En la cumbre internacional de Brasil del pasado 6 de noviembre, el presidente francés declaró que ve perspectivas positivas para la firma del acuerdo comercial de la Unión Europea (UE) con el Mercosur. Sin embargo, el domingo 9, la ministra de Agricultura afirmó a uno de los principales diarios de su país que Francia no firmará el acuerdo comercial con el Mercosur ya que, entre otras cosas, eso condenaría en el largo plazo a sus agricultores. Cuatro días más tarde, y para presionar al gobierno, hubo una masiva manifestación convocada por la Federación Nacional de Sindicatos de Propietarios Agrícolas en la ciudad de Toulouse. ¿Qué terminará pasando entonces con el acuerdo UE-Mercosur?
Hay que recordar que si efectivamente se logra firmar en diciembre en Brasil, su implementación amplia demoraría todavía algunos años. Es que, por un lado, está la cláusula de salvaguarda agrícola, que los europeos incluyeron de manera unilateral para intentar satisfacer las demandas de sus agricultores en países tan diversos como Francia, Italia o Polonia. Ella procura impedir la importación de productos agrícolas que no cumplan con las normas sanitarias y medioambientales europeas, y reforzar controles sanitarios. Son, en verdad, medidas que buscan frenar en particular el libre ingreso de los competitivos productos agrícolas brasileños y argentinos que, por su enorme escala, ponen en jaque a las producciones europeas locales.
Por otro lado, la UE tiene un mecanismo para ir avanzando en la implementación del acuerdo mientras que el texto se va ratificando como se debe por los distintos parlamentos nacionales (e incluso a veces regionales) de los países que la conforman. Empero, tal avance no puede ser global y siempre estará sujeto a los vaivenes políticos de las mayorías de los principales países de Europa.
Y aquí está el principal problema que ha hecho que se haya demorado por casi tres décadas la firma de este acuerdo: si termina implementándose, se estaría rompiendo un equilibrio político sustancial que está en el origen mismo del pacto de Roma de 1957. En efecto, en aquel mundo tan distinto al actual, el acuerdo forjado sobre el pilar franco- germano implicaba el desarrollo de las industrias alemanas, pero también el respaldo a la política agrícola francesa (e italiana). Ciertamente, la reunificación alemana de 1990 y la progresiva apertura hacia Europa del Este cambió ese equilibrio inicial. Sin embargo, la situación francesa actual no deja pensar que ese último bastión agrícola nacional pueda rendirse fácilmente.
Además, ocurre que Macron tiene muy poco peso político. Desde las elecciones parlamentarias europeas del año pasado la situación francesa ha entrado en una espiral de dificultades enormes: una deuda pública que aumenta, un déficit comercial que no cesa, un déficit fiscal alto, un gobierno que no logra forjar mayorías en el parlamento para implementar reformas, una extrema derecha que ratifica elección tras elección su enorme apoyo ciudadano, y un horizonte de comicio presidencial que recién ocurrirá en la primavera boreal de 2027.
No sería la primera vez que una medida gubernativa ingrata desatara una enorme revuelta popular que se llevara puesto el gobierno en Francia. Ese fantasma, reiterado en la historia gala, sumado a la coyuntura de enorme impopularidad actual de Macron, deja sobrevolando la idea de que con este acuerdo con el Mercosur se está jugando con fuego. Y el problema es que, en las actuales circunstancias de dificultades geopolíticas europeas, la UE no puede permitirse que uno de sus principales pilares se quiebre por causa de un acuerdo dificultoso y que genera resistencias reales en varios países.
Más allá de todo ese panorama que deja muchas dudas sobre la verdadera posibilidad de que se firme el acuerdo en diciembre en Brasil, importa para la política exterior uruguaya no dejarse encandilar por esta apertura europea que hasta ahora ha sido siempre tan esquiva.
Hay otros movimientos que se están procesando a nivel internacional y que pueden beneficiar fuertemente nuestro objetivo nacional de apertura comercial: desde la iniciativa de Indonesia de abrirse más y de manera bilateral, hasta el avance entre Argentina y Estados Unidos, pasando por la puerta abierta que la administración anterior dejó con el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico, es urgente que dejemos de creer como embobados que el acuerdo Mercosur- UE se hará y que tendrá consecuencias positivas rápidamente. La situación francesa no deja pensar eso.