EDITORIAL
Las palabras siempre confrontativas y soberbias del pre candidato comunista dejan en claro lo atrasado del pensamiento de un sector que tendría notoria mayor influencia, de lograr el oficialismo mantenerse en el poder.
Los números no dicen lo mismo, ya que la mayoría de las encuestas lo dan tercero lejos en la contienda interna del oficialismo. Pero quienes siguen la campaña y los actos conjuntos de los cuatro pre candidatos del gobierno, no tienen dudas: los discursos de Oscar Andrade son los más aplaudidos, los que más sacuden a la audiencia. Es verdad, los otros tres contrincantes oficialistas tienen la capacidad oratoria de un malvón, pero eso no viene a cuento.
Lo importante es diseccionar el discurso de Andrade, entender su forma de pensar. Porque su candidatura no es un elemento decorativo, no es un arranque de inspiración espontánea. Como tampoco lo fue su participación en un programa de TV, ni su presentación personal trabajadamente desaliñada. Todo es parte de una estrategia para aumentar el nivel del influencia de un sector con una forma de ver la realidad y la política que es muy minoritario en Uruguay, pero que de una forma u otra ha logrado siempre imponer su visión, y hundir al país en debates atrasados y estériles.
Por ejemplo, veamos una frase del ex diputado comunista de estas horas. Sostuvo que: “Cómo reconocer a la derecha es sencillo, más que a la vida, más que a la patria, siempre van a defender a los poderosos, que no se los vaya a gravar con un peso más de impuestos. Parecen estudios jurídicos a favor de tales intereses. Ombudsman de la oligarquía”.
Un lector de cabeza fría no puede menos que reconocer la capacidad de Andrade para concentrar tanto odio, resentimiento, sectarismo e ignorancia en una frase, no muy felizmente construida, de apenas unas decenas de palabras. La cosa es clara, de un lado habría gente a la que solo le importa la plata, el poder, y del otro los que defienden la vida y la patria. Curioso concepto el de “patria”, viniendo de un comunista, de esos que siempre han hablado de internacionalismo, y hasta no hace poco consideraban el patriotismo una frivolidad burguesa.
Pero vayamos a otra frase del pre candidato de hace no tanto. Ante el debate sobre el drama de la educación pública, y el problema de los miles de jóvenes que ni estudian ni trabajan, Andrade se mandó otra sentencia de esas para el mármol. Dijo que “el Ni-Ni que vive en barrio privado no preocupa tanto”.
Y no, se podría responder. Se supone que si vive en barrio privado, tendrá cierto respaldo como para no terminar en la calle cuando llegue a determinada edad. O que tiene un entorno con más posibilidades de amparo, para el resto de su vida. Pero eso a Andrade no le cambiaría el tono. Él lo que buscaba era señalar una división, y desviar el debate de lo central a lo banal, una herramienta clásica de la dialéctica comunista.
De la misma forma que cuando se le pregunta si Venezuela es una dictadura, no dice que sí ni que no. Tira la pelota afuera diciendo que en todo caso es igual que Brasil, porque Bolsonaro habría ganado con el principal líder de la oposición preso, como ocurrió en Venezuela. Por supuesto que se trata de una comparación ridícula, que no resiste ningún debate serio. Brasil tiene una institucionalidad legítima y aceptada a nivel mundial. Venezuela es un país paria donde la gente se muere de hambre y por enfermedades que el resto del mundo erradicó hace décadas. Y donde el Presidente cuando pierde una elección parlamentaria, nombra otro parlamento adicto, y sigue como si nada. Precioso todo.
De nuevo, el fondo del debate no importa. Lo que importa es atacar, y desviar el eje del debate hacia caminos que no llevan a ningún lado.
Una prueba de esto es cuando se le consultó sobre las políticas para combatir el delito. Y Andrade que en ese momento buscaba atacar al intendente Orsi, dijo que no había que caer en un debate de “ellos contra nosotros”, porque ese es un concepto “reaccionario”. Como lo escucha, Andrade diciendo que el debate de ellos contra nosotros, lo que ha sido su pan de cada día desde que está en política, es “reaccionario”.
¿A que viene todo esto? A lo del principio, a que Andrade es apenas un resorte de una cosa más profunda, más compleja. Como dijo el siempre punzante analista Adolfo Garcé hace poco, Andrade es “un producto típico de la tradición comunista”. Una tradición que siempre, al menos en Uruguay, se aprovechó de las estructuras timoratas, para ampliar la influencia de su ideología mucho más allá de lo que digan las urnas. Si eso pasó en este país con líderes a quien uno puede criticar, pero que sin dudas tienen carisma y personalidad como Tabaré Vázquez y José Mujica, ¿qué cree el lector que pasaría en caso de un gobierno de Daniel Martínez o Carolina Cosse? No se precisa mucha imaginación.