Cuidar al presidente

No resulta sencillo encontrar el tema para el editorial de este domingo. Desde la senadora Blanca Rodríguez, que ingresó a la política afirmando que venía a prestigiarla (profunda humildad) y ha terminado haciendo el ridículo cada vez que abre la boca al hundimiento en la popularidad del Ministro Negro existe un amplio abanico de temas. Sin embargo, por su relevancia institucional, hay otro asunto que reclama nuestra atención y es la necesidad de cuidar al presidente de la República, que está quedando expuesto innecesariamente por un equipo de gobierno que lo expone permanentemente.

El gobierno atraviesa semanas complejas, marcadas por decisiones erráticas, contradicciones públicas y una creciente sensación de improvisación. Es en este contexto que un hecho se vuelve cada vez más evidente: el presidente Yamandú Orsi está quedando innecesariamente expuesto. Sus apariciones públicas, lejos de ofrecer claridad y conducción, han mostrado desconocimiento sobre asuntos sensibles y han exacerbado la percepción de que el gobierno no tiene un rumbo claro..

El episodio más reciente, y quizás el más preocupante, fue la declaración del presidente sobre el asesinato de un funcionario policial. En un tema tan delicado, que requiere precisión, empatía y firmeza, el mandatario manifestó desconocer un caso que conocía y lamentaba todo el país. No se trata de un simple desliz comunicacional: es el síntoma de un problema más profundo. Un presidente mal informado en una rueda de prensa es algo que un equipo de comunicación de un club de barrio no permitiría y, sin embargo, le ocurre con frecuencia a quien ostenta la investidura más importante en nuestra tierra.

Lo mismo ocurrió con la conferencia de prensa para anunciar la denuncia al contrato con Cardama. Arrastrado por Díaz y Sánchez el presidente leyó una declaración sobre un tema que no dominaba, quedando nuevamente en falsa escuadra de forma insólita, cometiendo un grosero error no forzado. Más que no forzado, inducido por sus propios colaboradores.

El país necesita que su presidente sea una figura sólida, capaz de transmitir confianza y certezas en momentos difíciles y Yamandú Orsi es un hombre honesto y bien intencionado, pero notoriamente mal rodeado y sin rumbo. El primer mandatario está siendo empujado a un terreno peligroso, donde queda expuesto a las consecuencias de decisiones improvisadas, mensajes contradictorios y disputas internas totalmente ajenas al interés nacional. No es razonable -ni sano para la calidad democrática- que el jefe de Estado deba cargar con errores nacidos en su propio equipo, ni que la desprolijidad de algunos ministros y secretarios se convierta en responsabilidad directa del presidente.

La responsabilidad de proteger la investidura presidencial recae, en primer lugar, en quienes integran el gabinete. El gabinete desentona más que murga amateur, genera más problemas que soluciones y es fuente de malas noticias antes que de las soluciones que espera la población. Cada desprolijidad termina impactando directamente en la figura presidencial, que queda ante la ciudadanía como si fuera responsable de cada una de estas fallas, aun cuando muchas se originan lejos del despacho presidencial.

Uruguay ha construido, durante décadas, una sólida tradición institucional. Esa fortaleza no es invulnerable, se erosiona cuando la figura presidencial se debilita. Cuidar al presidente no es proteger a un individuo: es preservar una institución que asegura continuidad democrática y previsibilidad. Permitir la degradación de la figura presidencia al grado y velocidad que lo está haciendo el actual gobierno es un problema nacional, por lo que más allá de lo partidario requiere que todos tomemos conciencia para intentar apuntar tamaña debilidad.

El gobierno tiene la obligación urgente de corregir el rumbo. Ordenar la comunicación, coordinar la acción ministerial y evitar exponer al presidente a errores que no debería cometer. La confianza pública se construye con responsabilidad, y hoy esa responsabilidad comienza por resguardar a quien encabeza el Poder Ejecutivo.

Más aún, si el propio gobierno y su partido no son capaces de cuidar al presidente también debe ser tarea de la oposición y de todos quienes quieren preservar nuestras instituciones. La debilidad que muestra Orsi no es sólo la propia y la de su gobierno es un asunto de Estado y como tal debe encarase, con la enorme preocupación y responsabilidad que exige de todos, sin excepciones esta penosa situación.

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