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De corruptos y “lavadores”

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La noticia corrió como reguero de pólvora. El periodista argentino Hugo Alconada afirmó en el programa de Mirtha Legrand que si bien los argentinos son unos corruptos, los uruguayos seríamos “unos lavadores”. “No les dicen la Suiza de América por el chocolate, precisamente”, agregó el periodista mostrando, de nuevo, que su agudeza investigativa adorna su personalidad en proporción exactamente inversa a su capacidad para el humor o la ironía.

El hecho se potenció, no solo por la masiva popularidad de la tradicional diva de los almuerzos en nuestro país. Sino porque varios operadores del Frente Amplio, siempre dispuestos a subirse a cualquier carro (incluso uno tan antipatriótico), con tal de intentar golpear al gobierno actual, lo fogonearon generosamente. Y eso que este “problema”, viene de mucho antes.

Es que no es la primera vez que el señor Alconada lanza esta especie de bravata de jardín de infantes contra nuestro país. Eso de “nosotros somos corruptos, pero ustedes lavan plata”, a lo que hubiera faltado solo el emoji ese de la burla con lengua afuera, para completar el tono de pelea pre- púber de su afirmación.

Se trata de un discursito que el periodista del diario amigo La Nación viene enarbolando desde hace años, ya sea como forma de exorcizar alguna carencia en materia de amor propio nacionalista, o por ese odio antiuruguayo que sigue latiendo fuerte entre algunos sectores ilustrados del hermano país. Ambos dignos de asistencia por parte de algún profesional en salud mental.

Lo primero que hay que decir, es que la afirmación del periodista no es verdad. Desde que, bajo el gobierno de José Mujica, Uruguay tuvo la pésima idea de firmar un tratado de intercambio de información tributaria con un país como Argentina, nuestro sistema ha sido más que generoso a la hora de enviar todo insumo que se solicita desde allí.

Algo que según la mayoría de los operadores uruguayos consultados, sucede exactamente a la inversa, cuando se trata de pedir información a los tribunales de nuestros queridos hermanos.

Pero ese no es el gran tema de fondo. A Uruguay le dicen la “Suiza de América”, por ser un país serio. O al menos, intentarlo. El problema se genera cuando ese país serio, es forzado a dialogar con un sistema institucional que no lo es.

Un ejemplo bien claro fue lo que sucedió hace unos años cuando una jueza uruguaya accedió de forma incluso demasiado generosa a un planteo de la justicia argentina para allanar la sede de un banco extranjero en Montevideo.

En aquel entonces, la Justicia argentina envió a nuestro país al conocido juez Norberto Oyarbide, un representante excelso de la seriedad institucional de nuestra contraparte. Oyarbide, en forma totalmente prepotente, no solo allanó las oficinas del Royal Bank of Canada, sino que pretendió llevarse información que excedía en mucho lo que tenía autorizado.

¿La consecuencia? El banco a los pocos meses anunció que dejaba Uruguay, generando un perjuicio millonario para nuestro país.

“Me preocupa porque no es buena cosa para Uruguay que un banco de esta relevancia se vaya. Creo que las cosas se pudieron haber hecho de otra manera. De una manera más cuidadosa”, dijo por entonces el vicepresidente frenteamplista Danilo Astori.

Lo más insólito fue que la causa que había dado inicio al tema en Argentina, luego quedó en la nada.

Algo parecido ocurrió en el caso del famoso sindicalista de la educación argentino, Marcelo Balcedo, quien de manera totalmente lógica y honesta, acumuló una fortuna millonaria como titular del Sindicato de Obreros y Empleados de la Minoridad y la Educación.

En tiempos del gobierno de Macri, se le inició una investigación que derivó en actuaciones en nuestro país que le pusieron en prisión y requisaron Ferraris, aviones, campos y otros bienes suntuarios. Claro que luego vino el gobierno de Alberto Fernández, y todo fue al freezer. Por lo cual Balcedo inició un juicio al Estado uruguayo que nos obligó a devolverle buena parte de lo incautado, y asumir un costo millonario.

La cosas típicas que le pasan a los países que quieren ser Suiza, pero viven al lado de Argentina.

Hay una expresión que dice que “se precisan dos para bailar el tango”. En el caso de los intercambios entre los países, la imagen no podría resultar más pertinente. Y cuando tu sistema institucional tiene cero credibilidad, enojarte con un vecino suena mucho a aquello de que “es más fácil ver la paja en el ojo ajeno, que la viga en el propio”.

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