CON la enseñanza ocurre, a veces, aquello que Vaz Ferreira gustaba ejemplificar con el caso del borracho a caballo: si el hombre tiende a caerse por un lado y Ud. lo endereza, entonces se cae por el lado opuesto.
Así, el hecho de que, durante décadas, los alumnos del Ciclo Básico tuvieran hasta 14 asignaturas por año —y que todos se escandalizaran por ello pero nadie corrigiera tal disparate—daba a la enseñanza secundaria una serie de características negativas indefendibles e inadmisibles. El alumno que egresaba de Primaria se enfrentaba en Secundaria, sin solución de continuidad, con 10, 12 o más profesores, cada uno con su propia asignatura —a la que consideraban el ombligo del mundo— con lo que difícilmente podían mantener la relación personalizada que guardaban con su maestra poco tiempo atrás.
Por su parte, cada profesor no tenía la ocasión de estrechar contactos con sus alumnos, de conocer sus nombres, sus capacidades, sus problemas. Ese docente mal podía identificarse con su liceo porque, al terminar de dictar sus escasas clases en él, debía correr hasta otro, u otros, gastando tiempo, nervios y dinero para completar el número de horas al que tenía derecho, sin contar aún que, a menudo, su trabajo se dispersaba en varios turnos y en largas distancias.
Tan absurdo sistema estaba tan generalizado —salvo en el interior, por supuesto— que se consideraba un privilegiado quien lograra concentrar en un solo establecimiento toda su jornada laboral.
HABIA, pues, que salvar la brecha existente entre el Maestro único de Primaria y el numeroso elenco de Profesores de Secundaria y, también, los problemas que para el docente del C. Básico significaba el verdadero pluriempleo que soportaba. Y bien; el intento de solución llegó con el Plan 96 y con el agrupamiento en áreas de materias supuestamente similares puestas a cargo de un solo profesor. Con esta reforma quedó atrás el trauma que sufría el pequeño educando al tener que enfrentarse, de golpe, con tantos profesores, a su fugaz trato y a todo lo que lo alejaba del sistema primario de enseñanza.
Pero, de inmediato, surge la desventaja de la innovación: el borracho a caballo no se cae de un lado pero se cae del otro. No se endereza correctamente.
En efecto, si la asignatura Ciencias Sociales (Historia, Geografía, etc.) está a cargo de un solo docente, ¿cómo se logra que sea competente en esas varias disciplinas si los Institutos de Formación Docente no capacitan en ellas a la vez? Otro tanto ocurre con Ciencias de la Naturaleza (Biología, Física y Química) y en varias áreas más. ¿Tendremos que olvidarnos de la aspiración de que las clases sean dictadas por profesores graduados en sus respectivas asignaturas o nos resignaremos a que sean titulados sólo en una de ellas (o en ninguna) o, en fin, tendremos que esperar a que los institutos de formación docente modifiquen sus propios planes y produzcan suficiente número de egresados como para poder poner en marcha el Plan 96?
Con casi 10 años de aplicación, Plan 96 se ha ido extendiendo a más y más liceos y escuelas técnicas pero el problema de fondo —la capacitación de los docentes para llevarlo a cabo— no ha sido encarado con éxito.
OTRO aspecto a considerar radica en los contenidos de las asignaturas, en especial en Historia. La preocupación de que el alumno se inserte en el mundo actual, conozca su organización, sus relaciones de poder, sus focos económicos, la globalización, sus abismos sociales, sus extremos de riqueza y de pobreza, sus enfermedades, entre otros temas, prevalecen sobre cualquier otra cuestión. Para alcanzar esos objetivos y explicar el complejo presente se sigue el método de remontarse, ante cada tema planteado, al pasado correspondiente, una especie de cronología al revés, de consecuencias cuyo estudio precede al de sus causas. Con este enfoque programático, el profesor puede darle al estudiante el sesgo que más se identifique con su visión personal. Esto puede resultar peligroso ya que vivimos en un país e integramos una cultura que hizo de la laicidad un verdadero principio rector. Hablamos de la laicidad como muro de defensa contra el proselitismo político-partidario-sectorial que se enseñoreó de las aulas durante los años 60 y que ahora resurge escudado en profesores y en programas de Historia proclives al adoctrinamiento.
Nuevamente asoma el borracho a caballo: para que el alumno no ignore el mundo en el que se va a desempeñar abusamos de la concepción presentista y damos la espalda al pasado pues el conocimiento de éste se vuelve elemental y puntual.
EL alumno deja de concebir la Historia como un proceso pleno de virtualidades. En resumen: a pesar de la intervención continua de técnicos y de comisiones de expertos, de asesores y de seminarios y de informes de funcionarios nacionales e internacionales, la enseñanza no encuentra su rumbo.
También aquí los uruguayos no logramos obtener el consenso imprescindible para actuar en algo que, como la educación, es un asunto de Estado.
Inicio alentador
Las cifras que se han conocido sobre la temporada turística resultan muy alentadoras. El crecimiento del 55% en el número de turistas extranjeros en Punta del Este y un alto incremento también en balnearios del departamento de Rocha, plantean un panorama reconfortante para el movimiento de todas las actividades vinculadas con el turismo y la generación de puestos de trabajo. Es el balance de los primeros diez días. Todavía falta, aunque como comienzo no pudo ser mejor.