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Chusmerío Leaks

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Con esta ingeniosa expresión, el senador Sebastián Da Silva sintetizó la actual campaña orquestada contra el Partido Nacional y el gobierno de coalición, consistente en ir develando en cuentagotas chats extraídos del celular de Gustavo Penadés.

Los mismos que se rasgaron las vestiduras por la “campaña sucia” cuando les pegó a ellos (una denuncia falsa perpetrada por dos psicópatas), ahora tratan de estirar una poco creíble telenovela con los chats difundidos por el semanario Búsqueda, en sus ediciones de ayer y la semana pasada.

No hay que ser Sherlock Holmes para saber que esto no es una heroica hazaña de la prensa independiente, sino una simple operación política, debida a uno o más funcionarios venales que accedieron al contenido del móvil y lo traficaron a un notorio operador frenteamplista, quien organiza sistemáticamente el festín y resuelve a qué medio le va regalando las primicias: un día es Tevé Ciudad, otro es Búsqueda, y así cree mantener entretenida a la opinión pública.

No es de extrañar: viene ocurriendo sistemáticamente con conversaciones privadas, grabaciones de intercambios telefónicos y de declaraciones en fiscalía.

Lo curioso es que las filtraciones siempre son en detrimento del gobierno, nunca de la oposición. Qué casualidad, ¿no?

Hay un pequeño detalle que olvida esta eficiente agencia de chusmeríos virales: la Constitución de la República, que en su artículo 28 establece que “los papeles de los particulares y su correspondencia epistolar, telegráfica o de cualquier otra especie, son inviolables, y nunca podrá hacerse su registro, examen o interceptación sino conforme a las leyes que se establecieren por razones de interés general”.

Las conversaciones de whatsapp entran en esa categoría definida como “de cualquier otra especie”, sabiamente prevista por el constituyente cuando aún no existía internet.

Exponiendo intercambios privados sacados de contexto, lo que hacen es avasallar el derecho a la intimidad de las personas, y parece claro que el Frente Amplio está institucionalmente detrás de ello, porque si así no fuera, no le sacaría tanto jugo mediático como lo está haciendo.

Pereira, Cosse y Orsi han formulado cosas disparatadas, como calificar esta opereta de “crisis institucional”. La paradoja más risible fue la que lanzó el Partido Comunista en una catastrófica declaración pública, donde se pronunció “en defensa de la democracia”. Que una agrupación marxista-leninista enaltezca la democracia es un oxímoron, esa figura retórica que asocia conceptos contradictorios.

En eso de transgredir el artículo 28 también hicieron lo suyo los muchachos de Adeom, cuando filtraron un telegrama colacionado dirigido a Valeria Ripoll, que fue viralizado por el operador de siempre, ¡antes de que le llegara a su destinataria! No tuvieron empacho en publicitar esa comunicación telegráfica incluyendo el domicilio particular de Ripoll, como para agravar aún más la inmoralidad de la jugada.

Este chusmerío leaks influye poco y nada en la opinión pública. Tal vez al contrario, acentúe la percepción crítica hacia un tipo de periodismo adolescente que se cuece al primer hervor, sintiéndose Bernstein y Woodward por publicar un puñado de capturas de pantalla obtenidas de manera espuria.

Más aún: en una campaña frenteamplista tan vacía de propuestas como endeble a nivel argumental, la explotación de estos minúsculos escandaletes puede ser vista como un fogoneo pueril, dirigido más a su barra de fanáticos que a los ciudadanos independientes realmente preocupados por el futuro del país.

Mientras tanto, el ascenso en las encuestas de Carolina Cosse ha acrecentado el fuego amigo de la pareja Mujica-Topolansky, ante la debilidad de un Orsi que ni siquiera está siendo capaz de ponerse del lado de Ucrania en la invasión que afecta a esa nación: “el lío de Ucrania y Rusia está entreverado”, dijo el exintendente canario. “En el mundo actual no es neutral quien quiere, sino quien puede”, agregó en una de sus típicas payadas sin sentido. Y la remató con una opinión sobre el grave conflicto internacional que causó estupor: “santito allí no hay nadie”.

Es muy difícil complacer a una barra de fundamentalistas donde se valora al que grita más y no al que piensa. Siempre es más fácil tratar de fachos y corruptos a quienes están en la vereda de enfrente.

No hay amor que los una: solo el espanto por una coalición que encara los problemas que ellos dejaron y reencamina al país hacia adelante.

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