Luis Lacalle Pou es el Presidente de la República y, como tal es el principal responsable de lo que ocurre en el Uruguay en materia política. De acuerdo con los pronunciamiento de las principales empresas encuestadoras y a un escaso mes y medio de las elecciones, el Presidente no puede permanecer callado y sin mayor protagonismo ante la enorme amenaza que significa para el país el plebiscito de la seguridad social planteado por el Pit-Cnt y algunos sectores (como el Partido Comunista o su secuaz el socialismo) del Frente Amplio.
El Presidente de la República no puede permanecer callado como si fuera lo mismo una u otra decisión, o si la discusión fuera un tema de carácter partidario: aquí está en juego el destino del país y es su obligación que participe, exponga, hable, argumente y explique a sus ciudadanos -por algo es el Presidente- qué significa este plebiscito y que va a pasar en este país si se alcanzan los votos.
El Presidente de la República no puede permanecer callado y ver cómo los uruguayos caminan enceguecidos hacia un precipicio que no ven y significa nada menos que algo muy parecido al final; si se llega a eso, querer o intentar volver al camino será un desafío casi imposible por los agujeros económicos y jurídicos que llevarán al desmoronamiento del país.
La defensa o la exigencia de la figura del Presidente que parece tan naturales, viene a cuento porque el Frente Amplio protesta y quiere bloquear su intervención en este tema, un tema que fue impulsado por el mismísimo Presidente, porque el tema de la seguridad social requería cambios y modernización. El “padre” de esta criatura es Luis Lacalle Pou, de la misma manera que el padre del que quiere dinamitar a la seguridad social es el Presidente del Pit-Cnt y miembro del Partido Comunista, Marcelo Abdala, el mismo que hace unos años dijo, en relación con la Venezuela de Maduro, que “en Uruguay, en nuestra patria de Artigas, el movimiento obrero y el pueblo es solidario, cálido y amigo de la Revolución Bolivariana. No hay ninguna vacilación en ese sentido”.
Es el Plebiscito del Diablo, la maldad por la maldad o la maldad por falta de coraje. Para el Presidente y todo el gobierno de la Coalición Republicana no hay nada más catastrófico para el país que la aprobación de un plebiscito de la seguridad social que propone establecer en la Constitución la edad de retiro de 60 años (actualmente rige por ley desde el año 1929) y la eliminación de las Administradoras de Fondos de Ahorro Previsional (AFAP). Esto último implicaría la confiscación de US$ 23 mil millones de ahorro de los uruguayos, que los tienen justamente para cuando se jubilen. Y estamos hablando de los ahorros de más de un millón de ciudadanos uruguayos: cada trabajador afiliado a una AFAP tiene una cuenta individual a su nombre que es inembargable por ley y crece por las inversiones. El dinero acumulado en su cuenta es de su propiedad, heredable y se utilizará para financiar su jubilación o prestaciones cubiertas por el seguro de invalidez y fallecimiento.
Pero hay mucho más con esta reforma. Lacalle Pou, junto a la ministra de Economía Azucena Arbeleche, el presidente del Banco de Previsión Social, Alfredo Cabrera y el principal asesor de la reforma previsional del gobierno, Rodolfo Saldain resolvió liderar una campaña contra el plebiscito. Es lo que corresponde ante la absoluta pasividad del Frente Amplio, cuyas figuras más importantes como el candidato presidencial Yamandú Orsi y su padrino José Mujica están silenciosamente en contra y eso surge claramente de la última encuesta de Equipos, donde hay un porcentaje muy alto que los considera a favor del plebiscito. (Búsqueda, 18/09).
Dicen que no van a votar, que hay 112 economistas y técnicos de esa fuerza política que se han pronunciado categóricamente en contra, pero son incapaces de enfrentar seriamente (¿tienen miedo?) el disparate de los comunistas y el Pit-Cnt, por más que se juegue allí el destino de los uruguayos. No asumen protagonismo, lo que significa que no interesa el resultado. Les falta coraje para dar la cara y decir las cosas por su nombre. Muy mala señal para un aspirante a Presidente.
Pero esta actitud tiene un aspecto favorable: queda muy claro que votar al candidato del Frente Amplio es una pésima elección, porque llegado el momento de las definiciones difíciles volverá a actuar como ahora, igual que en el Plebiscito del Diablo: escondido y en silencio.