En el reportaje que este diario hiciera al expresidente Sanguinetti el pasado 23 de marzo, hubo una notable definición del líder colorado sobre la que vale la pena profundizar. Preguntado sobre qué es la Coalición Republicana (CR), la caracterizó como una “confederación de soberanías independientes”.
Sanguinetti ha sido un actor protagónico de todo el movimiento de largo plazo que terminó en esta confederación. En primer lugar, porque en 1995-1996 fue uno de los principales motores de la reforma electoral fundada sobre la idea de las familias ideológicas, que se tradujo en la inclusión del balotaje presidencial y que ha madurado en torno a dos bloques políticos consistentes: por un lado, el amplio frente de izquierdas, y por otro lado los partidos confederados de la CR.
En segundo lugar, porque fue fundamental en el proceso hacia las elecciones de 2019 para justamente promover un entendimiento amplio entre los partidos tradicionales, y otros partidos más, de manera de ir al balotaje de noviembre de ese año con una propuesta sólida que asegurara una alternancia seria y posible para el país. En este sentido, es evidente que los principales líderes de los partidos fueron los protagonistas efectivos de los acuerdos. Pero no deja de ser cierto que Sanguinetti apoyó, sumó, convenció y jugó un partido coalicionista que perduró, además, a lo largo de los cinco años de administración Lacalle Pou.
Es así que en esta nueva coyuntura, en la que luego de la exigente experiencia del ejercicio del poder por parte de la CR terminó ganando las elecciones el Frente Amplio, la definición del expresidente trae consigo un par de descripciones muy importantes.
Por un lado, es una coalición cuyos actores son un conjunto de soberanías independientes. Esto quiere decir, para que a todo el mundo le quede claro, que no hay chance alguna de ir a un escenario de fusión o de decrepitud de las identidades partidarias de quienes forman la CR. Los blancos y los colorados en particular, seguirán teniendo sus formas de ver la historia y sus figuras predominantes y diferentes: soberanos, porque cada uno en su partido se rige como mejor le parece; e independientes, porque es evidente que representan a sensibilidades políticas distintas que no tienen por qué verse disimuladas.
Por otro lado, se trata de una confederación. Esto quiere decir que esos partidos, en la metáfora de un país que estuviera formado por una sumatoria de estados, poseen altos grados de soberanía en sus decisiones y que, de manera voluntaria y real, se ponen de acuerdo en integrarse a una confederación, es decir, a una entidad mayor a la que cada uno de ellos le asigna cierto papel y atribuciones consensuadas. En este caso, para seguir con la metáfora, esa confederación tiene gran interés electoral, ya que por las reglas de juego de nuestro sistema resulta más conveniente presentarse de manera conjunta a ciertas instancias departamentales, por ejemplo, que de forma separada.
Toda la tarea que tienen por delante los partidos de la CR es avanzar en la definición de la confederación que for-man. Para empezar, importa no negarla ni relativizarla, porque los ciudada- nos la perciben y la tienen ya completamente asumida. Para seguir, deben sus estados-parte (es decir, los partidos políticos que la integran) encontrar caminos de unión que a todos favorezcan, sin perder por ello sus soberanías. Aquí, claro está, hay mucho para consolidar en terrenos electorales departamentales para 2030.
Y para terminar, es evidente que esa confederación, como corresponde a los fines de todos los partidos políticos, debe bregar por el objetivo de sumar fuerzas y ganar elecciones: esto quiere decir, abrir el abanico a distintas expresiones que enriquezcan el conjunto y lo hagan más seductor para los uruguayos. Más liderazgos, más sectores, más expresiones diversas que sumen a la confederación y que, en este esquema, tengan claro que hay un vínculo serio y potente, que es justamente el de esa confederación, que debe ser tan defendida y sostenida como la identidad de cada una de las partes que la conforman.
Confederación Helvética es el nombre oficial de Suiza. Allí conviven cantones que hablan francés, italiano y alemán. Todos tienen sus diversas tradiciones y son fieles a sus identidades diferentes. No dejan por ello de formar un conjunto poderoso y respetado que es Suiza. La CR debe tener la inteligencia de fortalecer su dimensión de confederación, en la excelente definición que de ella diera el expresidente Sanguinetti.