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Buen ganador, mal perdedor

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El resultado de la segunda vuelta electoral convirtió a Luis Lacalle Pou en el presidente electo de la República, aunque en un acto sin precedentes en la historia del país desde la recuperación democrática, el perdedor no aceptó la derrota.

En alarde de tremenda irresponsabilidad institucional, mezquindad personal y falta de estatura presidencial, Daniel Martínez intentó salvar su pellejo en la interna frentista bailando y arengando a los militantes frentistas, desconociendo la expresión de la voluntad popular.

La historia juzgará esta actitud que en todo caso en breve será una anécdota, como el propio Daniel Martínez, habiendo simplemente degradado la política nacional con una campaña basada en el miedo, el agravio y el insulto para terminar derrotado y desprestigiado.

En contraste con esta actitud deplorable, la respuesta de Luis Lacalle Pou demostró que sí teníamos un candidato a la altura de las circunstancias, que resistió todas las presiones, que mantuvo el rumbo firme y actuó en la noche de la elección con la prudencia, la ponderación y el respeto que marcan la mejor tradición nacional.

Al tiempo que el presidente electo lamentó que Martínez no lo hubiera llamado, y de acuerdo con lo conversado telefónicamente con el presidente Tabaré Vázquez, que se ha comportado en esta último etapa electoral a la altura de las circunstancias, decidieron entonces postergar el comienzo de la transición unos días, en espera del segundo escrutinio que comenzó en el día de ayer. La llamada de Vázquez, coordinando con el presidente electo los pasos a seguir para comenzar la transición, salvaron al Frente Amplio del completo ridículo en que los sumió su candidato presidencial.

Más allá de este lamentable episodio, lo relevante para el Uruguay es que el 1° de marzo de 2020 asumirá un gobierno conformado por una coalición de cinco partido políticos encabezada por el Partido Nacional. Luego de 30 años los blancos vuelven al poder terminando con el ciclo frenteamplista de 15 años que tan penoso resultó para el país en términos de calidad de vida para los uruguayos y la imagen del país a nivel internacional.

Queda también la pesada herencia que dejan las administraciones del FA y de la que deberá hacerse cargo el nuevo gobierno: abultado déficit fiscal y endeudamiento, cifras récord de homicidios y otros delitos violentos, creciente déficit de vivienda, número creciente de asentamientos y personas viviendo en la calle, desempleo en aumento acercándose a las dos cifras, la tercera inflación más alta del continente después de Venezuela y Argentina, el deterioro de la educación con números que nos ponen en la cola de los países de la región, entre muchos otros temas que demuestran el fracaso de los que se van.

Luis Lacalle Pou llega para hacerse cargo, como ha expresado a lo largo de la campaña electoral. En vez de un gobierno que brinde excusas ante cada fracaso, habrá gobernantes que enfrenten los problemas, comenzando por el propio presidente de la República.

El acuerdo de los partidos políticos coaligados que triunfaron este domingo con cifras claras que se ampliarán incluso con el conteo de los votos observados, lo de determinará una diferencia a favor del ganado mayor, por ejemplo, al de las elecciones de 1971 o 1994, marca una hoja de ruta clara.

El compromiso por el país asumido por el Partido Nacional, el Partido Colorado, Cabildo Abierto, el Partido de la Gente y el Partido Independiente dará bases conceptuales firmes al gobierno y una estructura política que le asegura una clara mayoría parlamentaria en ambas cámaras, ampliada ahora en el senado por la vicepresidenta de la República Beatriz Argimón.

Más aún, la mayoría de la coalición multicolor en el Parlamento es más amplia que la que contó el Frente Amplio en sus tres gobiernos.

Luis Lacalle Pou ha demostrado su jerarquía presidencial, la visión de estadista para plantear los temas del país y un conocimiento acabado de la geografía humana de la República. Y quizá lo más importante, Luis Lacalle Pou sabe que es necesario unir a los uruguayos. El asunto no es que una mitad someta a la otra, como intentó persistentemente el Frente Amplio, es gobernar para todos, para que todos los uruguayos vean que el gobierno es su gobierno.

La pobre actitud de Martínez será una anécdota más o ya lo es. Las nubes pasan y el azul queda, como expresó el Dr. Luis Alberto de Herrera, y en la noche del domingo recordó emocionado el presidente electo, al hablarle a su padre.

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