en una actividad en Buenos Aires organizada por el Consejo Interamericano de Comercio y Producción, dio lugar a muchos comentarios en relación con sus dichos sobre los uruguayos “lentos” o como sinónimos de “argentinos sin intensidad”. Pero, en verdad eso no fue lo más sustancial. Lo importante, y grave, fue el formidable embuste que significaron algunas declaraciones de Orsi cuando se las analiza a la luz de las propuestas anunciadas por el Frente Amplio (FA).
Las crónicas narraron que la sensación que quedó entre los importantes empresarios argentinos que acudieron a la reunión es que en Uruguay hay políticas de Estado que se mantienen vigentes en el tiempo, con leves modificaciones en función de quién gobierna. Gane quien gane las elecciones, en realidad la diferencia estará solo en matices de políticas públicas. El Uruguay sigue siendo estable y previsible, y un cambio de gobierno no se traducirá en alteraciones de relevancia. Orsi en este sentido dijo que “jamás en nuestros planteos de campaña puede estar la idea o la sombra de que el funcionamiento se tranque por alguna razón”.
Empero, todas esas declaraciones que transmiten tranquilidad a agentes económicos claves, que por ejemplo son protagonistas fundamentales de millonarias inversiones en nuestro país, se dan de bruces contra la verdad de ciertas políticas que el FA propone llevar adelante. Y no es que estamos señalando aquí el ya de por sí enorme problema que tiene toda la izquierda, cuando uno de cada cinco de sus votantes de junio apoyó a partidos, sectores y liderazgos que están a favor de la reforma constitucional contra la ley de la seguridad social: en efecto, ¿cómo haría para gobernar Orsi en la eventualidad de un triunfo del FA, con diferencias internas tan graves y profundas?
Lo que estamos señalando es otra cosa. Se trata de una política que afectaría directamente a todo el sector de inversión privada en inmuebles y que, por tanto, debería de llamar la atención de todos aquellos inversores argentinos que, hoy, están creyendo que la diferencia entre un triunfo del FA y uno de la Coalición Republicana es solo una cuestión de matices.
Las bases programáticas del FA afirman que un gobierno de izquierda buscará “desarrollar de manera enérgica la política nacional de alquileres combinando diferentes instrumentos. Entre ellos, se creará un sistema de alquiler social regulado en precios, plazos y renovaciones, paralelo al actual. El actual sistema seguirá funcionando. Quienes opten por el nuevo sistema recibirán estímulos estatales (garantías, subsidios, préstamos blandos para mejoras, etc.). Complementariamente, se conformará un parque de viviendas de propiedad estatal para alquiler social”.
Esta política cambia radicalmente las reglas de juego de cualquier inversionista que haya apostado al Uruguay para comprar un apartamento y ponerlo en alquiler, por ejemplo. En primer lugar, porque abre un mercado de alquileres paralelo que competirá con el actual y que recibi- rá todo el apoyo del Estado: eso hará que aumente ar- tificialmente la oferta de propiedades a arrendar y con ello bajará el precio de alquileres (y de los inmuebles), distorsionando así por causa de una política de gobierno específica el clima de negocios en ese sector de la economía.
En segundo lugar, porque al generar un aumento de oferta de viviendas de propiedad estatal subvencionadas se generará una competencia directa en toda la línea de arrendamientos de viviendas de perfiles sociales que han sido, claro está, las que se han promovido para la construcción en estos últimos años, y que tanto han dinamizado al sector de la construcción y a las inversiones en este rubro. A ello debe sumarse otra disposición anunciada por el FA en un eventual gobierno de izquierda, que es “la imposición a la renta, al gran capital y al patrimonio”.
Esta política específica del FA contradice radicalmente la frase de Orsi en Buenos Aires acerca de “evitar trancar el funcionamiento del país por alguna razón”. Es una política que ataca directamente la rentabilidad y previsibilidad de los negocios de un rubro clave de la economía y de la inversión argentina en Uruguay. Para justificarla, habrá quienes digan que no importa lo que afirme el programa del FA, ya que lo que es relevante es la palabra del candidato. El problema es que creer esto es pecar de iluso, ya que implica desconocer cómo funciona realmente la izquierda y el poco peso específico que tiene el liderazgo de Orsi.