@|Se fue un hombre atormentado por el éxito y las drogas; y unos "amigos" que vivieron de él y de sus dramas olvidando al hombre que estaba ante ellos.

Pelusa fue en lo deportivo, en medio de su Fiorito natal, un niño prodigio. Un líder natural de niño, en un barrio donde la miseria y los derechos no habían sido siquiera presentados.

Su magia y desparpajo, productos del genio y la necesidad de vivir en ese medio, nunca se fueron de su mirada. En eso fue más grande aún, que en lo deportivo. Villa Fiorito nunca estuvo lejos de Barcelona o Nápoles.

El mejor técnico y amigo fue Menotti, sin duda alguna, junto a Cisterpiller, el único representante que pensó en Diego y familia; fueron su mejor influencia.

Un pasaje para salir de la droga lo trajo a esta ciudad.

Allí fue la última vez que hablamos. Mi consejo fue el de amigo más que periodista: “Tienes lo necesario y más para vivir con tu gente sin problemas. Deja el medio donde te usarán mientras puedan y te causarán dolor a ti, familia y los que en serio te apreciamos sin interés alguno”.

Estaba de acuerdo y eso duró poco más de unos meses. La vorágine lo devoró y lo puso en suma evidencia al quedar expuesto en el Mundial de EE.UU. por "uso de sustancias peligrosas". Desde allí lo vi como un zombi en el Cantegril de Punta del Este y salvado por milagro real, volver luego y ya sin salida, en un mundo que lo utilizó de manera indignante.

Era noticia para todo. Era usado para todo. Con todo se mantuvo fiel a Fiorito, lo que demuestra el gran hombre que vivía en él.

Ya no está entre nosotros. Junto al dolor natural por perder a alguien que quise como hombre más que como personaje, me quedo con aquella charla en el Palco del Centenario, donde intenté ayudar a mi querido Diego a recuperar vida y familia. Más Fiorito. ¡Ese era Diego! Un muchacho genial en la cancha y con sus afectos, pero utilizado mil veces por los que nunca lo quisieron como hombre.