Una de las medidas más sonadas de la gestión Cosse en la intendencia montevideana, consistió en una mera elección cromática: no solo instituyó el verde como color del logotipo del departamento, sino que además lo usó para pintar cientos de semáforos de la capital, así como también las inefables bicisendas que entorpecieron el tránsito céntrico.
Supuestamente con ello emitía un mensaje ecológico, de adhesión a la naturaleza en una ciudad que paradójicamente se caracterizaba (y aún lo hace) por el desborde de sus vandalizados contenedores de residuos.
En el momento en que peatones y transeúntes nos sorprendíamos de ver en cada esquina personas pintando primorosamente las bases de los semáforos de verde, la pregunta que nos venía a la mente era si había necesidad de semejante gasto de energía y recursos públicos para un fin tan extravagante y prescindible. Que esas columnas fueran verdes, en lugar de a franjas blancas y negras, ¿favorecía el cumplimiento de las reglas de tránsito? ¿Evitaba accidentes? Claro que no: era pura cosmética, tan inútil como costosa. Un desvarío tan “caro” como el apócope del nombre de quien lo pergeñara. No habrá sido esta la causa del abominable déficit de 90 millones de dólares que exhibió su gestión, pero lo estrambótico de la iniciativa es una prueba más de su ineficiencia.
Con la asunción de Mario Bergara, tuvimos la moderada esperanza de que la comuna ingresara en un período de mayor probidad. La austeridad resulta imperiosa, porque como afirmó esta semana El Observador, hay honda preocupación en la nueva administración debido a que “siguen cayendo facturas por servicios prestados” que no estaban contabilizadas en el déficit antedicho. Por si eso fuera poco, la actual directora de Recursos Financieros, Laura Tabárez, admitió en la Comisión de Hacienda de la Junta Departamental que “la disminución de las partidas del gobierno nacional solo explica un 2,6 % del total del déficit de 2024”, desmintiendo así las poco creíbles excusas esgrimidas al respecto por Cosse y Zunino.
Hasta ahí todo bien con los nuevos inquilinos del Palacio Municipal, aunque cabe cuestionar el curioso optimismo con que el intendente manifiesta que la limpieza de la ciudad ha mejorado, sin que se perciban todavía muchas evidencias de ello.
A su favor, admitamos que corregir el rumbo hacia una gestión austera no será poca cosa. Sin embargo, llama la atención una noticia que pasó bastante por debajo del radar: aquel verde en el que Cosse había invertido tan generosamente ya es pasado: el color corporativo de la intendencia, ¡desde ahora pasa a ser azul!
La misma plataforma de noticias ha informado que “el color del logo de la comuna abandonó el verde claro de Carolina Cosse para reestrenarse con un azul eléctrico”.
Según una nota del departamento de Comunicación de la IM, “el logo se mantiene dando continuidad y lo que se modifica es el color, principalmente por un criterio de accesibilidad visual” (sic). Dicha dependencia explica que “los colores no son detalles menores: transmiten significados, generan percepciones y conectan con emociones colectivas” y añade que “el uso adecuado del color y el contraste es esencial para garantizar una lectura clara, especialmente para personas con discapacidades visuales. En este sentido, se da un paso importante hacia una identidad más inclusiva y accesible para todas y todos”. ¿Será que todos los miopes y todas las daltónicas ahora veremos mejor un simple logo? En otro pasaje admiten que el cambio “responde a una acción comunicacional necesaria y pensada estratégicamente para acompañar y reforzar el inicio de una nueva etapa de gestión (…) El color busca una identidad visual más luminosa, vibrante y alineada con un Montevideo más limpio, más ágil y más disfrutable. Toda esa energía que en cada palabra el nuevo intendente transmite sobre Montevideo, las personas que lo habitan y el disfrute del departamento, queremos se vea reflejada en la identidad visual”.
Antes de que el contribuyente empiece a temer más lluvia de facturas para renovar cartelitos, aclaran que el cambio será progresivo y solo se irá haciendo a medida que se necesite reponer materiales. Menos mal.
Pero así siguen: poniendo énfasis en lo accesorio y postergando lo trascendente.
Como cuando en pasadas administraciones, renovaron el logo de Antel agregándole un extraño tilde en la a.
Al contribuyente no le importa que cada jerarca invente contenidos simbólicos para promover su gestión. Lo que quiere son servicios públicos eficientes y sustentables.