¿Democracia siempre?

Qué tenemos para ganar participando de la reunión de Santiago de Chile convocada por Gabriel Boric? Esa es la única pregunta relevante que cualquier presidente de nuestro país se debe hacer antes de aceptar una invitación. En este caso quedan muy pocas dudas, no tenemos nada para ganar en esa reunión ideológica montada por presidentes en crisis políticas y/o institucionales en sus países y que buscan con esto actos de propaganda que los ayuden a controlar sus agendas internas.

La reunión fue precedida por una nota publicada en medios internacionales en la que los cinco presidentes “progresistas”: Lula, Sánchez, Petro, Boric y Orsi mostraban su preocupación por la salud democrática global y por la polarización; y explicaban que no cabe ni “el miedo ni el inmovilismo”. Una carta vacía de contenido y llena de lindas intenciones tal como los organismos internacionales nos tienen acostumbrados. No sería nada nuevo si no fuera por la hipocresía salvaje de algunos de los participantes del evento.

Lo más absurdo de toda la convocatoria es el rol de Pedro Sánchez, Presidente del Gobierno de España al que ayer recibiremos en Montevideo. A esta altura no quedan muchas dudas de que se trata de la persona que más deterioró la calidad democrática de aquel país como nadie desde la constitución del 78. Se trata de una político que mintió a cara descubierta una decena de veces sin que se le moviera un pelo de la cara. Que pactó con quien prometió no hacerlo y que para mantenerse en el poder entregó a extremistas de izquierda y derecha cosas que había prometido no hacer.

Además es una persona que atacó directamente dos contrapesos básicos en una democracia: la libertad de prensa y la independencia judicial. A todo esto se suma que todo su entorno está imputado por corrupción. Sánchez no cree en nada más que en su supervivencia, su preocupación es seguir un día más en el gobierno para evitar el riesgo de terminar preso. Esto no es para él una herramienta de propaganda interna.

Lula y Petro son gobernantes con mala popularidad y a los que las encuestas les pronostican sendas derrotas para las elecciones de 2026. Pero ser impopular no es un impedimento para llenarse la boca con la democracia. Sí debería ser un impedimento la complicidad con un régimen asesino y terrorista como el de Nicolás Maduro. En cinco días se cumplirá un año del robo electoral descarado que este dictador hizo a plena luz del día y con una brutalidad desconocida hasta en Venezuela. Nadie duda que se desconoció la voluntad popular que eligió a Edmundo González como Presidente. En ese marcó la presión internacional jugó fuerte y presionó a la dictadura, sin embargo Lula y Petro le dieron oxígeno pidiendo actas y actuaron con una vergonzosa neutralidad entre los asesinos y la oposición. Las actas que pidieron Petro y Lula nunca llegaron, pero bajaron la tensión en las primeras semanas que era lo único que necesitaba Maduro para seguir robando y asesinando.

De Boric no hay mucho para decir más allá de ser el anfitrión de esta farsa. Se trata de un líder que sí ha sido muchísimo más claro con los regímenes asesinos de izquierda de nuestra región y que no se sumó a la complicidad de Lula y Petro. Boric vio su oportunidad de cerrar su Presidencia como anfitrión de una cumbre de alto nivel, razonable que la haya aprovechado esto en medio de un proceso electoral que tiene malas perspectivas para los suyos.

Pero debemos volver al principio, ¿qué tiene para ganar Uruguay y Orsi? Más allá de dejar a Lula contento, nada. Nada se habló de intensificar el comercio, de cerrar el acuerdo con la UE, ni de nada que tenga alguna utilidad práctica. Tuvimos un deja vu de lo peor de la integración internacional ideológica circa 2010. Solo Lula sobrevive de aquellos tiempos, sin Chávez, Kirchner, Mujica y Evo, los protagonistas actuales son menos memorables, pero el manual es el mismo.

Si era una cumbre sobre la democracia, ¿por qué no había nadie que no fuera de izquierda? ¿Por qué no se habló explícitamente de las mayores dictaduras de la región? Solo hubo retórica vacía y barata sobre la desinformación, la polarización y como eso socava la estabilidad institucional. Ni siquiera pudieron decir algo sobre la corrupción tema que toca demasiado de cerca a la mayoría de los que estaban ahí parados.

Uno creería que habíamos aprendido lo malo que fue para Uruguay el amiguismo ideológico. Lo básico es una política exterior madura que defienda nuestros intereses. Todo indica que seguiremos corriendo detrás de lo que Lula diga.

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